Falso

446 79 3
                                    

Tan pronto entramos a la bodega donde Royce ha estado todo este tiempo, él levantó la cabeza y nos sonrió. Su sonrisa se vio tan maquiavélica y sin temor alguno, que dudé por un segundo que vaya a sentir dolor o arrepentimiento por lo que ha hecho a lo largo de su vida.

—Pero miren nada más quiénes han venido a verme. Las únicas dos personas en este mundo que amo con toda mi alma y que han decidido jugar a mis espaldas. ¿Por qué me haces esto, mi amor? — me miró fijamente, más no logré descifrar si estaba herido, enojado o solo se burlaba de mí—. Te lo he dado todo, no sé qué más quieres de mí.

—Que te pudras en el infierno, maldito bastardo — rechiné los dientes, dando pasos lentos hacía él—. Nunca había conocido alguien tan enfermo y loco como tú. ¿En realidad te creas esos mundos en tu cabeza o solo te haces la santa paloma?

—Abi, mi amor, ¿a qué estamos jugando?

—¡No soy Abigail! — exploté, tomándolo del cabello y obligándolo a mirarme a los ojos—. Mi nombre es Natalie, que te quede bien claro, porque soy la que te va a llevar a conocer el mismísimo infierno.

—No juegues más conmigo, Abigail. No tientes mi paciencia...

Lo silencié de una fuerte bofetada, ardiendo de furia por dentro. Me da asco escuchar el nombre de mi hermana de su boca, no soporto ni siquiera que la tenga en el pensamiento y sea capaz de ensuciar su esencia con lo que según él dice sentir por mi hermana. Si tanto la amaba, ¿por qué matarla? ¿Por qué acabar con su vida? ¿Por qué? Simplemente, ¿por qué lo hizo?

—Estás al borde de llevarme al límite, Abigail. No querrás conocerme cuando me enfado. Suéltame ahora mismo, lo mejor es que solucionemos nuestros problemas a solas — desvió la mirada a Wesley—. Luego arreglamos todo esta mierda tú y yo.

—¡Cállate! ¡No hables más! No sigas haciéndote el tonto, que ese papel de víctima nadie te lo cree en lo más mínimo — sonreí ladeado—. Disfruta lo poco te queda, así que vuelve a la tierra y piensa en todo lo malo que has hecho.

Tao llegó con todo lo que le había pedido hace varios días atrás y me acerqué a Royce para liberar sus brazos. Wesley parece estar en otro planeta, no ha dicho palabra alguna desde que entramos a la bodega. No sé qué lo tiene tan pensativo.

—¿Qué te pasa? ¿No estás feliz de por fin liberarte de esa maldición?

—No es eso, muñeca.

—Entonces, ¿qué es?

—Algo no termina por convencerme.

—¿Qué cosa?

No respondió nada, solo se limitó a acercarse a Royce y despojarlo de la ropa. Luego de inspeccionar su piel, empezó a maldecir en voz baja.

—Este tipo no es Royce.

—¿Cómo? — Tami se enervó enseguida—. No me vengas con eso ahora.

—¿Crees que no reconocería a mi hermano de lejos o de cerca? Este no es Royce — señaló su pecho y luego el del hombre—. Nosotros tenemos la misma marca de nacimiento, y aquí no está.

No puedo dar veracidad a sus palabras, porque nunca me puse a detallar el cuerpo desnudo de Royce, pero si Wesley dice que tiene esa misma mancha pequeña que he visto en su pecho, yo le creo. Además de que no hay necesidad de mentir en algo tan serio como esto.

—¿Quién carajo eres tú? — Tami se veía furiosa—. ¡¿Dónde está escondida esa maldita y asquerosa rata?!

El hombre empezó a reír descabelladamente, observando a Tami con burla.

—¿Realmente creen que el jefe se dejaría atrapar tan fácilmente?

Su voz, sus rasgos, las expresiones y muchas de las cosas lo hacen tener gran parecido con ese infeliz. ¿Cómo es que no nos dimos de cuenta que este no era el verdadero Royce?

—Ya sabía yo que atraparlo había sido muy fácil.

—¿Dónde está? — Tami le puso el arma en la cabeza—. Me vas a decir ahora mismo dónde está esa lacra.

—Si quieres matarme, hazlo, pero yo no traiciono a quien me da de comer.

—Perfecto — con una expresión furiosa, reventó su cabeza hasta quedarse sin balas.

—Acabas de matar al único que nos podía llevar con Royce — le reprochó Tao.

—Me vale madres. Además de que estoy segura que no hay necesidad de ir a buscarlo...

—Señor, nos han dado información de que varias camionetas negras no identificadas han atravesado la primera línea de seguridad — informó uno de los hombres de Tao.

—No hagan nada, dejen que pasen sin problema.

—Sí señor.

—Ahora sí que comience la verdadera fiesta. El falso Royce solo era un señuelo; un maldito localizador que nos dejaría en evidencia más tarde que temprano — murmuró el asiático, cargando su ametralladora con tranquilidad—. Las moscas tienen la facilidad de caer en las telarañas por sí solas.

Ahora comprendo la actitud poco racional del falso Royce. Ese sujeto parece una cucaracha, difícil de atrapar y casi imposible de matar. No sé cómo hace para estar siempre un paso adelante de nosotros.

Nos quedamos en la entrada de la casa, esperando que las camionetas llegaran a nosotros. Una parte de mí se sintió nerviosa y ansiosa, pero, sobre todo, con ganas de acabarlo como tanto se lo merece.

—Esten atentos, que venga hasta acá no quiere decir nada bueno. Algo está planeando. Si la cosa se pone fea, vete de aquí por la ruta de escape — me miró de reojo, aparentando mi mano entre la suya con fuerza.

No hubo necesidad que explicara a detalle y dejar en claro que Royce viene personalmente por mí.

—Relajate, acá lo recibimos con besos y abrazos — bromeó Tami, cargando su arma y haciendo tronar su cuello.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora