Washington D.C., EEUU - Diciembre 2041 (Traducción del inglés)

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El presidente Wellington se sorprendió al enterarse, gracias al canal de noticiosos que sintonizaba siempre en Sisox, de que las tropas argentinas estaban retrocediendo en el territorio brasileño, cuando estaban a tan poca distancia de la megalópolis de San Pablo. Al mismo tiempo, las tropas brasileñas hacían lo propio en territorio argentino, y la Marina de Brasil suprimió el bloqueo al puerto de la ciudad de Buenos Aires.

Frunció el ceño. Pensaba comunicarse más tarde con los mandatarios de dichos Estados americanos. Pero en ese momento estaba esperando a que el primer ministro inglés lo videollamara. Le había dicho que se comunicaría con él en cuanto tuviera más información de la que le proveía el MI6.

Finalmente, en la pantalla gigante apareció la bandera británica —el señor Clinton aún se negaba a utilizar la bandera inglesa— y se oyó el característico sonido de que se estaba recibiendo una videollamada.

—Atender —dijo Wellington. La bandera británica desapareció y el primer ministro inglés apareció en su lugar.

—Wellington, ¿cómo le va?

—Bien, supongo. ¿Qué me cuenta usted, Clinton?

—Tengo algo muy importante que comentarle —dijo el primer ministro, serio. El presidente estadounidense cambió la expresión de su rostro y prestó más atención.

—Dígame.

—Mis espías del MI6 han seguido investigando y... Han descubierto algo que me sorprendió pero a la vez no tanto. Pero no deja de ser increíble y sorprendente.

—¡¿Qué?! —Wellington casi se arrojó sobre su escritorio.

—Rusia no sólo se alió con China y Corea para crear este maldito virus y provocar esta maldita pandemia, sino que también se aliaron con otras naciones —informó Clinton.

—¡¿Cuáles, hombre?!

—Japón, Ucrania y México. Al menos.

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