Castigo

571 40 5
                                    

Yo era la que merecía morir, no tú. No, no puede ser... Aún no me creo que eso haya pasado. No, tú no.

Ya está amaneciendo y aún no he parado de llorar. Logan por favor, perdóname. No quería hacerlo.
Ahora que lo pienso, prefería morir yo en su lugar. Daría mi vida por él, porque él fue quien hizo de la mía una vida feliz.

Mis pies arden de dolor pero sigo corriendo aún sin saber hacia donde. Hace horas que he abandonado el recinto de la Mansión X y ahora me encuentro corriendo en un bosque cercano a una carretera. Tengo hambre, quiero descansar, pero sé que si me paro un momento, las imágenes de lo que acabo de hacer golpearán mi cabeza como un martillo hasta que no sea capaz de aguantarlo más. No, debo seguir. Correr me hace centrarme en el camino; el hecho de intentar no tropezar ocupa mi mente y me mantiene distraída.

Logan, no quería hacerlo.

En algún momento tendré que parar, lo sé. Algún día necesitaré descansar y dormir, y no puedo hacerlo en el bosque eternamente. Debo encontrar una ciudad. Maldita sea, no sé ni dónde estoy. Si algo aprendí durante los años que viví en la calle es que todas las carreteras llevan a algún sitio y, tarde o temprano, terminaré por llegar a algún pueblo... O eso quiero creer.

No soy consciente del tiempo que pasa, no sé si son horas, minutos, días... Solo veo árboles y rocas sobre un suelo árido. Al menos es un paisaje bonito.

El sol se está poniendo y no he parado de avanzar ni un instante. Me cuesta respirar y mis pantalones se han roto en mil sitios diferentes por culpa de las ramas bajas. Tengo las piernas llenas de heridas sangrando por el roce con las mismas, y mis pies parecen no poder avanzar más. Me gusta esa sensación de dolor, siento como si fuera un castigo por lo que acabo de hacer. Un castigo totalmente merecido.

Cae la noche y con ella mis últimas fuerzas. Llega un momento en que caigo de bruces al duro suelo y soy incapaz de moverme. Mis extremidades no reaccionan por el cansancio, mi barriga ruge de hambre y tengo la garganta seca. Apoyo mi espalda en un gran árbol y abro por primera vez la maleta. Empiezo a sacar todo lo que llevo en ella para analizarlo con detalle y saber qué uso debo darle a cada cosa.

Hago inventario: una manta de invierno, otra sudadera, un cepillo de dientes y pasta dentífrica, una pastilla de jabón (¿en serio?), dos botellas de agua, algunas fiambreras de comida, varias manzanas, una cartera... Bingo. La abro esperanzada. En su interior encuentro £60 que no recuerdo haber puesto allí. También encuentro un mapa de los estados más cercanos a la Escuela X y algunos vales de descuento.

De cualquier forma, eso me va a servir de mucho. Al menos podré sobrevivir un mes. Tal vez más si me organizo bien y consigo algo más de dinero.

En el momento en que empiezo a guardarlo todo de nuevo en la maleta, encuentro la última cosa que metí en ella. El cuchillo.

Ahora mismo dudo del porqué lo cogí: mi mente intenta pensar que fue para defenderme si me encontraba ante algún peligro, pero en el fondo de mí, sé que era por si acababa tan desesperada como para quitarme la vida.

Como solo un bocado de un bocadillo que llevo en una de las fiambreras; la verdad es que aún teniendo hambre, soy incapaz de comer y me dan arcadas solo de pensar en hacerlo. Bebo un pequeño sorbo de agua e intento volver a levantarme sin éxito. Mis piernas no aguantan. Debo descansar, ahora mismo soy totalmente incapaz de avanzar un centímetro más. Me deslizo hasta quedar estirada en el suelo y me decido a intentar dormir, aunque sé perfectamente que no lo haré.

Y así es: paso toda la noche llorando. Ahora ya no hay nada que me distraiga y solo recuerdo una y otra vez la última imagen de Logan. Dolor. Yo no quería hacerlo.

X-Men: Mi inmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora