Capítulo 27

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Scarlett

Lo divertido de la situación es, tal vez, que Alek, al escuchar el disparo, pensó en protegerme a mí y yo a él, por lo que acabamos chocando.

Puse mala cara al instante, Alek maldijo por lo bajo y, en breve, lo empujé al suelo. Me jaló de la mano, llevándome con él, y ambos terminamos en el blanco y frío piso de mármol. La bala pasó en cuestión de segundos, impactó contra una de las esculturas y la rompió. Al instante, la gente de Alek y Sebastian hizo acto de aparición, protegiendo a sus debidos jefes. Los pocos invitados que quedaban se escondieron entre gritos y chillidos, mientras que me levantaba, empuñaba el arma y buscaba la proveniencia del disparo.

Ubiqué al tirador en el techo, oculto tras una cortina blanca en la que había un agujero. Hice a un lado a los voyeviki de Aleksander, corrí al pasillo y subí las escaleras a rápida velocidad. Me quité los tacones porque, joder, podía ser complicado correr con ellos. Llegué al segundo nivel, y noté que no había más.

Tendré que buscar la manera de subir.

Salté, aferrándome a una de las vigas que se ocultaba tras las cortinas de esta zona y subí. Vale, era bastante altura. La adrenalina me corría por las venas, la sensación de estar a mil pies de altura era... tan emocionante y volví a sentirme viva. Con mucho cuidado, caminé por la viga sin perder el equilibrio y busqué los latidos del extraño.

Lo hallé.

Estaba tratando de huir por una ventana. Me apresuré, casi caigo en más de una ocasión y el hecho de usar un vestido era molesto. Cuando vi que el infiltrado estaba a punto de escapar, salté y me afirmé de él, impidiéndole salir. Quedé... colgando en lo alto, y fue entonces que pensé que podría haberle arrojado una cuchilla y desestabilizarlo. Hubiera sido mejor idea.

En fin.

El infiltrado se queja y sus manos se aferran al borde de la ventana, luchando por no caer ni dar su brazo a torcer. Tragué duro, pensé en otra forma de atraparlo y saqué una de las cuchillas que traía ocultas. Me estiré y se la enterré en el abdomen, provocando que sangre goteara y me ensuciara el cuerpo.

El idiota gimoteó de dolor, su fuerza disminuyó y volví a clavarle otra en el pecho. La sangre corría a borbotones cuando él se las sacó sin problemas, y cayó en mi pecho y rostro al estar aferrada a él para no caer. Pronto, el dolor lo consumió y se soltó.

¡Mierda!

Me apresuré a buscar algo a lo que sostenerme y la idea de estar cayendo desde tal altura me revolvió las entrañas. Mi cuerpo impactó con otra viga, me dolió el costado y alcancé a afirmarme. Vi cuando el cuerpo del tirador azotó contra el suelo, en medio del salón, y sus huesos tronaron de una manera tan fría que se me erizó la piel. Traté de calmar mis latidos desbocados y la errática respiración.

Estaba viva.

El dolor en la costilla era agudo, el aroma de la sangre que no me pertenecía me estaba mareando y estar a tanta altura me provocó una rara especie de vértigo. Despabilé en el segundo en que más tropas vestidas de negro irrumpieron en el salón de abajo, amenazando con armas a los demás. Alek sacó su arma, los voyeviki respondieron al fuego y la gente de Nikolla lo protegía. Sebastian es tan idiota a veces. No trajo un arma. Alguien explíqueme como el Krye de la mafia albanesa no trae algo para defenderse.

Dios, si es idiota.

Con manos temblorosas, me preparé para disparar y enfocar desde este punto. Intenté ignorar el hecho de que, si me movía cinco centímetros, caería y pues eso habría sido el fin del juego. Apreté el gatillo, asesiné a varios y me percaté de que uno amenazaba a la prometida de Alek. La pelinegra estaba oculta en un rincón, temblando. Vi que el tipo sujetaba una gran cuchilla, y apreté la mandíbula.

Víbora [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora