Londres, INGLATERRA - Diciembre 2041 (Traducción del inglés)

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El señor Clinton se puso a pensar una vez más si había valido la pena volver a formar parte de la Unión Europea. Sus "pares continentales", como él los llamaba en su mente, aún seguían mirándolo con desconfianza. No le sorprendía; sabía que todos envidiaban la grandeza y supremacía inglesa, aun aunque Escocia e Irlanda del Norte ya no formasen parte del antaño Reino Unido de Gran Bretaña. Inglaterra seguía siendo la gran potencia de toda Europa... Bueno, si hiciéramos de cuenta que Alemania, Francia y... —casi— Italia no existen.

La CEV —Conferencia Europea Virtual— era nuevamente dirigida por Inglaterra, ya que era el primer ministro inglés quien la había convocado. Su pantalla gigante estaba dividida en numerosos rectángulos pequeños en los que figuraban los mandatarios y las mandatarias de los diversos Estados que integraban la comunidad europea.

—Buenas tardes, damas y caballeros. Les he solicitado asistir a esta reunión de urgencia para ponerlos al tanto de lo que mi excelente servicio de inteligencia ha descubierto.

El presidente de la República Italiana hizo un gesto con una mano, como preguntándose "¿y ahora qué?" El canciller alemán, un hombre casi tan pálido como el presidente boliviano, puso los ojos en blanco disimuladamente.

A continuación, el primer ministro inglés habló sobre la alianza y complicidad de Rusia, China, Ucrania, Corea, Japón y México en la creación del hantavirus para reducir la superpoblación de ciertos países como China, Corea y Japón. Los diversos mandatarios se fueron asombrando a medida que oían la noticia. El señor Clinton contestó las preguntas que hicieron —a su criterio, preguntas estúpidas—, y luego quiso asegurarse de que todos los oyentes estuvieran del lado correcto.

—Ustedes, damas y caballeros, como integrantes de la Unión Europea, y como seres pensantes que se oponen a la gran locura de estos locos que han enfermado a sus pueblos hasta matarlos, asumo que apoyan la causa occidental, y estarán de acuerdo en coordinar fuerzas para intervenir militarmente cuándo y dónde creamos más conveniente.

—Señor Clinton, ¿sugiere usted que este es el inicio de la tercera guerra mundial? —preguntó el presidente francés, no muy convencido. Habló en inglés, ya que este seguía siendo el idioma internacional.

—Bueno, estallará una guerra sólo en caso necesario —contestó el primer ministro inglés—. Lo ideal sería resolver todo por la vía pacífica siempre, pero... Tratándose de estos países y de sus líderes, que están más locos que una cabra... La verdad es que no sé qué es lo que nos espera.

—Pues, las fuerzas españolas estarán siempre del lado de la causa occidental —dijo el presidente español con determinación. Tras él, casi todos los demás expresaron su idéntica postura.

—Genial, muchas gracias, es bueno saberlo —finalizó Clinton con una leve (y falsa) sonrisa. 

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