Capítulo 12

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Scarlett

-Eres una niña mimada -se ríe Alek.

-Es tu culpa.

Vuelvo a descansar la cabeza en su regazo y él sigue haciéndome cariño en el cabello. Sus dedos se deslizan con suavidad por mi cabeza, creándome una sensación tan cálida y exquisita que no sabía cómo describir. Ese casi siempre es el problema cuando de Alek se trata; siento tanto que es imposible compararlo o siquiera dar una explicación. Es como... si el pecho se me oprimiera, mi corazón se acelerara y la respiración se me atascara.

-¿Contenta? -escucho su voz, con ese acento que siempre me ha gustado.

-Mucho -suspiro, tan llena de felicidad y cariño que explotaré en cualquier momento.

Ambos estamos sentados en la azotea. Alek escondió dos mantas en una caja que no se encuentra fácil, por lo que colocamos una en el suelo y con la otra nos cubrimos. Los pocos momentos donde podemos vernos es en la noche, de forma que nadie nos pille. La luna brilla en el cielo, las estrellas le hacen compañía y la ciudad se ve hermosa desde aquí. Una brisa fría me acaricia el rostro de vez en cuando, y Alek sube un poco la manta para que me cubra más.

Cada vez se vuelve más difícil esta situación; tener que aparentar que no me importa cuando en verdad lo adoro, tener que pasar a su lado en los pasillos y ni siquiera mirarlo, querer mostrarle al mundo que soy feliz y tener que esconderlo. Es complicado. Debemos aparentar que nada pasa, que no nos importamos y que nos vale un pepino lo que suceda con el otro. Los líderes son muy perceptivos, y al menor descuido lo sabrían todo y estamos jodidos.

-Se nota que te gusta esa canción -comento, encantada con sus caricias y casi quedándome dormida.

-¿Sí?

-Es séptima vez que la pones -sonrío.

-Es muy buena -toma su teléfono y busca más en la lista de reproducción. Unas cuantas carcajadas escapan de su garganta y me deleito con ese sonido. Es exquisito-. Eres una pequeña mentirosa, Ryzhaya.

-¿Qué?

-Estuviste como diez días quejándote de esta canción y está en tu lista de las primeras -me la enseña y se me escapa una risa fugaz.

-Vale, me la pegaste.

-Oye..., debo decirte algo -su tono se torna serio y preocupante.

-¿Sobre qué?

-En una semana... tendré que irme de nuevo.

Me incorporo de golpe y lo enfoco. Aleksander es el mejor asesino que tiene esta organización. Y siempre lo usan para los trabajos más importantes o peligrosos. Cada una de las misiones que le asignan son jodidamente riesgosas. Y me cuesta respirar hasta que lo vuelvo a ver. Él se va, yo me quedo aquí rezándole a quién sea que no le pase nada y que vuelva sano y salvo. Verlo marchar es como si me abrieran el pecho, me sacaran el corazón y lo tuvieran contra una cuchilla por días, sin dejarme respirar o estar tranquila. Es tan angustiante.

-Pero... pero si volviste hace dos semanas, Alek -rebato, dolida-. Y solo nos hemos visto cinco veces. No... no puedes irte... de nuevo. Estuviste casi un mes y medio fuera. ¿Y te vas otra vez?

-Sabes que no está en mis manos, hermosa -su semblante decae-. Mi tío hizo un trato con un diputado en Suiza y estaré bajo sus órdenes por un mes.

-Un mes -mi voz se quiebra.

Estoy tan harta de esto. Nos vemos muy poco, él se va por meses a veces y yo me quedo más que nerviosa. ¿Por qué no podemos estar juntos sin que corramos peligro? ¿por qué tenemos que esconderlo todo? Maldita sea nuestra vida.

Víbora [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora