—A mí lo que me molesta es la soberbia de ese hombre, ¿entendés? —dijo Alejandro Galván, el presidente uruguayo. Nervioso, abría y cerraba la tapita de su termo, que estaba sobre el escritorio.
—Ya veo —contestó Sisox.
—No necesito que me diga que soy un país chico sin... mucho que ofrecer. Bueno, no, basta de tirarnos abajo. Uruguay tiene mucho para ofrecer.
—Ya veo —repitió Sisox—. Vacas, carne, leche.
—No sólo eso, Sisox, me estás haciendo quedar mal.
—Claro —dijo la pantalla gigante.
—Ay, Dios mío, debo ser el único presidente que habla con vos —dijo Galván.
—Es probable.
—Bueno, basta. Llamá a Brasil que necesito arreglar ese acuerdo económico. ¡Por favor! Que deje de rechazarnos. ¿Vos decís que nos va a rechazar de nuevo?
—Es probable —repitió Sisox antes de que el despacho presidencial se llenara de color verde. La bandera brasileña apareció en la pantalla gigante. El presidente uruguayo esperó con ansias, muy nervioso, pero de pronto la pantalla se puso negra de nuevo. Galván golpeó el escritorio con fuerza.
—Puta madre.
—La misión fue un fracaso —dijo Sisox.
—¡Callate! Sisox, decime alguna frase, algún dicho, algo que me levante un poco —dijo el presidente.
—Bollo crudo, engorda el culo —dijo la pantalla gigante. Galván, furioso, agarró el control remoto y la regresó arriba.
—Por Dios.
El presidente se quedó pensando en algo por un momento. Luego suspiró y volvió a pedirle a la pantalla que bajara.
—Aquí estamos —dijo Sisox.
—Mostrame Argentina.
—Enseguida.
El presidente Martini apareció en la pantalla tomando café.
—Siempre café este hombre. ¿Y el mate? Mostrame Brasil —dijo Galván.
—Enseguida —dijo Sisox. Apareció en la pantalla el despacho presidencial del Palacio de Planalto, pero no había nadie.
—Ah, debe estar jugando al golf. ¿Será por eso que no me atendió?
—Cada uno ve lo que quiere ver —dijo Sisox. El presidente resopló.
—Ya basta con las frasecitas. Mostrame, eh, Chile.
—Enseguida.
En la pantalla gigante apareció el presidente chileno firmando unos papeles.
—Aburrido. Mostrame México —dijo Galván.
—Enseguida —dijo Sisox. En la pantalla apareció el presidente mexicano con un sombrero de charro en la cabeza y música alegre sonando. El presidente bailaba con algunos de sus ministros y asesores. Alejandro Galván abrió bien los ojos.
—No puedo creer lo que ven mis ojos.
—Hay quienes la pasan bien —dijo Sisox.
—Shh, silencio —dijo Galván. Miraba incrédulo al presidente mexicano. Ahora estaba en un trencito, agarrando a uno de sus ministros y siendo agarrado por atrás por uno de sus asesores—. ¿Pero este hombre no tiene conciencia de nada de lo de la pandemia, el virus...? ¿No se preocupa por su población? ¿No toma medidas ni nada?
—¿Debo contestarle? —preguntó Sisox. Galván puso los ojos en blanco—. Lo vi.
—Callate, Sisox. Mostrame, eh... Dejá, no me muestres nada. Me voy a calentar el agua.
—Suerte.
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2041
Fiksi IlmiahA fines de 2040, una nueva variante de un virus ya existente comienza a expandirse por todo el mundo, desde Rusia. Las agencias de investigación de las potencias de Occidente buscan desentrañar la verdad y aplicar represalias. Mientras tanto, una ab...