Pasión

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Los besos subieron cada vez más de intensidad, más cuando podía apretar y estrujar entre mis manos el divino poder que me tiene desde el primer día hechizado. De camino a su habitación la casa se me hizo mucho más grande de lo que de por sí ya es, por lo que aturdido por el deseo la llevé hacia mi oficina y la senté en mi escritorio sin la intención de separarme de sus labios. Su boca es un imán, sus besos son exquisitos.

Me separé de su boca y contemplé sus labios hinchados por nuestros prolongados besos. Su pecho subía y bajaba con fuerza, en busca de recuperar todo el aire que fue arrebatado de sus pulmones, y la intensidad de su mirada terminó por enloquecer mis sentidos. La sangre fluye por mis venas con rapidez. Mis venas palpitan y crecen cada vez más de ganas.

Acaricié su mejilla suavemente, descendiendo mis caricias por su cuello y el valle de sus senos, provocando esos temblores involuntarios en su cuerpo. No lo soporté más y volví a besarla, esta vez amasando en mis manos sus senos. Son tan grandes y blandos. Sus gemidos son muy tiernos, quiero escuchar más de ellos. Deslizando mi mano derecha por su vientre, llegué hasta sus muslos y jugueteé con su corto vestido antes de perder los dedos por el medio de sus piernas y volver a derretirme en ese calor tan cálido y húmedo de su vagina. Me sorprendió que no trajera nada puesto, pero mentiría al decir que no me excitó.

—Lo tenías planeado, ¿no es así? — deslicé mis dedos por su vagina, humedeciéndome de ella, y gimió—. ¿Dónde quedó tu ropa interior? ¿Sabes lo mucho que quería romperla?

—Puede ser para después — musitó.

—¿Estás segura de querer esto, Nat? — hundí dos de mis dedos en su interior, haciéndola gemir y arquear la espalda.

—Sí...

—Sí, ¿qué?

—Sí, estoy muy segura.

Exploré circular y profundamente su interior con mis dedos, llegando hasta las profundidades de su ser. Su estrechez y su calor es más de lo que había imaginado. Besé sus labios, ahogando sus gemidos en mi boca y acelerando las arremetidas de mis dedos. Los temblores de su cuerpo se hacían cada vez más constantes. Era un mar de gemidos en los que no quería parar de navegar. El chapoteo de mis dedos saliendo y entrando de su interior se agudizaba a medida que rozaba con mayor ímpetu sus paredes y presionaba su punto más sensible.

Cerró las piernas y apretó mis caderas en una clara señal de que estaba lo suficientemente cerca de su orgasmo, por lo que saqué los dedos de su interior, me bajé el pantalón junto al bóxer y me adentré en ella de un solo golpe, agudizando un fuerte escalofríos que nos arrasó a los dos y nos envolvió en una burbuja de placer inimaginable. No pensé en nada que no fuese tenerla totalmente abierta y enloquecida para mí.

Su fuerte gemido más esas vibraciones de nuestros cuerpos lo hacía todo más placentero. Su expresión es muy erótica y tierna. La había imaginado así de perversa, pero no imaginé que sería el mejor de los espectáculos que he apreciado en mi vida.

En cada acometida ruda, profunda y concisa no podía dejar de mirarla a los ojos. Su interior me ajusta como si ella solo hubiera sido creada para mí. Incluso pensé que me correría antes que ella, pues es muy caliente y estrecha. Su ser me derrite velozmente. Es realmente una delicia estar con una mujer a la que verdaderamente deseas con todas tus fuerzas.

Esta sensación es tan diferente a como aquella única vez en donde fui obligado a tener sexo con una prostituta solo para volverme más hombre. No me siento asqueado ni mucho menos siento el odio correr por mis mejillas. Todo lo contrario, me siento pleno, satisfecho y deseoso de seguir explorando sus adentros a la manera que se me antoje.

Desde pequeño mi padre me enseñó que no podía dejarme llevar por los deseos porque a la larga sería una de mis debilidades, pero nunca mencionó lo bien que se siente olvidarse del mundo y hacer lo que más quieres por unos cuantos minutos; ser libre es lo mejor, ahora sí puedo sentir lo bien que siente tener alas y volar en manos de una dulce y hermosa mujer. Me ensañaron a no amar, a no sentir empatía por el otro y a matar sin remordimiento. Sometieron mi inocencia a la maldad sin importarles nada. Mi padre nunca supo lo mucho que lo odié por haberme obligado a tener sexo con una de sus mejores chicas de su club, una mujer que me doblaba en edad y que le quedó gustando la vida fácil a pesar de todo lo que sufrió en manos de mi padre. El nunca sabrá lo mucho que lo odio por haberme hecho a su antojo un hombre que es basura para la humanidad; más nunca dejé de pensar que algún día podría tener esa libertad que tanto he deseado.

Natalie es el frescor de mi alma, una fuente de ternura y humanidad que me ha hecho sentir que la vida tiene algún sentido. Que todo puede ser diferente si así realmente lo quieres. No importa qué suceda más adelante, es increíble tener ahora un motivo más para soltar esas cadenas que me tienen prisionero en una vida de mierda.

—Me fascinas, Nat — la tomé del cuello y la besé apasionadamente, aumentando el golpe de mis estocadas mientras ella tiraba de mi cabello y me seguía el beso con el mismo salvajismo.

Ella se dejó ir, apretándome y bañándome de sus fluidos de forma abismal. Teniendo en mente lo mucho que muero por ver su trasero golpearme, salí de ella y la voltee conectándola al instante.

Los movimientos de sus nalgas me transportaron al mismísimo cielo. El rebote lento, circular y seductor hizo que mi deseo por ella creciera aún más. Ahí sentí el verdadero poder de acabarla, romperla, destrozarla en mis manos y volver a armarla con sutileza y lentitud. Sentí el egoísmo puro y furioso fluir por mis venas, trayendo en mente las miradas de otros hombres a su cuerpo y más rabia sentí fluir por mi sangre.

Cada estocada llegaba a un punto que denotaba éxtasis y pasión a cada segundo. Sus gemidos se hacían cada vez más sonoros en mis oídos. Mi corazón ya no se encontraba latiendo a mil dentro de mi pecho; se encontraba a sus pies, siendo sometido a la dulce fragancia que se deslizaba por sus piernas y lo bañaba de su escencia.

Me odié por llevar un apellido maldito acompañando mis días. Me odié a mí mismo por ser quien soy y no poder brindarle un momento diferente. Todo lo complica más, porque haga lo que haga, nunca dejaré de ser el hermano del asesino de su hermana. Y ese hecho me hace odiarme como nunca.

El gusto nació demasiado rápido por ella, pero quizás se deba a que nunca había tenido la oportunidad de experimentar algo como esto con alguna chica, o tal vez porque realmente acaparó todos mis sentidos con su belleza y su fuerza.

Aceleré los movimientos de mi cadera hasta que reventé de goce en su interior. Sabía que debía salirme, pero se me hizo tan difícil poder actuar con rapidez y salir a tiempo. Tomé su cabello húmedo entre mi mano y torcí su cuello para tener acceso a sus labios.

La fatiga hizo que el beso fuese torpe y lento, pero estuvo lleno de pequeñas corrientes que me despertaron nuevamente. Era imposible resistirme al fuego interno que ella a encendido y me está gustando explotar.

—Espero que aún tengas energía — susurré en su oído, saliendo de ella—, porque a la noche le quedan varias horas por acabar.

—No me lo tomes a mal, pero...

Acomodé mi pantalón y la levanté en mis brazos, haciendo que soltara un grito de sorpresa. Sus mejillas sonrojadas y su brillante mirada me dijo muchas cosas, entre ellas, que no quería detenerse, pero al igual que yo, ella cree que, en la venganza no hay cabida para el amor...

—Mañana hacemos que nada pasó. Por ahora dedícate a disfrutar sin objeciones, Natalie — la llevé a mi habitación, dónde tomamos una larga ducha entre gemidos y pasión.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora