Brisa

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El tiempo pasa como si nada y cuando me doy cuenta ya llevo cinco días aquí. La estancia es agradable; Logan y Sean se esfuerzan mucho por hacerme sentir a gusto mientras me recupero. Ya he empezado a salir de la habitación y pasear por el hospital (siempre de manera discreta) e incluso he visitado los jardines acompañada por Logan, que parece haber decidido no volver a separarse de mí. Incluso duerme en mi habitación. Fue por petición mía, y aunque al principio se negaba alegando que podía dormir sin problema en el pasillo y no quería que me sintiese observada, al final acabó cediendo cuando le dije que su compañía era lo que me daba fuerzas.

Por eso ahora viene a mi lado cada noche y después de hablar largo y tendido hasta altas horas de la noche, se va a la butaca de debajo la ventana y se acurruca cerrando los ojos.
Yo siento la necesidad de observarlo durante horas hasta que me quedo dormida, examinando cada facción de su cuerpo, relajándome con su respiración acompasada y sintiéndome segura solo por el hecho de su presencia.

Tres días mas tarde Sean entra en mi habitación como suele hacer para cambiarme el suero, pero esta vez solo me quita la aguja y la tira a la basura.

- ¿Y eso? -le pregunto con confianza mientras él me pasa un algodón por el brazo.

- Ya no te hace falta. Hoy he vuelto a revisar tu análisis y a penas hay rastro de la pulmonía. Mantenerte aquí ya no sirve de mucho y no te vendría mal respirar algo de aire fresco. Enhorabuena, !mañana te doy el alta!

No sé cómo mostrar mi agradecimiento. Le suelto todas las palabras amables que me vienen a la cabeza y aún así siento que no son suficientes. Él parece satisfecho con eso, así que tras explicarme que me debo tomar unas pastillas durante la próxima semana, sale de la habitación para ir a visitar otros pacientes y yo salgo corriendo tras suyo para ir a darle la noticia a Logan.

Rondo todo el edificio hasta que lo veo fuera fumando uno de sus puros.

- ¡Logan! -le grito desde la entrada, agitando la mano hacia él.

Parece que me oye a la primera, porque se da la vuelta y me mira sonriente, apagando lo que quedaba del puro contra la pared.

- ¿Que hay? -pregunta acercándose hasta donde estoy yo.

- ¡Mañana podré salir! -le grito eufórica, sin poder reprimir un gallo y mi voz aguda de niña cuando estoy emocionada.





Vuelvo a la habitación con Logan y me dispongo a empezar a hacer la "maleta" (tan solo es una mochila con las medicinas que necesitaré los próximos días y las pocas cosas que llevaba encima antes de partir).
Sean me ha conseguido algo de ropa de segunda mano para que pueda vestir con algo decente hasta que llegue de nuevo a la Escuela.

Cuando anochece soy incapaz de pegar ojo; tengo tantas ganas de que todo vuelva a la extraña normalidad a la que estoy acostumbrada... Quiero salir, viajar con Logan de vuelta con el Profesor, recibir por fin la cura. Las horas pasan y con ellas llega el alba. Justo antes de dormirme por fin, veo como Logan se pone en pie y sale de la habitación.

Finalmente cuando me despierto son ya las once de la mañana y la luz del sol ilumina toda la habitación. Por fin. Busco con la mirada a Logan mientras me restriego los nudillos por los ojos. Tal vez no ha vuelto aún.

Me ducho y me visto con la ropa que me trajo Sean y que, aunque no sea exactamente mi talla, para mí es suficiente. Son unos pantalones tejanos, unas zapatillas, un una camisa de cuadros y una chaqueta también tejana y muy holgada. Parezco salida de un grupo de grunge de los 90. Aún así me siento cómoda con ello y me dispongo a comer lo que hay en la bandeja de mi mesita; parece que Sean ha entrado mientras dormía a dejarlo allí y ni me he enterado.

X-Men: Mi inmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora