Extra

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Un año y 10 meses antes.

Susana Isaza.

Una mano se desliza con dulzura por mi pelo y me lo aleja del rostro.

Luego, siento la caricia en mi mejilla. Aunque los dedos son ásperos igual que los míos, la caricia es dulce.

Salgo poco a poco del sueño, pero no abro los ojos, porque no quiero que esa caricia dulce se termine.

- Arriba, fresa. Nos tenemos que ir – Me dice su voz.

No abro los ojos, porque me gusta oírlo hablar, pero me acurruco.

Me doy cuenta de que me estoy acurrucando contra él, y me está dejando. Huele a una colonia cara, la misma que recuerdo de la primera vez que bailamos juntos, cuando yo tenía 13 años. La misma que se quedó pegada en mi vestido cuando me besó por primera vez para convencer a mi ex novio de que ya me había olvidado de él.

Y lo hice.

He deseado volver a besarlo desde ese día, cuando yo tenía 18 años y él 22. Ya entonces era distraídamente guapo. Solo el mejor amigo de mi hermano, que solía ser demasiado flaco y tenía por costumbre no lavarse el pelo. Pero la pubertad fue benévola con él, y pulió sus facciones de una manera injusta. Su cara se perfiló lo suficiente para darle esa mirada soñadora, y esa sonrisa que aniquila.

Ese beso del que él ni se acuerda cambió todo, al menos para mí.

Pero no importa, porque soy la hermanita de su mejor amigo, lo que hace que para él solo sea un amigo con tetas, en el mejor de los casos. En el peor, y estoy segura de que este es el que predomina, solo piensa en mí como una hermana, y no se ha enterado de que ya no soy una niña.

- Sé que estás despierta – Me dice, mientras agarra un mechón de mi pelo y lo enrosca en su dedo

- Déjame – Me quejo, mientras echo un brazo alrededor de su cintura para tenerlo cerca.

Me gusta abrazarlo.

Últimamente hemos estado componiendo juntos compulsivamente.

Nunca me había entendido así para escribir con nadie, excepto con mi hermano. Siempre pensé que solo podía escribir de esta manera con alguien que aprendió a componer conmigo, y que ve la vida de una forma tan similar a mí, pero no es cierto.

No tengo casi nada en común con Villa, excepto lo profundamente que amamos la música y a mi hermano, y aun así escribimos juntos como si habláramos un idioma único que solo los dos entendemos.

- Tengo una prueba de sonido, fresa. Me tengo que ir

- Pues vete – Reniego

- No quiero – Murmura

O creo que dice eso.

Mis párpados se separan y subo la cabeza para mirarlo. Está despeinado, somnoliento y obscenamente guapo. Que injusticia.

Baja una mano y aparta el pelo de mi cara. Algo que no te dicen con todo el empoderamiento curly girl y toda esa mierda es que tener rizos significa que te vas a levantar DESPEINADA, así que mientras él luce como un comercial de Calvin Klein, yo debo parecer un espantapájaros.

Se queda mirándome, y siento el sonrojo subir a mis mejillas de ese modo dramático y exagerado que hizo que empezara a llamarme "Fresa".

Me sonríe.

- ¿Por qué estás sonrojada? – Me pregunta en voz baja

Ah, no. No quieres saber la respuesta a eso, cariño.

No te vayas  » Juan Pablo Isaza (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora