Capítulo 41

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Aleksander

El taxi me llevaba devuelta a la mansión de Akim Nóvikov.

Me sentía... tan destruido. Tan débil.

Hace una hora arribé a Rusia luego de estar un par de días en Reino Unido, vigilando a Scarlett. Me rompía ver lo destrozada que está mi niña. No es la misma, puedo saberlo con solo mirarla. El último vistazo que le di fue en una de las pruebas de la sede. Había... tantos hematomas en su cuerpo, demasiados. Ojeras manchaban su rostro, lucía tan jodidamente delgada que me preocupa su estado de salud. Scarlett no está nada bien, y la culpa me estaba consumiendo.

Sé que fue mi decisión, que fue lo mejor para todos. Sin embargo, no puedo quitarme la imagen de la pelirroja de la cabeza. Tan vulnerable, tan herida. No parece esa chica soñadora y alegre que conocí, sino... un fantasma que vaga en la nada. No hay emoción en sus ojos, no sonríe y... el bonito brillo en sus irises se apagó. Y es culpa mía. Prometí lidiar con el peso de mis decisiones y lo hago. Soporto el peso, pero me duele ver a mi pelirroja de esa forma.

Odio ser quien la destruyó, quien impulsó su caída y me asusta que no halle salida. Sky y Nate parecían preocupados, no obstante, Scarlett no les presta atención. Lucía tan ausente, como si su alma hubiera abandonado su cuerpo. Debe reponerse. Odio no estar ahí para ella, para sostenerla y decirle que las cosas van a mejorar.

Estoy luchando para ello.

Bajé el bolso cuando el taxi se detuvo afuera de la mansión, e ingresé por la puerta posterior. En el interior, quedaban pocas personas trabajando, debido a la hora que era. Las mesas estaban llenas de armas, drogas y botellas de alcohol. No tenía ánimos de irme a dormir, así que opté por embriagarme hasta perder la maldita razón.

Para ahogar la culpa.

Me dejé caer en el sofá y empiné una botella. El líquido recorrió mi garganta, quemándola en el proceso. Evité la mueca y recorrí la estancia con la vista, comprobando que no quede nadie. La oscuridad era bastante. La poca luz que había no ayudaba demasiado. Me quedé ahí, luchando con mis propias emociones, tratando de dejar atrás el hecho de que la mujer que amo se rompe cada día más, y no puedo hacer nada.

Un par de horas transcurrieron, la soledad se había vuelto permanente y el silencio me hacía compañía. Estaba un tanto achispado, mareado, y fue cuando comprendí que la tristeza no era buena amiga del alcohol. Tenía ganas de romperlo todo, de regresar a ese país, asesinar a cada maldito jefe de esa organización y abrazar a la pelirroja, alejarla de ese mundo.

No estaba encontrando la manera de ayudarla. El plan tardaría en funcionar, y no sé si quede algo de ella para ese entonces. Si bien confío en que Scarlett va a resistir, no estoy seguro que su bonita y encantadora personalidad se salve. Esa forma tan alucinante y fantástica de soñar... no puede perderse. No su esencia.

De pronto, dos personas se sentaron frente a mí. Nikolai y Alena. A ambos los conocí hace poco, y eran los que mejor me caían del lugar. Nos llevábamos bien.

Nikolai tenía agujeros en la ropa debido al pésimo trato que recibe al ser un simple soldado. Había cicatrices y rastros de tierra en su piel, además de su pésimo estado físico. Casi no come. Alena no se quedaba atrás, y era ella la que me daba más pena. Otra vez estaba golpeada, con una simple sudadera apestosa cubriendo su delgado y maltratado cuerpo. Hay indicios de llanto en su rostro, lo que me indica que volvieron a hacerle daño.

Son tan hijos de puta con ella.

Nikolai suspira, echando la cabeza hacia atrás.

Parece que todos hemos tenido un mal día hoy —murmura, la tristeza siendo palpable en su tono.

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