Palomita

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—Buenas noches, señores, les presento a mi mujer. Mi amor, ellos son mis socios más importantes — me presentó a un total de diez hombres de diferentes nacionalidades, pero me enfoqué en el asiático que no dejó de mirarme de una manera muy diferente a los otros. 

 —Es un gusto conocerla, Sra. Ford — comentó uno de ellos, y mi corazón reaccionó de mala manera, no solo por lo detestable que es ser asociada con ese bastardo, sino por el hecho de que Wesley lleva ese mismo apellido a cuestas. 

—Natalie Valencia, aun no soy la Sra. Ford — le corregí, y todos sonrieron. 

—Pero muy pronto lo serás, ¿verdad, mi reina? — me atrajo a su cuerpo posesivamente, obligándome a verlo a los ojos. 

Su mirada me lo dijo todo, una vez salgamos de este lugar me irá muy mal. Mas no me dejé intimidar y lo reté con la mirada como hace mucho no lo hacía. Tal vez la Natalie valiente se ha marchitado con el pasar de los días, pero sé que esa mujer con entereza y resistencia aún sigue estando en mis adentros. Esa mujer que tiene sed de venganza aun late por conseguir justicia.  

—Me encanta cuando mi leoncita sale a la luz — besó mis labios brevemente antes de sentarse y luego obligarme a sentarme en su regazo. 

La charla entre esos hombres empezó como de costumbre con sus tantos de negocios, incluyendo el de tráfico de personas, aunque hablaban en clave y admitían que estaba siendo cada vez más difícil seguir haciendo sus fechorías con mujeres inocentes. Sabía de antemano que aparte del tráfico de personas, también trafican con droga, pero no tenía ni la más mínima idea de que fuesen hombres poderosos. Acabar con Royce no es sencillo, eso siempre lo he sabido, pero no creo que sea un imposible. Lo difícil es encontrar la gente que sea capaz de dar su vida por la cabeza de un pez gordo.

Me sentía muy incómoda entre todos esos hombres, más cuando me tropezaba con la mirada inquisidora y penetrante del asiático. Me sentía alarmada, pero en ningún momento se lo demostré. No le bajé la cabeza ni por error; todo lo contrario, lo enfrenté de forma abrupta, cortando las palabras de uno de esos hombres. 

—¿Qué tanto me mira?

Una sonrisa socarrona se ensanchó en sus delgados labios, por otro lado, Royce tensó su agarre en mi cintura y me acercó un poco más a su cuerpo sí que eso era posible. 

—Tienes una mujer con agallas e interesante, además de hermosa, Ford. Pero recuerdo que era muy callada y tímida, si no estoy mal...  

—Es una fierita ahí donde la ves, no la subestimes — se aferró de mi muslo con tanta fuerza, que percibí sus uñas lacerando mi piel—. Aparta tus ojos de mi mujer o si no me veré en la obligación de arrancarlos y luego dártelos de comer —amenazó, pero el hombre no se inmutó ni un poco. 

—Qué curioso — soltó una risita burlona—, eso mismo me dijiste cuando la vi por primera vez, pero estoy seguro que Natalie no era su nombre. ¿O me equivoco? 

Me tensé sabiendo que se estaba refiriendo a mi hermana. Por lo que recuerdo, Abigail sería vendida a un asiático. ¿Será este mismo hombre que tanto mencionaba Wesley?

—Es más — siguió hablando, demostrando calma y elegancia con un movimiento muy grácil con sus manos—, por esa chiquilla pagué mucho dinero. 

—Te lo devolví todo. Ahora y siempre ha sido mi mujer, y si no quieres resultar tres metros bajo tierra en un lugar muy lejos de tu casita de cristal, ni siquiera te atrevas a pensarla un poco más como tuya.  

Los dos hombres se quedaron viendo retadores, a punto de desenfundar sus armas y volarse las cabezas entre sí en un acto de claro machismo por saber quién tiene el control. 

—Bueno, señores, creo que nos hemos salido de contexto por una linda chica — intervino otro de ellos, sonriendo torcidamente—. Vinimos a hablar de negocios, no a escuchar un lío de faldas, que estoy seguro que luego tendrán tiempo de resolver, ¿no? — todos asintieron al mismo tiempo, y ellos no tuvieron más opción que dejarse de asesinar con la mirada. 

—Iré al baño — le avisé a Royce y, antes de que dijera algo, me levanté de sus piernas y desaparecí en medio del salón.

Caminé a paso ligero con las lágrimas ya deslizándose por mis mejillas. No sé por qué últimamente todo me hace llorar, más cuando se trata de mi hermana o de Wesley. Si antes me sentía sola con la recién muerte de i hermana, ahora no sé quién esté conmigo; cuidando mis pasos o preocupándose un poco por mí. Es ahora donde desearía mil veces la muerte en lugar de seguir esposada a este infierno que parece no tener salida alguna.

Me eché agua en el rostro, borrando la clara evidencia de mis lágrimas. Siento en desazón bien amargo con la vida, ¿por qué todo esto tuvo que pasarme a mí? ¿Por qué la maldad se empeñó con nosotras de esta forma tan cruel? ¿Qué de malo hicimos como para merecer vivir en este infierno? Entre más limpiaba mis lágrimas, más lloraba y más presión sentía en el pecho. 

—No llores más por mí, que voy a empezar a creer que me extrañaste más de la cuenta, palomita — esa voz y esas palabras me hicieron reventar aún más fuerte en llanto, en los miles de pensamientos que he tenido a lo largo de este mes, creí que estaba muerta. 

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora