Brasilia, BRASIL - Noviembre 2041 (Traducción del portugués)

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El ministro de Guerra entró en el despacho presidencial sin golpear.

—Paulo.

El presidente brasileño se mostró furioso al ser interrumpido en su videojuego de tenis. Le estaba "rompiendo el trasero" a un argentino que tenía una coordinación sencillamente terrible.

—¡Jacobo, ahora no! De todos modos, ya sé lo que tienes para decirme: que el sur está invadido por los argentinos. Pero te diré que nosotros estamos dominando la parte norte de la Argentina, ¡y me quedaré con esas provincias! Y estamos por destruirlos en la nueva "batalla del Río de la Plata". Y cuando termine con la bendita Argentina... No sólo seguiré produciendo su vacuna, sino que además...

—¡Paulo, no vine a hablarte de eso! —interrumpió el señor Prieto.

—Ah, ¿entonces qué quieres?

—Al parecer, durante estas semanas los líderes de El Sur es Mi País se estuvieron organizando. Y, por supuesto, defendiéndose de los ataques de las tropas argentinas. Pero ahora, ya organizadas, como tú podrás imaginarte, están aprovechando las circunstancias bélicas para...

El ministro no pudo terminar. Joacunda salió disparado de su asiento y comenzó a soltar un grito tras otro, todos con frases que incluían insultos.

—¡No dejaré que se separen de la República Federativa del Brasil! ¡Juntos somos más fuertes! ¡Y justamente en este momento necesitamos estar todos unidos para destruir de una vez y para siempre a la maldita Argentina!

Prieto puso los ojos en blanco y suspiró. Ya estaba harto de oír siempre las mismas tonterías.

—Paulo —dijo, harto—, lamento decirte que tienes que elegir. Porto Alegre, Florianópolis y Curitiba, las capitales de los tres Estados, están protagonizando increíbles incidentes que incluyen a la policía civil y militar. ¡Parece que esto va en serio! Y seamos honestos: a estos insurgentes nunca se les había presentado una oportunidad tan perfecta. Así que tienes que elegir: o continúas la guerra con la Argentina, o reprimes a estos revolucionarios. Si estás tan obsesionado con quitarle territorio a la Argentina, antes fíjate de no perder los Estados australes, que en cualquier momento podrían constituirse en un nuevo Estado, y quizás aliado de Argentina.

—¡No digas insensateces! Nunca se unirían al bando argentino, ¡si Argentina ha destruido sus ciudades! —exclamó Joacunda.

—Sí, pero lo que ven ellos es que tú, o Brasil simbólicamente, no los ha defendido como correspondía; que en su lugar está concentrado en estupideces, como ganar una guerra absurda y sin fundamento, y quitarle territorio a la Argentina; y, por supuesto, el hecho de que Brasil esté produciendo ilegalmente la vacuna de otro país, pues... Eso no le cae bien a nadie.

—¡¿Pero es que no se dan cuenta de que produzco la vacuna argentina pero para vacunarlos a ellos?! ¡A todos!

El ministro miró al presidente como si fuera estúpido.

—¿En serio, Paulo? Esfuérzate más, por favor.

—¡AAAAAAAAAA! —gritó Joacunda de pronto, con los puños bien cerrados, las venas marcándose en su rostro y sus brazos, y su piel bien enrojecida—. ¡YA ESTOY HARTO DE TODO! ¡Y DE TODOS! ¡DE TODOOOOOS!

—¡Paulo, cálmate ya mismo! —gritó Prieto—. ¡Eres el presidente de la República Federativa de Brasil! ¡Tienes que mantener la calma! ¡Ya basta!

—¡NO PUEDO!

Prieto se acercó al presidente y casi le dio vuelta la cara de una fuerte bofetada. Joacunda se quedó quieto como una estatua y abrió bien los ojos. Miró a su ministro de Guerra como si estuviera a punto de asesinarlo pero, en su lugar, dijo:

—Oh... Gracias. Me siento un poco mejor.

—¡Mantén la calma! Por una vez en tu vida, tienes que pensar bien y hacer lo que corresponde. ¡Lo que corresponde!

El presidente brasileño bajó la mirada, cerró los ojos e intentó convocar a la serenidad. Unos segundos después, volvió a abrir los ojos.

—Maldita sea —masculló, derrotado.

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