25. Pedazos

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Juan Pablo Isaza. 

Un mes después.

No puedo parar de reírme mientras intentamos levantar el colchón de mi cama de hotel.

Grabar en habitaciones no es nuevo para nosotros, pero necesitamos de una pizca de insonorización que no estamos logrando.

Acomodamos el colchón entre risas, y la maldita cosa vuelve a desplomarse contra nuestras cabezas. Aitana sube un brazo para protegerse, pero es demasiado pequeña, así que yo termino cargando con todo el peso del colchón, lo cual no sería un problema si no estuviera sosteniendo un micrófono, lo que me deja tratando de agarrar la maldita cosa con una sola mano.

No lo logro.

El colchón nos cae encima.

Terminamos los dos sentados en el piso con el colchón sobre nuestras cabezas.

- Pues aquí abajo está insonorizado – Señala ella entre risas

- No es el estudio de grabación más cómodo, pero no parece que vayamos a lograr nada mejor – Me río - ¿Grabas aquí?

- Si logras meter todo aquí abajo, no veo por qué no

- Vale. Sostén esto

Ella sube los brazos para que el colchón no la aplaste mientras yo me arrastro fuera de la maldita cosa y agarro mi computador, el soporte del micrófono y unos audífonos de diadema para cada uno.

Ella empieza a calentar la voz, y cuando llego debajo del colchón con ella, está haciendo ruidos incoherentes que solo hacen todo aún más gracioso.

Aunque hoy estuvimos grabando todo el día, esta canción pareció surgir de la nada, y no queremos renunciar a ella, así que supongo que habrá que improvisar.

- Vamos a grabar solo el primer verso, para ver cómo suena esto – Le digo

- Vale – Me responde mientras se pone los audífonos.

El colchón dibuja una especie de pirámide debajo de la cual estamos, y bloquea casi toda la luz de la habitación. Cuando la pantalla de mi computador salta a la vida, nuestra pequeña cueva queda iluminada por luz azul. Su rostro se ve aniñado y dulce, y sus ojos parecen brillantes y felices. En este preciso momento también soy feliz de estar con ella, pero hay algo que parece faltar.

Los sentimientos que solía tener por ella están ahí en algún lugar, pero no son exactamente iguales, y no entiendo por qué. La anhelé más que nada, pero en algún momento eso cambió, y mi mente no logra ponerse al día con esa revelación.

Subo mi dedo índice y, cuando lo bajo, ella empieza a cantar.

Esa voz siempre va a ser un problema para mí, porque cada que la escucho cantar, mi corazón se desboca. Solo la miro mientras canta, y sus ojos también están en los míos. Escribimos una canción muy buena, y la cuestión es que su voz hace que cualquier cosa se vuelva magia.

Vuelvo a subir el dedo índice. Ella para de cantar.

- Hay eco – Le digo – Pero me gusta. Agrega un efecto diferente

- Me gustas como productor – Me responde en voz baja. Sonrío

Ella levanta una mano y acaricia suavemente mi mejilla. Su toque envía un recuerdo de viejo cariño a mi pecho, pero también hay una sensación rara y difícil de explicar ante su contacto.

Mi celular suena y rompe el momento. Ella baja la mano rápidamente, como si alguien nos fuera a regañar a través del teléfono. Me toma un segundo espabilarme lo suficiente para contestar.

No te vayas  » Juan Pablo Isaza (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora