Capítulo 26

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Aleksander

¡No vas a dejarme entender si continúas! —anuncia Scarlett entre risas.

No es culpa mía que te desconcentres.

Sí lo es. Que me beses es distracción.

Envuelvo los brazos por su estómago, pego más su espalda a mi pecho y deposito besos suaves por su cuello, a lo que ella se retuerce y ríe. Me encanta su aroma y... toda ella en general. Scarlett es un respiro entre el mundo de mierda en el que habito constantemente. Su inocencia, su personalidad soñadora y divertida y ese positivismo que lleva me... me fascinan. Me hace sentir que existe posibilidad para mí, para ser feliz.

Ambos estamos en la azotea de la sede de la organización, sentados sobre una manta en el suelo y cubiertos con otra. Me mantengo apoyado en la pared, ella está cómoda entre mis piernas y me hace preguntas sobre las constelaciones y estrellas. Podría quedarme aquí toda la vida. Al lado de la pelirroja, todo... todo está bien.

—Ni siquiera se ven, Ryzhaya. Está nublado —comento con diversión.

Pone mala cara.

Aguafiestas —coloca sus manos sobre las mías y suspira—. Por lo menos se ve linda la ciudad desde aquí. Siempre me ha encantado la vista desde este punto. Y es mejor cuando llueve.

En eso estoy de acuerdo —vuelvo a besarla, sintiendo la suavidad de su piel en los labios. Scarlett jadea cuando muerdo con suavidad el lóbulo de su oreja.

Ya basta —me ve por sobre su hombro, y capto ápices juguetones en esos orbes oscuros—. No podemos hacer mucho ruido o van a saber que estamos aquí.

Todos están durmiendo, Ryzhaya.

Mentira. Algunos jefes estaban entrenando y platicando en la sala de Diggle. Así que será mejor que te comportes o estaremos en problemas.

Como desees, aburrida.

Charlamos otro rato más sobre trivialidades hasta que, cuando toco su costado para ayudarla a acomodarse, sisea y se queja, doblándose de dolor. Su reacción me preocupa al instante, y las venas me arden en ira por las suposiciones que pasan por mi cabeza.

¿Qué te ocurrió ahí? —frunzo el ceño, usando un tono más firme.

No es nada...

No me mientas, Scarlett —la llamo por su nombre, y eso le hace saber que no estoy jugando—. ¿Qué sucedió?

Se rinde, sube un poco su camiseta y me enseña un gran hematoma violáceo que ocupa bastante de su piel. Llamas de enojo se gestan en mi pecho, la rabia me corroe con rapidez y tenso la mandíbula. Odio que la toquen, odio que le hagan daño y la traten como si no fuera una persona.

¿Quién fue?

La maestra de venenos —susurra, sus mejillas rojas por la vergüenza y pena—. Se molestó cuando... no pude identificar... un tipo de veneno y... ya sabes. Es lo mismo de siempre. Fallé, y me castigaron.

Me jode, me jode demasiado que le pongan una mano encima. Me molesta. Siempre he pensado que las formas de enseñanza de los maestros son muy intensas y crueles. Ese pensamiento creció cuando vi a mi novia ser golpeada por equivocarse. No es necesario... que la maltraten de esa forma. Todos nos equivocamos, y eso no es justificación para golpearla como a un saco de boxeo. Me da tanta rabia, y es peor saber que... no puedo hacer nada. Las veces que he intentado interferir, Diggle me detiene y me repite lo que ya sé. Que la pondría en riesgo a ella y a mí, que nos darían un castigo peor y su vida podría correr más peligro que nunca.

Víbora [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora