Llegada a Loghlein City

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Marie's POV

El trayecto se me está haciendo más largo de lo que creía, llevo horas en este camión... Pero creo que no puedo quejarme, si las hubiera tenido que hacer a pie, tal vez no llegaba ni en dos semanas. Jamie -un viejo camionero- ha sido muy amable al traerme, me recogió mientras hacía auto-stop por la carretera, y solo me preguntó que hacia donde iba. Así es como me gusta a mí, preguntando lo justo.

Me enteré de que tenía una esposa, Anne, y dos hijos en Alabama. Él trabajaba de camionero para pagar el alquiler del piso donde se encontraba su familia, aunque en realidad Anne era su tercera esposa y los niños eran hijos de la primera y segunda. Todo un drama.

Me entretengo escuchando sus historias pero tengo ganas de llegar ya a mi destino, así que aprovecho para recostarme sobre el asiento, apoyar mi cabeza sobre el cristal y cerrar los ojos hasta que me duermo.

Me despierto con el ruido de la puerta. Jamie me abre y me tiende la mano para ayudarme a bajar.

- Ya hemos llegado -dice sin mucho entusiasmo.

Miro a mi alrededor atónita. Debe ser una broma: estamos en las puertas de un antro de mala muerte, un edificio oscuro y viejo, rodeado de un grupo de motoristas borrachos y yonkis puestos. Bajo del coche y al instante, uno de esos "sujetos" me grita algo así como "Oh, cariño, ¿quieres venir conmigo al motel?". Ni le miro, no vale la pena. Cada día oigo comentarios de este tipo; ya no me importan. Los amigos de este hombre le ríen la gracia y él se queda satisfecho. Recojo mi maleta y me vuelvo hacia Jamie:

- ¿Qué es esto? ¿No me había dicho que me llevaría hasta Loghlein City? -pregunto.

- Esto es Loghlein City -responde él, poniendo énfasis en la palabra "esto". Después, recoge su chaqueta y entra en el antro, despidiéndose de mí con la mano.

Yo cojo mi capa verde oscura y me la echo sobre la espalda, me ato un nudo cerca del cuello para que no se me escape con el viento, me coloco la capucha sobre la cabeza hasta que me tapa toda la cara y mi pelo pelirrojo con dos mechones blancos en el flequillo queda tapado por la tela. Me pongo unos guantes de piel negros y agarro mi equipaje firmemente. Listo, entro yo también en el edificio.


Está lleno de gente. La habitación es muy grande, como un rectángulo enorme con cinco personas por metro cuadrado. Avanzo a codazos y de repente veo lo que parece ser un cuadrilátero en el centro de la sala: está elevado un metro por sobre el nivel de la gente y con vallas de alambre al rededor. Dentro veo un hombre caer rendido y a otro que lo saca a rastras por los pies.

- Caballeros, ¡nunca había visto nada igual! -grita un mexicano con bigote que se encuentra en el centro del cuadrilátero con un micro. El presentador, supongo - ¿Alguien se atreve contra él? Venga, ¡vamos! ¿Vais a dejar que este hombre os haga perder el dinero? -el público abuchea como respuesta. De repente, un hombre calvo y robusto entra en el recinto de lucha.

- No pienso perder un centavo por tu culpa -grita violentamente, señalando hacia una esquina. Solo entonces reparo en la presencia de aquel otro hombre: no lleva camiseta y está bebiendo whisky apoyado en una de las paredes de alambre, me está dando la espalda. Hace casi omiso a las amenazas del hombre robusto.

- Sobre todo no le pegues en los huevos... -oigo susurrar al presentador al oído del calvo.

- ¡Has dicho que valía todo! -contesta éste con rabia.

- Sí, vale todo... pero se lo tomaría muy mal -suelta el presentador.


El calvo dirige su mirada al moreno sin camisa y el presentador da la señal de lucha. Se aparta rápidamente, porque éste se abalanza sobre el pobre borracho, que suelta la botella de alcohol cuando el otro le da una patada en la espalda. Cae al suelo y se queda un rato allí, parece que está demasiado borracho o herido (o las ambas cosas) como para levantarse, pero cuando el calvo le está a punto de dar una patada en la cara, el supuesto borracho se levanta y le embiste con fuerza. Justo después le propina un puñetazo sin esfuerzo, tan fuerte que deja a su contrincante sin conocimiento.

Es extraño... Me pareció oír un ruido metálico al golpearle.


Miro atónita la escena, todo el público parece impresionado y grita de furor. El hombre calvo sigue en el suelo, inconsciente, mientras el presentador grita: "Damas y caballeros, el ganador de esta noche y rey de la jaula es... ¡Lobezno!".

A mi alrededor veo decenas de puños agitándose en el aire mientras veo la cara del despiadado luchador: un hombre fuerte, con el ceño fruncido, los labios apretados y mirada de lobo.


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