26. La esperanza es más fuerte

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Juan Pablo Isaza. 

Todavía es noche cerrada cuando la siento moverse entre mis brazos, así que no debe haber pasado mucho tiempo.

Automáticamente me enojo conmigo mismo por haberme quedado dormido, y me pongo alerta cuando ella saca la cabeza de mi cuello, donde ha estado escondida todo este tiempo. Se estrega los ojos, y vuelve a acomodarse contra mí.

- Le voy a preparar algo de comer, ¿vale? – Le digo, aprovechando que está despierta, porque se supone que debería estar cuidándola, no durmiendo

No me dice nada, así que me impulso sobre mis brazos para bajarme de la cama.

Cierra sus manos sobre mi chaqueta, y me trae de nuevo a su lado.

Caigo sobre la almohada, y todo lo que vive detrás de mis costillas se encoge cuando ella vuelve a acurrucarse contra mi pecho.

- No te vayas – Me dice en una voz ronca, producto del llanto

- Tiene que comer algo – Intento razonar, aunque tampoco quiero separarme de ella

- Solo...No te vayas – Susurra

- No voy a ningún lado, nena – Devuelvo en un susurro igual de bajo.

Se acurruca en mi abrazo sin decir nada más.

Dejo que mis manos se deslicen por su pelo con toda la delicadeza que logro reunir, y se me escapa un suspiro cuando me doy cuenta de que está dormida de nuevo.

Tengo puestos los zapatos y la chaqueta, y no estoy ni remotamente cómodo en la posición en la que estoy acostado, pero me quedo quieto cuidando su sueño de todos modos.

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Alexandra Williams.

Me despierta el ruido de voces.

La luz entra tímidamente por mi ventana, aunque es una mañana fría y sin sol. Extiendo la mano a ciegas, y mi pecho se comprime cuando me doy cuenta de que estoy sola en la cama.

Mis ojos están pesados e hinchados, y con toda seguridad me veo tan horrible como me siento.

El primer pensamiento que asalta mi mente es: ¿Ya se fue?

Y ese pensamiento viene acompañado de una ola de tristeza que no tiene sentido, porque hay demasiadas cosas importantes ocurriendo en mi vida como para detenerme a pensar si solo soñé que estuvo aquí abrazándome toda la noche.

Pero entonces la vigilia se abre paso, y me doy cuenta de que la voz que escuché fue la suya...¿Y la de Matt?

Me siento erguida con algo de esfuerzo, y mi estómago vacío ruge cuando percibo el aroma a bacon que flota desde la cocina. Voy al baño, me lavo la cara y me cepillo los dientes mientras me debato acerca de si debería salir y hacerle frente a la vida, o esconderme aquí un rato más.

"Tienes permitido romperte"

Sus palabras me resuenan en la cabeza cuando voy de camino a la puerta.

Tiene razón.

La idea de la fortaleza y la felicidad permanente es tóxica, y francamente estúpida.

La absoluta realidad es que no estoy bien, y no hay razón para fingir lo contrario, porque la cuestión es que si estoy en pedazos, y luego de una noche protegida por su abrazo, yo tampoco le temo a esos pedazos.

Así que vuelvo a la cama, y me permito descansar un rato más antes de volver a ponerme la armadura y enfrentarme al mundo.

Estoy volviendo a quedarme dormida cuando la puerta se abre. Separo mis párpados lentamente y mi corazón patea una serie de latidos exagerados cuando lo veo cerrar cuidadosamente la puerta tras él con una mano, pues en la otra viene cargando precariamente una bandeja con comida.

No te vayas  » Juan Pablo Isaza (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora