La Paz, BOLIVIA - Abril 2041 (Idioma original)

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El presidente del Estado Plurinacional de Bolivia se llamaba Rafael Caligo y era aún más pálido que el presidente brasileño. Era alto, musculoso y colorado. Así, su etnia era más similar a la comúnmente atribuida a los alemanes, y no tan similar a la de la mayoría de los bolivianos.

En cuanto a carácter, Caligo era un hombre serio y decidido. Su reputación había aumentado considerablemente luego de "quitarle", a través de un arbitraje desarrollado en la ONU, territorio a Chile. Así, desde el 2035 —año en que se disolvió la organización internacional— Bolivia tenía salida al mar y la superficie de Chile se había visto reducida. Ambos Estados habían estado a punto de ir a guerra, y al presidente Caligo no le temblaba el pulso en absoluto: los países más poderosos de la región, como Argentina —histórico rival de Chile— y Brasil estaban de su lado. De todas formas, la intervención del papa Tiburcio I —férreo opositor de la guerra y amante empedernido de la paz— fue determinante para apaciguar las aguas y solucionar el conflicto a través del arbitraje. Esta victoria le permitió a Caligo ser reelecto en el 2038.

—¿Has oído el discurso del presidente mexicano? —le preguntó el ministro de Relaciones Exteriores, llamado Osvaldo Julipato. Utilizaba un cubrebocas negro, al igual que su interlocutor.

—Sí. Ese hombre está, cuando menos, loco —contestó el presidente boliviano. Sobre su escritorio había una fotografía enmarcada de una alpaca—. Se trababa, repetía cosas, parecía estar en otra galaxia. Pero no es la primera vez que lo veo así.

—Sí, es todo demasiado extraño... Por cierto, ¿qué piensas de la carta que ha enviado Aricunda?

El señor Caligo se encogió de hombros.

—Falsedad —soltó—. Es obvio pero también esperable y hasta... lógico. Chile nos odia y siempre nos odiará, mucho más ahora que le sacamos territorio. Aunque pasen los años, los chilenos van a seguir sin entender el sufrimiento de los bolivianos después de la Guerra del Pacífico.

—Sí, lo sé —dijo Julipato—. Honestamente, me sorprendió que te enviara una carta por tu cumpleaños.

—Sí, pero te digo, es pura falsedad. Además, de los presidentes que ha tenido Chile en los últimos años, este... me provoca mala espina. Tiene algo... un aura negativa y oscura. No, no me agrada en absoluto.

—Sí... —dijo un pensativo ministro—. Yo pienso lo mismo. Pero bueno. ¿Quieres que te traiga algo para tomar?

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