2. Hermana

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Juan Pablo Isaza

- ¡Escondan a sus hijas, señores, porque Juan Pablo Isaza acaba de entrar en la habitación! – Anuncia mi hermana, poniéndose las manos alrededor de la boca como un megáfono

¿Por qué no la ahogué en la bañera de bebé?

¿Por qué, Dios mío? Estaba loco por tener una hermana menor, así que nadie habría sospechado de mí.

Villa, que está sentado junto a ella, aprieta los labios para no reírse.

- Que risa, Susana. No sea tan graciosa por favor – Reniego, mientras me dejo caer en el sofá junto a ella

- ¿De verdad tenía 16 años? – Pregunta mi hermana con interés – En su defensa, parecía de más

- Pues no me quedé a pedirle el documento, pero parece que si – Murmuro entre dientes. Mi hermana se ríe

- Alex debió haber estado histérica – Comenta Villa. Suspiro

- Histérica es quedarse corto – Estoy de acuerdo

- Es que controle esa verga, Isa. Ya se está pasando – Indica mi supuesto mejor amigo. Frunzo el ceño.

Siempre ha sido más discreto que yo, pero consigue mujeres con solo tronar los dedos, y los dos solíamos sacarle canas verdes a nuestra publicista.

- ¿Desde cuando está tan moralista usted? Si recuerdo bien, también era de meterla bastante en cualquier parte

- Era – Resalta él – Quemé la etapa, y usted también debería – Me dice, todo adulto y superado. Resoplo una risa

- Si, es fácil quemar la etapa cuando era usted el que se cogía de a dos, ¿O quiere que empiece a hablar de esa pareja de hermanas de la gira de verano por España el año pasado?

Susana se levanta y se va sin decir nada.

Estamos en el lobby del hotel, esperando que la gente termine de llegar para irnos a una prueba de sonido. ¿Ahora qué bicho le picó a mi hermana?

Cuando vuelvo la mirada hacia Villa, me doy cuenta de que está viendo la espalda de mi hermana con una mezcla de impotencia y...No estoy seguro acerca de la otra emoción, pero algo se siente extraño acerca de toda esta interacción.

Villa se aclara la garganta. Sé leer su cara mejor que la mía, así que veo todo el juego de emociones que pasa por sus ojos: primero, la duda. Luego, el desconsuelo. Y finalmente, la resolución.

- Necesito decirle algo – Anuncia. Subo una ceja

- Un principio ominoso – Observo - ¿Qué pasa?

- Prométame que no va a reaccionar como un loco

- Y se sigue poniendo intrigante... – Indico, subiendo las cejas – No suelo reaccionar como un loco, usted ya sabe eso

- Estoy enamorado de su hermana – Suelta así sin más

- ¿Qué dijo?

- Dije que estoy...

Veo rojo.

El tiempo se detiene por un segundo y pierdo la noción de la realidad. En un minuto, lo estoy oyendo hablar. Parpadeo. Cuando vuelvo a enfocar, estamos tirados en el suelo y estoy sobre él. Mi puño conecta con su nariz y cuando ambos huesos crujen, siento que es el sonido más satisfactorio que he oído en mi vida. Levanto el puño de nuevo.

No te vayas  » Juan Pablo Isaza (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora