Dolor

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Regresé a casa con cientos de preguntas rondando mi cabeza y cada segundo más haciéndome suposiciones mucho más fuertes que las anteriores. Santi y el Sr. Avellaneda se encontraban aún en mi apartamento, pero no tenía ganas de hablar con ellos, por lo que les aseguré que nada malo había sucedido y les dije que se fueran a sus casas, aún cuando sabía que ellos habían escuchado toda la conversación con Wesley. Necesito un poco de paz. Quiero desconectarme de todo y no saber de nada por un breve lapso de tiempo. No sé si pueda seguir soportando toda esta situación sin perder los estribos.

Cada vez me encuentro más lejos de conocer la verdad. Los días siguen siendo tan oscuros como el primer momento en el que Abigail no regresó a nuestro apartamento. Vivir encerrada en estas cuatro paredes se ha convertido en un verdadero infierno. Su recuerdo quema mi alma de a poco. Su muerte me tiene atada de pies y manos; lo que más deseo es justicia. Eso es lo único que le pido a la vida, pero lastimosamente en este país la muerte de una persona no significa absolutamente nada.

Al final terminé haciéndole caso a Wesley, pues sus palabras se me hicieron verdaderas. Dejé de investigar a Royce Ford, pero han pasado casi tres semanas sin que me dé alguna señal de vida. Ya no sé si hice bien o no en depositar mi confianza en ese hombre, después de todo, ellos comparten algún tipo de vínculo.

En vista de que no pude permanecer un segundo más en el apartamento que compartía con mi hermana, tomé la decisión de venderlo y me mudé. Su ausencia es un gran peso. Y, aunque me duele mucho irme de un lugar donde cumplimos tantos sueños y compartimos tantas cosas juntas, es lo mejor para mi propio bien. Llevo noches enteras sin pegar un ojo, pensando en lo horrible que lo tuvo que haber pasado. Su muerte es una constante pesadilla que no logro sacar de mis pensamientos.

—¿No crees que es un lugar muy pequeño, Nat? Sabes que puedes vivir conmigo, ¿no?

El nuevo apartamento es muy pequeño a comparación de dónde vivía anteriormente, pero para mí este lugar es perfecto.

—Lo sé, pero es perfecto para una mujer solitaria. Gracias por estar siempre conmigo, Santi, aunque sabes que lo último que quiero es incomodar tu hogar. No creo que a Juli le sienta bien verme en su casa todos los días.

—No seas boba, para eso estamos los hermanos, ¿no? Juli sabe perfectamente por lo que estás atravesando. Estoy seguro que él nunca se negará a que vivas con nosotros. Por lo menos piénsalo — me abrazó tiernamente, dejando un beso sobre mi frente—. No puedo dejarte sola, no cuando pides a gritos una compañía así sea silenciosa. No te encierres en ese dolor, no te traerá nada bueno. Verás que encontraremos al culpable de la muerte de Abi y le haremos pagar.

—Tengo miedo y me frustro, porque mi hermana murió en manos de una persona que no tiene ningún tipo de corazón. Su vida le importó una mierda... — estallé en llanto, liberando lo que hace mucho tiempo estaba reprimiendo—. ¡Nadie tiene el derecho de quitarle la vida a alguien, así porque sí! Abi tenía una vida por delante, sueños que cumplir y un maravilloso futuro como abogada. Ese maldito se lo quitó todo, ¡nos lo quitó todo a nosotros! No te imaginas lo mucho que la extraño. Me arrancaron mi media mitad sin importarles que era una parte esencial de mí. Ella...

—Saca todo eso que llevas por dentro. Aquí estaré yo para cuidarte y llorar contigo — me apretó más contra su pecho, sacando también esas lágrimas que destrozan los huesos y el alma rápidamente.

Estuvimos recordando nuestras anécdotas entre la risa y el llanto. Desde hace muchos años siempre habíamos sido los tres, y no tenerla a nuestro lado siendo esa chispa de diversión en este trío incompleto, es  amargo y doloroso.

Perdimos incluso la noción del tiempo, que ni en cuenta caímos cuando ya nos encontrábamos bebiendo como si no hubiera un mañana y dejándonos llevar por esa marea de recuerdos alegres y dolorosos que nos había azotado sin compasión. Entre cada uno de los tragos amargos que íbamos bebiendo, el dolor, la tristeza, la soledad, la rabia y la impotencia se agudizaba en nuestros corazones.

Santiago se quedó dormido a media noche, completamente ebrio y envuelto en llanto.

—Descansa — besé su mejilla, lo arropé y salí de la única habitación hacia la sala.

La ansiedad y el cumulo de sentimientos me llevó a fumar de nuevo. Hace meses había dejado el vicio, pero ahora es cuando más lo necesito. Además de que se ha convertido en mi única compañía. Me apoyé contra el marco de la ventana y observé mi nueva calle; solo viendo la oscuridad y a la nada, pensando en lo infeliz que soy en el ahora.

Varios toques suaves en la puerta me sacaron de mis pensamientos. Miré la hora en el reloj de mi celular y fruncí el ceño. ¿Quién carajos puede ser a las dos de la mañana? Un poco borracha, aún con el cigarro entre mis dientes, abrí la puerta del pequeño cuarto estudio que compré hace unos días atrás.

Wesley me miró de arriba abajo, enarcando las cejas y sonriendo levemente. En la oscuridad de mi nuevo hogar y la del pasillo, seguía sin poder verlo bien. Parece una maldita sombra, más esa parte de mí se alegró muchísimo al verlo. Pensé que me había mentido aquella noche en el club.

—Parece que vine en un mal momento.

—¿Cómo es que sabes dónde vivo? Si vienes a contarme la verdad sobre mi hermana, entonces sí que es un mal momento — me hice a un lado para dejarlo pasar—. Pero es mejor que esté así y no en mis cinco sentidos, pues el dolor será menos.

—Necesito que estés en tus cinco sentidos, porque lo que menos quiero es que te precipites y tomes una decisión en un acto de frustración y sensibilidad. Te necesito con cabeza fría para asimilar lo que tengo que proponerte — cortó el espacio que nos separaba y quitó el cigarro de mi boca—. Te ves mucho más hermosa sin esto. Ahora bien, ¿puedo pasar la noche aquí? Prometo no ser un estorbo.

—Sí... — fue todo lo que de mi boca salió, pues el recuerdo de sus caricias aquella noche llegó como rayo a mi mente—. Sigue...

—¿Tienes café? Necesitas uno — se adentró a mi casa como si le perteneciera, cargando en su rostro una sonrisa ladeada y muy atractiva.

¿Qué demonios me pasa? El alcohol me tiene pensando cosas que no son. En definitiva, sí, necesito un café bien cargado que me baje la borrachera y la calentura de mi rostro.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora