Deseo

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Nunca había sentido un deseo tan fuerte como el que me está corriendo por debajo de la piel ahora mismo. Sus labios tienen una suave y deliciosa textura que me siguen invitando a seguir probándolos. En dos besos, su boca se ha convertido en una adicción.

—¿Para qué soy bueno? — me separé de su boca por obligación.

—Para muchas cosas, pero en especial... — se quedó viendo mi camisa y frunció el ceño—. ¿Por qué estás manchado de sangre? ¿Estás herido?

Bajé la vista a las manchas y esa imagen de las chicas muertas me cayeron nuevamente en los hombros. ¿Cuándo será el día que tenga un poco de paz?

—No es mía.

—Entonces, ¿de quién es? ¿Qué te pasa?

Tami es la única mujer con quién puedo contar y descargar la frustración que mi vida me trae, pero no sé por qué Natalie me dio esa confianza y solté las palabras sin reparos, tal como me he sentido en el día y pude liberar un poco ese dolor y esa rabia con ella. Además de que ella también tiene que ver en lo que está comiéndome la cabeza y todo se complica aún más.

—Es un maldito desgraciado, no es tu culpa que ese hombre no tenga un corazón en su interior. Lo que debemos hacer es darnos prisa, Wes. Cuanto antes pactes un encuentro entre ese bastardo y yo, mucho mejor.

—¿Dos días te parece bien? — la miré de reojo, y asintió.

—Es difícil, muy difícil tenerlo frente a frente y tener que hacer como si no hubiera sucedido nada, pero por mi hermana, por todas esas chicas que siguen siendo víctimas y por ti es que trato de mantenerme en mi línea — puso una mano en mi brazo y me sonrió—. Más por el hecho de cumplirle una promesa a mi hermana, no pienso dejar que ese desgraciado siga haciendo de las suyas.

—Gracias por lo que haces, aunque sabes que no estás en obligación de hacerlo.

—Estoy contigo, Wes. Tenías toda la razón cuando dijiste que uniendo fuerzas sería mejor. Juntos vamos a lograr lo que has deseado por tantos años.

Que tremendas ganas me dieron de arrancarle la boca a besos, pero me contuve para que no notara la emoción que sus palabras causaron en mí.

—Voy a darme una ducha, la necesito con urgencia — recordé entonces que quería decirme algo antes de desviarnos de tema—. ¿Qué me querías decir?

Se mordió los labios y desvió la mirada. Su expresión avergonzada me sigue fascinando, tal vez porque soy al único al que le muestra su verdadera escencia. Aunque no voy a negarlo, esa mujer fuerte que le mostró a Royce me enloqueció.

—Tú y yo quedamos en algo antes que Tami nos interrumpiera — el brillo de sus ojos y el sonrojo en sus mejillas la hizo ver el doble de hermosa.

—Ah, ¿sí? — sonreí malicioso, inclinando el rostro hacia ella, pues no quiero perderme ni un instante de sus expresiones—. ¿En qué quedamos tú y yo?

Hizo silencio, debatiéndose en si decirlo o no, pero su mano se cernió sobre mi corbata y terminó por acercarme a sus labios. El roce de nuestros labios creó una electricidad que se expandió por cada parte de mi cuerpo que me puso a vibrar. Natalie me gusta mucho, ya no puedo negarlo por más tiempo, aunque siga insistiendo de boca para afuera que no es así.

Me besó en un abrir y cerrar de ojos, deslizando sus pequeñas manos por mi torso. Hace mucho tiempo no tengo contacto con una mujer, de hecho, creo que hace mucho dejé de sentir deseos por ellas, tal vez porque siempre he estado rodeado de niñas que solo me inspiran a protegerlas de todo mal. Pero Natalie no necesita ser rescatada ni mucho menos la veo como una mis hermanitas que a toda costa tengo que proteger.

A ella la veo como una mujer; una mujer que despertó cada uno de mis deseos y los está haciendo vivir con sus besos y sus tímidas, pero muy encendidas caricias. La veo como aquella noche que necesito descubrir con urgencia hasta que el sol nuevamente haga su acto de presencia y todo lo que en la oscuridad sucedió, se desvanezca.

Nunca me he enamorado ni mucho menos he tenido una mujer, aunque sea de manera breve, porque el mundo que me cierra en cuatro paredes de sangre y dolor no me lo permite. No veo normal lo que ella me hace sentir con esos besos que me tienen embrujado y ansioso por sentirla.

—¿Recuerdas? — mordisqueó mis labios, respirando agitada sobre mis labios.

—Necesito que me recuerdes de otra forma — tomé su pierna derecha y la subí a la altura de mi cadera, recostando su cuerpo contra la pared y presionando mi erección en sus muslos.

—Acá nos pueden ver los hombres de seguridad — jadeó.

—¿Para qué me provocas? — enterré el rostro en su cuello, deleitándome con el dulce aroma de su perfume—. Hueles tan bien.

—Wesley...

—¿Mmm? — estampé mis labios sobre su piel, llenando su cuello de besos, y la sentí temblar.

—¿Y si mejor vamos a mi habitación?

—Me encanta el descaro que tienes al invitarme a tu habitación — la mordí, haciéndola gemir.

—Idiota — murmuró entre risas.

La tomé por los muslos y la alcé en mis brazos, obligándola a abrazarme con sus piernas y brazos. Nuestros rostros quedaron a centímetros y sonreímos mientras a tientas caminaba a un destino fijo. Sentir la presión de sus grandes muslos y el calor que desprende su intimidad en mi pene me ponían cada vez más duro. Me siento como un adolescente, emocionado por sentir por primera vez a una mujer; y no cualquiera, una que realmente deseo y me gusta.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora