Suciedad

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—Limpien toda esta mierda — ordenó Royce una vez terminó de sacar toda su furia en mí—. Vámonos, hijo de puta — agarró a Wesley por debajo de los brazos, y lo detuve con la poca fuerza que aún me quedaba.

—¿A dónde lo lleva? — musité, aferrándome de su mano.

—A darle el mejor de los premios por ser tan buen hermano, faltaba más.

Mi corazón seguía cada segundo más rompiéndose por dentro. Verlo tan pálido y casi sin fuerza, me da a entender que el disparo que recibió afectó más de la cuenta. No fue hasta que él lo alzó, que me di cuenta de la cantidad de sangre que estaba brotando de su espalda. Me sentía tan impotente al no poder hacer nada por el momento. Ese hijo de puta ahora mismo está nublado por la rabia y la traición que su única familia le dio. No puedo permitir que se lo lleve, pero tampoco tengo fuerzas para detenerlo.

Aunque hice todo lo posible para no soltar su mano, su agarre en la mía se fue aflojando hasta que Royce logró sacarlo con dos de sus hombres. Muy seguramente uno de ellos fue quien le disparó a Wesley por la espalda. Me encontraba en pánico, mis lágrimas no dejaban de caer por brotones. No entiendo cómo mierda ese imbécil se dio cuenta que él le estaba jugando por la espalda, si Wesley siempre fue cuidadoso con cada uno de sus pasos.

Al cabo de un rato, no sé cuánto con exactitud, apareció la misma chica que me ha traído la comida todos estos días, sonriendo y con una mirada que interpreté como de goce. Esta mujer no me da buena espina, desde el primer día mis sentidos se alertaron con su mera presencia.

—No entiendo qué es lo que tienen ustedes para que esos dos estén tan idiotizados — frunció el entrecejo mientras me liberaba de las cadenas—. Estás realmente asquerosa.

En otro momento la hubiera agarrado a bofetones para que no fuera tan desgraciada. ¿Cómo es que, en lugar de tener un poco de empatía, me mire de esa forma tan arrogante y me diga todas esas cosas? Desde un principio sabía que sí hay mujeres que disfrutan vivir en ese mundo tan horrible, pero sea la razón que sea, no logro comprender por qué, si esto es un infierno.

Mis manos y mis pies descansaron de esas prisiones. Mi piel se veía muy rojiza por lo apretadas que se encontraban las esposas. Quisiera poder tener fuerza y escapar, pero, aparte de sentirme asquerosa y humillada, mi cuerpo se encuentra muy dolorido. Es como si me hubieran dado una paliza de muerte.

—Eres igual de estúpida que tu hermana, no saben usar con inteligencia lo que Dios les dio — tiró a mis pies un par de cosas que no presté, ensuciando todo con la sangre que había derramado Wesley—. Date un baño, el jefe te quiere limpia para tu presentación —soltó una risa y, antes de salir, me miró por encima de su hombro—. Espero que no hayan más clones regados por ahí, es fastidioso tener que ver esa misma cara por todas partes y a cada momento.

¿Qué quiso decir con eso? Me pregunté, viéndola salir del cuarto entre risas con los guardaespaldas.

Me puse de pie a pesar del dolor tan fuerte y grande que sentía en esa parte que tan lastimada se encuentra, pero la presión del chorro de agua me debilitó una vez más, y caí al suelo de rodillas. No sé que es más doloroso, la potencia con la que el agua golpea mi cuerpo o todo el dolor que percibe mi alma. Esta gente disfruta con el dolor físico y mental de las personas, se alimentan de la fragilidad del mundo. No les importa nada más que sus placeres y beneficios propios. ¿Qué caso tiene luchar, si es obvio que ellos tiene gran ventaja sobre mí?

Nunca me había sentido tan horrible en toda mi vida. Aunque el agua queme mi cuerpo por la misma fuerza en la que me golpea, no logra borrar de mi piel la suciedad que aún se encuentra latente. No puedo dejar de sentirme cada vez más asquerosa.

Los guardaespaldas se encargaron de quitarme la ropa que aún cubría mi cuerpo, encontrando lo único que pensaba que podría ser mi salida. La golpiza que recibí por parte de ellos y por órden de Royce, por poco me mata. Y en verdad, en un momento quise morir y dejar de sentir todo esto que una persona no merece en lo absoluto.

Esos mismos hombres me vistieron, aprovechando la situación y tocando partes de mi cuerpo que no debían. Sentía como el corazón se me llenaba cada vez más de odio y maldad. No veía el momento de cobrar mi venganza, pero como todo en la vida, lo mejor siempre tarda en llegar. La venganza es el plato más dulce y placentero cuando se sirve frío.

—Como estás de bella, mi reina — apareció nuevamente como si nada, tomándome de la cintura y pegándome a su cuerpo.

—¿Qué le hiciste a Wesley?

—No hablemos de la mierda, menos en este momento en que, lo único que tengo en mente es tenerte solo para mí — hundió el rostro entre mis senos y lo sacudió con violencia—. No tienes idea de lo mucho que te extrañé —era asqueroso sentir la humedad de su lengua en mi piel—. Vayamos a casa, ahora sí a vivir para siempre esa vida que tanto soñaste para los dos —enredó su mano en mi pelo y me obligó a mirarlo a los ojos—. Sabes que te amo, ¿verdad? Sé obediente, mi amor, lo que menos me gusta es llegar a estos extremos contigo. Ahora que te tengo a mi lado, no hay nadie que nos pueda separar nunca.

Entendí todo lo que mi hermana escribía en su diario, en donde mencionaba lo buen hombre que era, pero que no le gustaba y temía a sus cambios bruscos de actitud. No soy nadie para juzgar las decisiones que mi hermana tomó en vida, pero no entiendo cómo pudo llegar a enamorarse de un maldito desgraciado psicópata como lo es él.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora