Moscú, RUSIA - Septiembre 2041 (Traducción del ruso)

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Fiodor Boriso, el presidente ruso, leía atentamente un informe en su escritorio del despacho presidencial de la Casa Blanca Rusa.

—Primero Estados Unidos —dijo con notable rabia en su voz al pronunciar el nombre de ese país—, luego Inglaterra —puso los ojos en blanco—, ¡luego Argentina! Y hasta los brasileros parece que ahora saben hacer vacunas... Esto es inadmisible.

—Pero real —contestó el primer ministro ruso, llamado Yuri Livio—. El mundo está produciendo vacunas mucho antes de lo que esperábamos. ¡Y encima producen muy rápido!

—Sí... Pero ninguna de esas vacunas tiene la efectividad de la rusa —rio Boriso—. Ninguna llega al cien por ciento.

El primer ministro también se rio.

—Por supuesto que no —convino—. Y Rusia, además, ha llegado ya a producir millones y millones de dosis. Todo el mundo nos comprará la vacuna a nosotros, y muy pocos a esos países, cuyas vacunas no son tan efectivas y seguras como la nuestra.

—Exactamente —sonrió el presidente ruso—. Ahora, por favor, ve a buscarme la botella de vodka. 

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