Capítulo 32

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Scarlett

¡Siento que voy a morir! —exclamo.

Alek aparta la vista del cómic de Sky y me observa, con una ceja enarcada.

No seas exagerada.

No tienes derecho a hablar —lo apunto, con el ceño fruncido—. No sabes lo mucho que duele, así que no puedes llamarme exagerada —vuelvo a arrojarme a la cama—. Siento que me estoy desangrando.

Es el costo de ser mujer, Ryzhaya —deja el cómic sobre los otros, en el escritorio, y se sienta en la silla, acercándose a mí—. Quizá... necesitas descansar. El mes anterior estuviste la semana entera en cama.

Lo que necesito es que me saquen los ovarios y el útero, por favor —vuelvo a cubrirme con la manta, me acomodo en un ovillo y siento los horribles dolores torturarme—. Me siento como una pelota de playa y, si me pinchan, sangro. En verdad es terrible. Me desgarran por dentro —lo miro—. Por favor, trae un médico para que me dé una píldora. Quiero dormir hasta que esto acabe.

Esbozó una sonrisa divertida, y me sentí ofendida. ¡Estaba hablando en serio! Esto me dolía como el infierno, y odio tener que soportarlo una vez al mes, y durante tantos días. Deberían pagarme por soportar esta mierda. Siento que voy a reventar, levantarme es una tortura y es... muy incómodo. A veces me vuelvo paranoica y siento que me he manchado, y no dejo de revisar. O me da la sensación de que todo el mundo sabe que tengo el período y eso me pone de los nervios.

Lamentablemente, no puedo hacer eso. Lo que sí puedo hacer, es volver a calentarte la bolsa de goma con agua para que se te bajen los dolores —ofrece, y sonrío—. Y... tal vez pueda robar algunas golosinas de la cocina...

Vale, eso me ayudaría —comento, fingiendo inocencia.

Sí, seguro.

Se va de la habitación y regresa al cabo de diez minutos. Trae la bolsa con agua caliente y otra llena de dulces. Acomoda las cosas sobre la cama, sitúo la bolsa caliente en la parte baja de mi abdomen y me recuesto, con la esperanza de que eso ayude a bajar los dolores.

¿Y si seguimos viendo la serie? —inquiere, metiéndose un dulce a la boca.

¿No tienes que entrenar?

No hasta que esto sane —me muestra su mano enyesada—. Tenemos tiempo.

Se acuesta a un lado, se cubre con la manta y ubica los dulces entre nosotros para tenerlos cerca. Pronto saca su móvil y abre Netflix. Qué injusto. A él le permiten tener teléfono, y uno bastante avanzado. Nosotros jamás hemos tenido uno. Bueno, por lo menos Alek me invita a ver series con él y eso mata el aburrimiento.

No la avanzaste sin mí, ¿verdad? —entrecierro los ojos—. Eso sería traición.

No la avancé sin ti, Ryzhaya —aseguró con diversión—. ¿En cuál quedamos?

Segunda temporada, quinto capítulo.

—Bien —le puso play y puso el móvil de lado, sosteniéndolo—. Listo.

Y así pasamos toda la tarde; comiendo golosinas, viendo nuestra serie y yo sufriendo por los constantes dolores en el cuerpo. Al menos distraerme con el ruso me ayudaba muchísimo, y me divertía con él. Estaba demasiado acostumbrada a su presencia, que se me hacía raro no hablar con él por lo menos una vez en el día.

Es alguien muy importante para mí.

—¡Acábalo! ¡Acábalo!

La multitud gritaba y chillaba la misma palabra, sin detenerse. Y amaba la sensación que experimentaba en estas peleas. Era tan emocionante y lleno de adrenalina. Podía liberar la furia sin restricciones, podía dejar salir la bestia que me acompaña y me ciega desde que me entregué a la oscuridad.

Víbora [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora