Capítulo 23

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Scarlett

Acelero el movimiento de mis caderas, con la ayuda de Sebastian, puesto que puso sus manos en esa zona, y los vidrios se empañan por el caliente ambiente que hay dentro del vehículo.

Magrea mis pechos, provocando que el calor de mi estómago se incremente, y luego los ataca con la boca. Nuestros cuerpos están pegados debido al reducido espacio en el que nos encontramos. El sudor hizo de las suyas, el cabello se me esponjó gracias a eso y Nikolla se encarga de mantenerlo fuera de mi rostro para poder besarme. En ese instante, une su boca con la mía y le muerdo el labio, a lo que él jadea.

—Dios, Scarlett... —gime, y chupa mi pezón, robándome quejidos—. ¿Te gusta?

—Sí... —deslizo las manos por su torso, deseando lamer su piel—. No pares.

—Eres... jodidamente deliciosa.

La manera ronca y salvaje en que suena su voz me lleva a otro nivel.

—Estás empapándome —anuncia, y noto que la humedad que libero es muchísima.

Carajo, se supone que íbamos camino a su casa cuando nos detuvimos a charlar. Una cosa llevó a la otra y acabamos follando en la parte de atrás del auto.

Cosas que pasan.

Deslizo la lengua por su cuello, le muerdo el mentón y vuelvo a besarlo. Sus labios se mueven impetuosos y eufóricos contra los míos. Su lengua delinea mi labio inferior, y nos quedamos en esa posición, gimiendo y jadeando. Su dedo viaja desde el centro de mis pechos, pasando por mi abdomen y llegando al clítoris hinchado y mojado. Lo frota con avidez, le jalo el cabello y el sonido de nuestros sexos chocando me genera tanta lujuria.

Pareciera que hasta mi sangre es magma hirviendo.

De nuevo, Nikolla se corre primero y la forma en que su cuerpo se tensa y reacciona a mi contacto me lleva directo al éxtasis. Me estremezco en un orgasmo arrollador, gimo con fuerza y lo rasguño múltiples veces. Algún día de estos le sacaré sangre en cuanto siga así de salvaje.

Permanecemos de esa manera, tratando de calmarnos. Soy capaz de escuchar sus duros y desbocados latidos, su pecho sube y baja con rapidez y los vidrios se han empañado por completo. Por suerte, son las dos de la mañana y nadie anda por estas calles tan desoladas. Hace... demasiado calor aquí dentro. Y admito que la sensación de nuestros cuerpos desnudos y así de juntos es excitante, cómodo.

Me separo cuando he recuperado algunas fuerzas y lo primero que él hace es acunar mis mejillas y besarme. Siento los labios hinchados y adoloridos de tanto besuqueo, pero no me negaré a un beso. Vamos bajando la intensidad de a poco, hasta que lo termino.

—¿De qué se supone que íbamos a hablar? —cuestiono con una sonrisa.

—Ya no me acuerdo.

Suelto unas carcajadas bajas y me levanto, sacándolo de mi interior. Me sitúo a su lado en tanto veo la pila de ropa desordenada que nos sacamos con desesperación al entrar.

—Debíamos haber llegado hace veinte minutos —bufa, agotado.

—Si preguntan, fuimos a un entierro.

Se ríe por el comentario y ambos empezamos a vestirnos. Me pongo el sujetador, me visto y trato de verme... normal, a pesar de que mi cabello es un desastre, tengo las mejillas sonrojadas, los labios hinchados y toda la apariencia grita "tuve sexo". Genial. Lo bueno es que Sebastian no está mejor que yo.

Volvemos a los asientos delanteros, él enciende el vehículo y partimos. La calle continúa a oscuras, no se ve ni un alma pululando por estos rincones y el silencio es increíble. Con esta capacidad de mutismo, me habrán oído gemir hasta China.

Víbora [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora