Buenos Aires, ARGENTINA - Octubre 2041 (Idioma original)

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Gabriel Martini miraba por el gran ventanal de su despacho presidencial. Se veía agotado y algo entristecido. Lo cierto es que la Reunión Interamericana en Washington lo había afectado notoriamente. A pesar de que no lo demostró en ningún momento, se había sentido débil, vulnerable.

Si no te hubiera dado ese berrinche, mamá y papá estarían acá.

No le des bola, Gabi. Ya sabés cómo es Rulo.

Pero tiene razón. Yo le saqué a papá y a mamá. Si no me hubiera dado ese berrinche...

Julieta intentaba consolarlo, él lo sabía. Pero también sabía lo que sabía. Lo que había hecho. Y aunque en aquel entonces fuera muy chiquito, aún no había podido perdonarse. Y sentía que Rulo no iba a descansar hasta hacerlo pagar. Le dolía que todo el tiempo buscara desestabilizarlo, lastimarlo. Pero también sabía que él le había hecho doler. Y mucho. Le había sacado a mamá, a papá. A Julieta.

Ella lo había visto. Y él, Rulo, la había visto a ella. Martini había visto cuando ambos se miraron. Él la miró con reproche, de la misma forma en que lo miró a él. Ella le había corrido la mirada para encerrarse luego nuevamente en la habitación. ¿Él seguía enamorado de ella, después de tantos años?

—No sólo me sacaste a mamá y a papá. ¿Ahora me sacás a Julieta? Siempre fuiste así, siempre te quedaste con todo lo que yo quería —le había dicho Rulo una vez, antes de entrar a una clase en la facultad.

Por eso él, Rulo, se había quedado con el cubo mágico original, con el que los dos jugaban cuando eran chicos. No iba a permitir que él también se quedara con el cubo. ¿Pero por qué era tan importante para él?

Martini se dio vuelta y se apartó de la ventana. Aunque ahora estaba un poco más tranquilo, hasta hacía un rato todo su cuerpo estaba temblando. El director del AFI se había comunicado con él y le había dado una noticia terrible: la vacuna que estaba produciendo Brasil era, básicamente, idéntica a la argentina. Sí, estaba hecha con los mismos ingredientes y de la misma forma. ¿Coincidencia? No. Alguien le había pasado la información a Joacunda.

Martini sentía que eso era un montón, que eso excedía cualquier límite. Y le costaba darse cuenta de qué era lo que tenía que hacer a continuación. Se preguntaba qué haría un buen presidente. Porque él no quería ser presidente, él quería ser astronauta.

No sabía qué pensar, qué hacer. Alguien le había pasado información a Joacunda, alguien que de alguna forma había accedido a la "receta" de la vacuna. ¿Acaso había algún traidor entre sus funcionarios, entre sus ministros? A Martini le aterraba la idea.

Joacunda le había clavado sus penetrantes ojos cuando entró en el baño. El presidente brasileño había ido allí luego de la vergonzante escena que había tenido que soportar.

—¿Y ahora qué querés? —escupió apenas lo vio. Martini notó que tenía el rostro enrojecido.

—Perdón por lo que dije, pero... me sacaste —contestó el mandatario argentino.

—¡Andate de acá! ¡No me querés conocer enojado! ¡No me importa nada de lo que digas, Brasil siempre va a ser mucho mejor que Argentina!

—¡Esto no es una competencia! ¡¿Cómo podés decir esas cosas después de todo...?!

—¡CALLATE! —gritó Joacunda antes de salir del baño a toda velocidad.

Martini sacudió la cabeza. Tenía que dejar de pensar en todas esas cosas. Pero de pronto recordó otra secuencia de la Reunión Interamericana en Washington: Joacunda y Galván hablando sobre las inversiones que el primero le había enviado al segundo. Uruguay, Galván...

Martini se puso de inmediato a revisar todo el despacho presidencial de la Casa Rosada. Todo salió mucho mejor de lo que esperaba: sólo tardó unos minutos en encontrar lo que buscaba.

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