CDMX, MÉXICO - Diciembre 2041 (Traducción del inglés/Idioma original)

8 3 0
                                    

La pantalla gigante iluminó el despacho presidencial del Palacio Nacional con la bandera de los Estados Unidos. El vicepresidente —ahora presidente— mexicano, Alfredo Catán, puso los ojos en blanco y soltó un suspiro.

—Atender.

El rostro enrojecido del señor Wellington apareció en la pantalla.

—¿Cómo está, señor? —habló en inglés. Catán tragó saliva e hizo su mayor esfuerzo para comunicarse en el mismo idioma, aunque su pronunciación era simplemente terrible. No comprendía por qué el presidente estadounidense se veía tan molesto. No era el primer mandatario que videollamaba a México aquella tarde; ya varios presidentes habían videollamado para expresar su lamento por la muerte del jefe de Estado mexicano.

—Pues bien no, claro está —dijo—. Mi compañero, Rigoberto, lamentablemente no ha resistido al virus, así que... Ahora mismo estaba organizando su funeral. Una nueva etapa comienza en mi querido México, ahora conmigo al mando. Y esa es muchísima responsabilidad.

—Señor Catán, le informo que los Estados Unidos ya están al tanto de que México, todo este tiempo, ha sido aliado de Rusia, China, Corea, Japón, Ucrania... Y no sé qué otro país más.

Catán cerró sus puños con fuerza.

—No tengo idea de lo que me está hablando, señor —dijo. Wellington se mantuvo tan serio como siempre.

—Por supuesto, no puedo saber si usted fue parte de esta terrible operación o no, pero no le daré el beneficio de la duda —dijo—. Le aseguro que me encargaré de que sea desplazado del cargo y de que se ponga en juego la cadena de sucesión mexicana.

—¡Suficiente! —estalló Catán, y pasó a hablar en español—. ¡¿Quién demonios se cree que es usted, que son todos ustedes los estadounidenses, para entrometerse en los asuntos de otros países?! ¡¿Qué cree usted que le da derecho a videollamarme para decirme estas cosas si fuera mi jefe?! ¡Como si yo a usted le debiera algo! ¡Yo o todo el pueblo mexicano!

—¡¿Pueblo mexicano?! —el presidente Wellington, increíblemente, también estaba hablando en español ahora—. ¡¿Desde cuándo le importa a usted su pueblo?! ¡Se ha aliado con los países que se encargaron de crear un virus para asesinar a su propia población! ¡¿Se da usted cuenta de la locura que es esa?! ¡¿Cómo es que pudo ser tan cruel?!

—¡Ese es asunto mío! Ya he tenido más que suficiente! —exclamó Catán antes de cortar la videollamada. Acto seguido, hizo volar todo lo que estaba sobre su nuevo escritorio. 

2041Donde viven las historias. Descúbrelo ahora