—Dejen pasar a las chicas — ordenó Royce sin dejar de mirarme.
Tan pronto el hombre terminó de hablar, un total de diez mujeres entraron con diminutos vestidos. Pero quién llamó mi total atención fue una niña, estoy segura que no debe ser mayor de edad aún, se nota en los rasgos de su rostro y en la complexión de su cuerpo. Me quedé viéndola fijamente, solo para disimular las emociones que estaban adueñándose de mi interior. No puedo flaquear ahora, pero no puedo quitar está primera impresión tan aberrante de mis pensamientos.
¡Son unas niñas! ¿Cómo es posible que jueguen de esa manera tan cruel con sus sueños e ilusiones? ¿Dónde está la humanidad? ¿Dónde carajos queda el sentir por el otro? Basta con mirar a detalle el rostro de cada una de ellas para saber de sobra que este es el lugar que menos quieren estar. Y que me miren con ojos de salvación lo hace todo más difícil, pues al ser la única mujer entre está manada de bastardos, soy la única que puede ponerse en sus zapatos y sentir el dolor que reflejan en sus ojos.
Y, realmente ese vacío y ansía de ayuda que hay en sus miradas, queman mi corazón muy lentamente. Wesley tenía toda la razón; no se puede quedar de brazos cruzados mientras Royce sigue acabando con la bondad de todas estas niñas.
Cada una de ellas, sin siquiera recibir una orden directa de Royce, tomaron asiento en las piernas de los hombres que se encontraban en la mesa. No pude apartar la mirada de Wesley y del cómo se aferraba del trasero de la chica que se sentó sobre él. Un susurro y un asentimiento de cabeza, fue todo lo que vi. Incluso hasta mi falso padre me soltó y tomó a una de las mujeres de la cintura, diciéndole una cantidad desesperante de morbosidades que oí con claridad.
Mi corazón no dejaba de palpitar de rabia. Tenía el presentimiento que explotaría en cualquier momento y todo se iría al carajo.
—No tengo un hombre bien puesto para ti, pues no tenía ni la menor idea de que vendría una mujer a la reunión.
—No vine a coger. Vine a hacer negocios con mi padre — dije fríamente, sorprendiéndome a mí misma con la firmeza en la que hablé.
—Eres mucho más seria que tu padre.
—El placer y los negocios deben estar a extremos. Con la cabeza caliente se toman malas decisiones.
—Me gusta como piensas — miró a la única chica que se quedó de pie y la abrazó por la cintura—. Puede ser tuya si lo quieres, o podemos compartirla si así lo prefieres.
—¿Ellas son las mujeres de mi padre? — cambié de tema intencionalmente, pues no quería causarle más incomodidad a la niña.
—¿Por quién me tomas? La mercancía debe ser nueva y sin tener primeras manos. Estas son mis chicas, las que relajan la tensión en cada negocio que cerramos.
—Quiero verlas.
—Eso no se va a poder, preciosa. Con quien hice el trato fue con tu padre, no contigo.
—¿Qué hay de diferente entre mi padre y yo? Además, seré yo quien tome las riendas del negocio dentro de poco. Me gusta asegurarme que mi mercancía esté en buenas condiciones — me asqueé de la forma tan despectiva que estaba hablando yo misma, como si todas estas mujeres no fuesen nada, pero debía seguir en mi papel como parte de ellos.
—¿No aceptas un no como respuesta?
—No.
Nos miramos fijamente y por largos segundos en los que no dejé de preguntarme qué le había visto mi hermana a este sujeto. Es muy atractivo, no se niega, pero es un completo hijo de puta.
—Todo sea por mantener una buena relación con los Dupont — le susurró algo a la niña al oído y ella solo asintió con la cabeza antes de salir de la sala—. Acompáñame.
Le di una breve mirada a mi falso padre, pero en realidad al que miré fue a Wesley, quien estampó los labios en el cuello de la chica como única respuesta. No supe interpretar su acción, pero no voy a negar que esa imagen me trajo recuerdos de cuando hizo lo mismo conmigo. ¿Estará actuando como aquella vez? Es lo más probable, aunque si ese el caso o no, no tiene porqué importarme.
Royce me llevó por un pasillo sin iluminación que nos dirigía a la salida del casino, lo supe al instante en el que abrió la puerta y el viento chocó en mi rostro. Me sentí intrigada por saber a dónde me estaba llevando, pues en un principio pensé que las chicas que habían entrado eran las mujeres que había mencionado Franco.
Caminamos por un estacionamiento ajeno del casino hasta que llegamos a un camioneta negra y, cuando creí que abriría la puerta del auto, se recostó sobre ella, esbozando una sonrisa maliciosa.
—No eres como tu padre.
—¿A qué viene eso ahora mismo? Abre la puerta.
—¿Por qué tienes tanto afán de verlas? Tu padre nunca se ha dignado a conocer el rostro de las prostitutas que va a usar a su antojo.
—Somos diferentes, por si no te has dado cuenta. A mí me gusta estar segura de todo, más cuando se trata de las mujeres de papá.
—Entiendo — ladeó la cabeza y bajó la mirada a mi trasero—. Nunca te había visto con él. Es más, jamás te había mencionado, pero debo decir que, entre todas las hijos perdidos de Franco, eres la más bella e interesante que he tenido el gusto y el placer de conocer.
—Que bonito cumplido, pero esa clase de palabras no funcionan conmigo. Abre la puerta que he venido hasta aquí contigo para ver lo que realmente me interesa; mi mercancía.
El plan no puede fallar por nada, por esa misma razón debía asegurarme que efectivamente en el auto se encontraban las mujeres que había mencionado Wesley.
—Ahí está tu mercancía — abrió la puerta, y de inmediato las mujeres que se encontraban amordazadas se nos quedaron viendo con el miedo impreso en sus ojos—. Todas están para estrenar y darles un buen uso.
—¿Qué edad tienen?
—Están entre los diecisiete años. La más pequeña es la tierna solecito que está en la esquina — la señaló con el dedo, por lo que la niña dejó salir sus lágrimas sin más, terminando de quebrar mi corazón en cientos de pedazos—. Todas tuyas.
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Venganza[✓]
AcciónTras la desaparición y repentina muerte de su hermana gemela, Natalie pierde lo que tanto ha brindado al mundo; la humanidad. Con el deseo latente de encontrar al culpable y hacerle pagar el cruel asesinato de su alma gemela, inicia su propia invest...