Desagrado

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Natalie

Santiago suele decir que el sexo entre amigos es el mejor, pero así como se disfruta a plenitud de ese deseo, se convierte en el peor de los errores una vez la calentura baja y la amistad se pierde.

Wesley no es que sea uno de mis amigos, pero sí lo considero alguien cercano a mí. No cometí una locura con él, sabía a la perfección lo que quería y por eso me dije a mí misma que no perdía nada al dar el paso, más no sé cuán conveniente sea un lío de cama con Wesley justo ahora. Es decir; no tenemos que rendir cuentas a nadie, ni mucho menos se siente el peso de un error en los hombros, es solo que en la situación en la que nos encontramos todo se complica.

No se me olvida que él es el hermano del asesino de Abigail, más sé de sobra que hizo hasta lo indecible por ayudarla a salir de ese infierno en el que ese maldito diablo la envolvió. Tengo clarísimo que no puedo juzgarlo por las acciones de otra persona, pero siento que estoy fallando a mi hermana con el hecho de gustarme más de lo que cualquier otro lo haría.

Y lo mejor para los dos y para que los planes que tenemos no vayan a salir mal, es estar lejos el uno del otro. Ya matamos las ganas, ahora solo queda enfocarnos en cumplir con nuestra palabra; él tiene un propósito desde hace años, yo tengo una promesa que cumplirle a como dé lugar a mi hermana.

En mi venganza, no hay cabida para el amor.

Dos días estuve enfocada en mi entrenamiento, en fortalecer mi destreza con las armas y, a decir verdad, a perder el miedo de tener una en la mano. Me aterra el hecho de  pensar en halar del gatillo alguna vez, pero sé que debo hacerlo tarde que temprano. Tami dice que la haga una conmigo, que ella será la única que me cuida cuando me encuentre al filo de la muerte. 

Mi puntería es malísima, lo supe desde la primera vez que descargué el arma en los puntos equívocos durante todo el entrenamiento, más no pienso rendirme hasta no dar en el banco, aunque sea una sola vez. Volví a cargar el arma, me puse en posición y me centré lo más que pude en el punto negro a dar.

—Haz de cuenta que es tu enemigo. O eres tú o es él quien vive, pero los dos en este mundo no está permitido — Tami me volvió a repetir—. Sé que puedes lograrlo, palomita, solo pierde el miedo a la muerte. Ellos no se van a tentar el corazón a la hora de matarte.

—Lo sé... — respiré hondo, ajusté la mira y halé del gatillo hasta que el arma quedó vacía.

En ninguno de los tiros di al blanco, pero tampoco estuvieron tan lejos de los puntos señalizados.

—Necesitas relajarte un poco. Estás tensa por el encuentro con ese hijo de perra.

—No veo el momento de matarlo. Ese bastardo es un ácido en las heridas abiertas.

—¿Quieres un trago?

—No, tengo que mejorar mi puntería — cambié el cartucho vacío y volví a disparar, tratando de zafarme de ese odio que oscurece cada vez a mi corazón—. No voy a fallarte, Abi. Te lo prometí...

Había evitado a Wesley estos últimos dos días, pero de camino a la cueva del lobo, no perdió oportunidad para atacarme. Por más que tratara de enfocarme en la dichosa cena con Royce, ahí estaba el otro Ford, alterando mis más bajos instintos con solo su presencia. 

—Quisiera saber por qué me estás evitando.

—Hay cosas más importantes en las que pensar, Wes. No te estoy evitando, me he estado preparando mentalmente para no acabar en unos cuantos balazos a Royce.

—Sí me has estado evitando, Nat. ¿Es por lo que pasó entre los dos?

Resoplé frustrada.

—Quedamos en no mencionar lo que pasó. Nos quitamos las ganas, es todo. Olvídalo, ¿sí?

No dijo nada, aunque lo vi con todas las intenciones de seguir insistiendo en el tema. Se veía pensativo, incluso la seriedad con la que manejaba me tenía con el corazón latiendo a prisas. El resto de camino estuvimos en silencio mortal.

Llegamos a una enorme mansión con seguridad a reventar. Ahora entiendo por qué ha sido difícil hacerlo caer, el muy perro está armado hasta los dientes.

Tan pronto nos dieron el paso, estudié los anillos de seguridad durante el recorrido a la casa, pero era imposible hacer un recuento de hombres. Son muchos. Hay hombres tanto por  los alrededores de la mansión como en el interior, cuidando el culo de un bastardo.

—Suerte — susurró.

—Gracias — bajé del auto una vez uno de los guardias la abrió por mí.

Tres guardias me guiaron hasta el interior de la mansión, donde Royce esperaba por mí en su enorme comedor lleno de lujos y dinero. Me sorprendió la cantidad de flores y velas que habían extendidas a lo largo de la mesa, dándole un toque más íntimo y seductor al ambiente. Entre tanto, él se encontraba imponente y atractivo a la cabeza de la mesa, luciendo casi inquebrantable.

—Alexia Dupont — dejó el tabaco en el cenicero y se levantó de su trono, repasando mi cuerpo de pies a cabeza con una descarada mordida de labio—. Bienvenida a mi dulce morada.

—Ford — sonreí ladeado, caminando lentamente, pero seductora hacia él—. Gracias, pero ¿a qué se debe esta invitación tan repentina?

—Ya te lo había dicho antes, muñeca. En vista que estarás a la cabeza de los negocios de tu padre, debemos conocernos, sobre todo a profundidad — esbozó una sonrisa torcida—. Sabes perfectamente que si estás aquí, es porque lo quieres tanto como yo.

Solté una risita, acercándome más de lo que debería a él. El olor de su perfume me llenó los sentidos de asco,   pero lo disimulé con una sonrisa igual o peor de torcida que la suya. Enredé mi mano en su fina corbata y lo acerqué a mi rostro.

—Espero tengas los huevos igual de grandes que tu ego — a penas nuestros labios se rozaron, lo solté de golpe—. No me lo tomes a mal, pero no suelo tener sexo con los socios de mi padre.

Pensaba tomar lugar en la mesa, pero su mano se cernió sobre mi brazo y me pegó de un tirón a su cuerpo. Sus labios quedaron a centímetros de los míos. Creí que entraría en pánico tras sentir la humedad de su lengua entre mis labios.

—No tienes ni puta idea de lo mucho que voy a disfrutar cuando te haga tragar cada una de tus palabras — mordió sorpresivamente mi labio inferior, haciéndome gemir y maldecir internamente.

Mi reacción fue instantánea, sobretodo por la rabia que sentía fluir por mi sangre a mil.

—Vuelve a hacerme algo como eso y te destrozo el pene a balazos — puse el cañón de mi arma en su miembro y quité el seguro del arma—. Me importa una mierda si la asociación con mi padre se pierde, pero una cosa sí te voy a dejar clara; no me provoques, porque no tienes ni puta idea de lo capaz que soy de volarte a pedazos.

—¡Así de encantadora me excitas mucho más! — se frotó contra el arma, envolviendo su mano alrededor de mi cuello con brusca suavidad—. Estoy esperando tenerte a mis pies, leoncita. Como que me hiciste eyacular sin necesidad de sentir tu calorcito interno —lamió descaradamente mis labios y soltó una risa perversa—. Pronto, muy pronto me revientas a tu mejor manera.

—No lo dudes que así será — sonreí, deslizando el arma por su extensión hasta que volví a guárdala en mis muslos.

—Creo que llegamos en mal momento — escuchar la voz de Wesley me tensó, no me atrevía ni a darle la cara—. Sigan en lo suyo, yo solo venía por Pamela. Estaré en el casino por si me necesitas.

Lo miré por encima de mi hombro, abrazado muy cariñoso con una mujer despampanante y risueña. A leguas se nota que es la chica de turno y más rabia y furia sentí por dentro.

—Diviértete — le dijo a su hermano, apretándome más contra su cuerpo.

—Al igual que tú.

Tan pronto dieron la vuelta, no pude apartar la mirada de su mano apretando firmemente el trasero de la chica mientras ella reía a carcajadas con lo que sea que le estuviera diciendo. La noche pinta amarga y desagradable.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora