Segura

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Tami

—Hemos perdido meses de trabajo buscándolo, al llegar a la bodega, ya no había nadie.

—Es porque ese hijo de puta siempre está un paso adelante de nosotros.

—Se me hace que tienes un sapo — le corregí.

—Puede que sí — resolvió con fastidio—. ¿Qué harás con la chica? ¿Irás por ella?

—Faltaba más, no puedo dejar que mi palomita siga por más tiempo en las garras de ese perro.

Cuando pretendía responderme con una de las suyas, el teléfono que está enlazado con el de Natalie, sonó alertandonos. Al leer el mensaje, nos miramos confundidos con Tao. Según nuestro informante, Royce seguía en la ciudad.

—Es una buena oportunidad para sacarla de allá, ¿no?

—Avisa a todos, salimos en cuanto la localicemos.

—Claro, como tú digas.

Encendí la pantalla y esperé con algo de impaciencia hasta que el sistema se estabilizara para poder dar con el punto exacto en el que la ha tenido por un mes completo encerrada. Llevo todo este tiempo buscando la manera de dar con el paradero de ellos, por supuesto que no iba a desaprovechar la oportunidad que se abrió ante mis ojos con la venida del asiático. Si he permanecido segura desde el día del ataque, ha sido gracias a Tao y todo el apoyo que siempre nos ha dado bajo la manga.

El localizador tintineo en un punto fijo bastante retirado de donde actualmente nos encontramos. Debe ser una de sus tantas casas de seguridad y no será nada sencillo penetrar su fortaleza, pero ahora mismo estoy deseando derribar esos muros para traer a Natalie conmigo a como dé lugar y sin importarme a quien tenga que llevar por delante. No puedo fallar a la única promesa que le hice a Wesley antes de que todo se fuera a la mierda.

Salimos un total de veinte hombres, la mitad se fue por una parte con Tao y la otra se vino conmigo. Reconociendo los planos del terreno, descubrí más de dos entradas que llegan indirectamente a la casa. Una por el lago y la otra por uno de los laterales.

—La quiero sin ningún rasguño, ¿entendido?

—Sí, señora.

—Muy bien, ¡a mover esos culos!

Caminamos con sigilo por la carretera, luego de haber evitado uno de los anillos de seguridad de Royce hasta que nos adentramos a zona boscosa y cada quien tomó un rumbo distinto. Llevo años esperando por acabarlo poco a poco hasta verlo igual de destruido como nos ha dejado a muchos de los que hemos caído en su red. No estaré feliz hasta no verlo suplicante y arrepentido por cada uno de sus pecados, aunque ese maldito diablo no debe tener ningún ápice de arrepentimiento.

Con el corazón intranquilo por la adrenalina que corre por mis venas y la respiración pausada, divisé a lo lejos la parte alta de la casa. Antes de dar un paso en falso, me cerciore de que mi camino estuviese limpio.

—Nada mejor que acabar con las cucarachas — puse el silenciador a mi arma y empecé a enfocar mis presas por la mirilla.

Disparé directamente a tres cabezas que cayeron a mi vista, así que pude avanzar un par de pasos antes de enfrentarme al segundo anillo de seguridad. El bastardo tiene gente que cuida de su culo como si se tratara del mismísimo Dios en persona y tuvieran que mantenerlo a salvo a cuestas de sus pellejos. La lealtad se vuelve cada vez más insignificante.

—¿Listos para que todo estalle? Ya saben, a las cucarachas se les debe exterminar de raíz — di el aviso.

—Estoy en mi lugar — mencionó Tao igual de desinteresado como de costumbre.

—Estamos en posiciones, Srta. Tami.

—Suelten los fuegos artificiales.

Solo fue dar la orden para que todo estallara en cuestión de segundos. Es una belleza admirar esos inservibles que caen al suelo uno detrás del otro y sin tregua. Todo sería mucho más perfecto y maravilloso si ese bastardo estuviese aquí, así me quito esas ganas que le traigo desde hace mucho. He dejado todo mi potencial exclusivamente para él, pero es una rata escurridiza que ha logrado escapar de mis trampas con éxito.

Me puse mi máscara de gas y avancé en cuanto mis hombres me dieron la señal. Los disparos resonaban a mis espaldas, pero sé de sobra que mis hombres cuidarán mi culo incluso si no se los pido.

Derribé la puerta de la casa de una sola patada y, antes de poder hacer mi siguiente movimiento, me estrellé de frente con una escena bastante sangrienta y maquiavélica, pero magnífica. Esa palomita se grabó muy bien todo aquello que le enseñé en los pocos meses que tuve el gusto de hacerla a mi modo.

—Las damitas como tú ya no esperan a su caballero de armadura fina para ser salvadas.

—Tardaste en venir — estaba cubierta de sangre y extremadamente descompensada—. Sácame de aquí cuánto antes, no quiero estar un segundo más en este infierno.

—Ya he venido por ti, palomita. Ya estás segura — m acerqué a ella y, tan pronto me abrazó envuelta en llanto y en un temblor que percibí tras el tacto, se desplomó entre mis brazos en solo segundos—. Perdóname por haberme demorado tanto...

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora