Pekín, CHINA - Febrero 2041 (Traducción del chino mandarín)

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La pantalla gigante se apagó y volvió a subir. El presidente de la República Popular China, un anciano calvo llamado Ho Shungi, se tomó toda el agua que había en el vaso que su asesor le había dejado sobre el escritorio, sobre el cual había una fotografía enmarcada del señor Shungi turisteando por París.

—Nunca fue tan divertido firmar acuerdos —dijo mientras se recostaba en su asiento. De pronto alguien golpeó la puerta del despacho—. ¿Sí?

—Su Excelencia, han llegado las notificaciones de Japón y Corea —dijo un hombrecillo luego de abrir la puerta.

—Acérquemelas, por favor —dijo el presidente chino.

—Por supuesto, Su Excelencia.

El hombrecito entró y dejó unos papeles sobre el escritorio.

—Y lléneme esto con agua. Natural, por favor —dijo Ho Shungi entregando el vaso.

—Por supuesto, Su Excelencia.

El hombrecillo subió y bajó la cabeza antes de dar media vuelta y retirarse.

—Ah —suspiró Ho Shungi, quien tenía la costumbre de hablar solo—, que alegría que Corea haya vuelto a ser un solo país —dijo mientras revisaba los papeles. Los leyó con atención—. Ah, ¿por qué hacen la letra tan chiquita?

El presidente chino abrió un cajón del escritorio y tomó unas gafas con gran aumento. Se las colocó y siguió leyendo. Asintió con la cabeza y luego procedió a firmar los papeles.

—Chino, japonés, coreano. Chino, japonés, coreano. Chino, japonés, coreano —repetía mientras firmaba—. Ah —volvió a suspirar—. La población de este bello país se queja de que las familias sólo pueden tener un hijo. Bueno, dentro de un tiempo ese problema quedará, eh, resuelto. Sacrificio antes, sí. Pero quedará resuelto.

Se oyeron golpes en la puerta nuevamente.

—¿Sí?

—Su Excelencia, le traigo su agua —dijo el hombrecillo abriendo la puerta.

—Ah, gracias.

—Recién salida de la cascada —sonrió el hombrecito mientras apoyaba el vaso en el escritorio del presidente.

—Gracias —repitió este.

—De nada —el hombrecillo subió y bajó la cabeza—. ¿Algo más, Su Excelencia?

—Sí, regrese las notificaciones, por favor. Acabo de firmarlas.

—Muy bien, Su Excelencia —dijo el hombrecito recibiendo los papeles. Subió y bajó la cabeza una vez más antes de darse vuelta y retirarse. 

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