Capítulo 20

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Scarlett

Me despierto al oír... pisadas cerca de la cama.

Mis sentidos se alertan enseguida, el sueño que me quedaba se esfuma y, sin ningún movimiento brusco, introduzco la mano debajo de la almohada y tomo el arma. Capto un latido cerca, respiraciones leves y... un perfume. Ah, sí. Conozco ese perfume.

Apenas siento que la persona está lo bastante cerca como para... hacerme un posible daño, me pongo en acción. Lo jalo de la muñeca para tirarlo a la cama, me subo a horcajadas en pocos segundos, coloco la mano en su cuello para ahorcarlo y con la otra apunto el arma a su cabeza, poniendo el cañón en su frente.

—Me imaginé esta situación de manera diferente —comenta Sebastian con diversión, cerrando su mano alrededor de mi brazo para que deje de ahorcarlo y no se alerta por el arma en su cabeza.

Vale, puede... que sea una situación un tanto comprometedora. Es decir, estoy en ropa interior, con solo una camiseta cubriéndome y... no traigo sujetador. Es incómodo dormir con eso. Él va en traje, como siempre, y su perfume impregna el ambiente en poco tiempo.

—Me olvidaba de tu entrenamiento super desarrollado —se ríe, y su vista cae en mis pechos, siguiendo hacia abajo hasta llegar a...

—Ojos arriba, tarado —con el dedo, lo obligo a subir la cabeza y él sonríe con picardía, lujuria—. ¿Por qué entraste así?

—Venía a decirte que el desayuno está servido. No contaba con que me apuntaras con un arma, o que te me treparas encima.

—No me trepé encima de ti. Simplemente... era por defensa —me excuso, con mala cara al ver su mueca seductora—. Nunca se sabe cuándo pueden atacarte y... debo estar preparada.

—Si esta es tu forma de defenderte, supongo que voy a entrar en silencio más seguido —relame sus labios, y la manera en que sus ojos azules se oscurecen provocan que escalofríos suban por mi espina dorsal. De modo intencional, se remueve y... joder. Siento bastante bien lo que tiene guardado dentro de los pantalones. Reprimo la necesidad de soltar un jadeo o de volver a... mover las caderas para sentirlo otra vez. De pronto..., el espacio es muy pequeño y la temperatura sube como el humo de un cigarro—. Te pusiste roja.

Demonios.

Ya quítate, maldita caliente.

—No es nada —miento, tratando de mantener la respiración estable.

—¿Segura? —sus manos entran en contacto con mis muslos desnudos, se me eriza la piel y un cosquilleo en la entrepierna me marea. Sus fríos dedos continúan ascendiendo, y no sé por qué carajos no me quito o digo algo. Él no aparta la vista de mis piernas, y mi cuerpo reacciona a la excitación que tenerlo de esta forma me produce—. Creo que mientes.

Veo hacia donde pretenden llegar sus manos y es el momento de detenerlo. Las sujeto con firmeza, las coloco una a cada lado de su cabeza y él vuelve a reír.

—No me toques —gruño, y la cercanía es menos.

—Niega que lo estabas disfrutando.

—Cuando yo quiera, no cuando tú me digas.

Ruedo hacia el lado y me quito de encima. Nikolla pasa una mano por su cabello, y también noto el calor que lo recorre, dado que su pecho sube y baja más rápido de lo normal. Tomo el arma con el que lo apunté a la cabeza y le pongo el seguro. No quiero cometer un error.

Sebastian se incorpora.

—¿Bajarás o no? —retoma su postura, y contengo las ganas de reír.

—Ya voy.

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