39. Tumbas de la gloria

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Alexandra Williams.

Se deja caer en la cama conmigo en brazos, y me río cuando rebotamos sobre el colchón suave.

Apoya su espalda en las almohadas, y me toma por la cintura para subirme sobre él. Me acomodo a horcajadas sobre sus caderas, y me apoyo en mis rodillas para ralentizar un poco el contacto de mi entrepierna contra la suya.

Pone sus manos en mis muslos, y desliza sus dedos sobre mi piel cariñosamente, pero no avanza más de allí.

El choque de sensaciones en mi cuerpo es desconcertante.

Estoy total y absolutamente desesperada por su cuerpo. No sé si alguna vez en mi vida he deseado a un hombre de esta manera, aunque al mismo tiempo quisiera encontrar una forma de demostrarle lo muchísimo que lo quiero....Y a la vez, tengo una pizca de miedo de cualquier reacción irracional fuera de mi control que pueda llegar a tener, y eso me hace sentir increíblemente nerviosa.

Bajo las manos a su cara y barro su pelo lejos de su rostro. Vuelve la cabeza ligeramente y deja un besito tierno sobre mi palma.

La ternura del gesto es como un recordatorio de con quién estoy: el hombre que se puso a cantar para consolarme, que me dijo las palabras más dulces, me permitió sentir mi dolor bajo mis términos, y sin exigirme nada fabricó pequeños momentos para ayudarme a cargar con mis cicatrices.

El hombre que me ama.

Me inclino sobre su pecho y bajo mis labios hacia los suyos para besarlo. Aunque estoy esperando precaución o inseguridad, su beso es pura ternura y lujuria contenida. Me recuerda un poco la noche de los Grammy en Las Vegas, excepto porque ahora los dos estamos menos asustados de dejar ver nuestros sentimientos reales. Sus labios se mueven sobre los míos despacio, dejándome sentir su beso en todo mi cuerpo. Cuando su lengua viene a tomar posesión de mi boca, lo hace con una sensualidad dulce y profunda, que hace que mi cuerpo se caliente no solo por el deseo, sino por algo que estoy bastante segura de que es amor.

Sus manos vienen a mi cintura mientras nos besamos larga y profundamente. Eventualmente mi cuerpo cede contra el suyo, y aunque siento la prueba de su excitación contra mi punto más sensible, por un rato se siente bien decirnos todo con besos. Hay algo vagamente dulce como de esa primera vez adolescente, con un poco de nervios y un poco de adrenalina. Nuestra relación siempre fue tan abiertamente sexual que no sé si alguna vez hemos disfrutado del placer de solo besarnos, pero esta noche lo hacemos, y cada beso se siente mágico y nuevo como si fuera el primero.

Nuestra respiración es pesada y difícil, y sé que los dos estamos excitados más allá de toda lógica, pero ninguno de los dos quiere terminar todavía con esta provocación sensual.

Sin embargo, todo mi cuerpo late de necesidad por él, así que decido dar el primer paso.

Dejo de besarlo un segundo solo para levantarme sobre mis rodillas y sacarme el vestido por la cabeza. Sus ojos están oscuros y cargados por el deseo, y su boca naturalmente llena y sensual está hinchada por mis besos, lo que lo hace lucir sencillamente delicioso.

Su mirada es tan ardiente que me atrevo a llevar las manos a mi espalda y desabrochar mi sujetador. Lo deslizo por mis brazos sin quitar sus ojos de los míos, y si creía que antes había deseo en su mirada, nada se compara con el momento en el que me ve semi desnuda.

Pone sus manos en mi espalda baja y me hace girar, para ser él quien está sobre mí. Mi espalda golpea el colchón mientras le sonrío, porque me gusta verlo perder el control así.

- Cierre los ojos – Me susurra con esa voz ronca producto de la excitación.

Mis ojos se cierran mientras mi pecho sube aceleradamente por mi respiración agitada.

No te vayas  » Juan Pablo Isaza (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora