Tensión

491 85 3
                                    

Por un momento nos quedamos en silencio y mirándonos a los ojos. Hasta tuve la sensación de que el espacio entre nuestros labios cada segundo que pasaba se hacía más corto. Su aliento acariciaba el mío, y su colonia varonil me embriagó.

—Lo dejaste fascinado — susurró, sin dejar de mirar mis labios—. Intrigado, tal vez un poco idiotizado por tus hermosos encantos.

—Esa era la idea, ¿no?

—Sí, ese es el plan.

El roce de nuestros labios me antojó de sobremanera, pero la voz de Tami a mi espalda nos hizo separar.

—¿Interrumpo?

—No — soltamos bruscamente al mismo tiempo, y ella sonrió.

—Necesitamos hablar, Wes.

—En un momento estoy contigo.

—No, te necesito ahora mismo.

Se miraron fijamente y Wesley resopló, al final cediendo a Tami. Me dedicó una mirada rápida antes de marcharse con ella por un pasillo mientras yo intentaba volver en mí y respirar adecuadamente. ¿Qué demonios pensábamos hacer? Esos acercamientos son peligrosos y no se pueden repetir nunca más.

La noche fue larga, no pude sacar de mis pensamientos la poca textura y humedad que percibí de sus labios. Aún siento en mis fosas nasales el olor de su perfume, pues se quedó grabado en mis sentidos. He intentado por todos los medios no dejarme llevar por lo que Wesley provocó en mí esa noche en el club, pero ha sido imposible ahora que sus labios estuvieron a pocos centímetros de robar los míos.

—Buenos días — saludé tras ver a todas las chicas en el comedor desayunando junto a Tami y Wesley.

—Buenos días.

Como ya no llevaba mi atuendo de ayer ni los ojos falsos, todas se quedaron viéndome un poco confundidas. Fue la pequeña Soledad quien me hizo un lugar a su lado y me preguntó muchas cosas relacionadas con sus padres, pero por la cara de Wesley, sabía perfectamente que era imposible que ella los volviera a ver en su vida. Es una triste realidad a la que no quiero que se enfrente, por lo que le cambié de tema y le pregunté sobre otras cosas. Las demás niñas hablaban muy poco, por la misma razón de que son más grandes y comprenden a la perfección lo que les estaba pasando. Soledad es más inocente, no sabía con exactitud para dónde las pensaban llevar.

Franco hizo acto de presencia en medio del desayuno, vistiendo tan diferente a como lo había visto en la noche. Incluso se veía más sereno y su mirada era muy diferente.

—Llegas justo tiempo, hombre — Tami le hizo lugar a su lado y él la saludó de beso en la mejilla.

—¿Cómo estás, Natalie?

—Bien — no tenía ganas de hablar con nadie. Además de estar ida en ese hombre que alteró mis sentidos anoche, me encontraba triste por la situación actual de las chicas.

—Sé que la primera impresión es la que cuenta, pero nunca te fies de ella, no es más que una careta que debo usar, después de todo, así es mi trabajo — no entendía a lo que se refería hasta que se explicó—.  Mi verdadero nombre es Ernesto Macías, soy agente encubierto de la DEA. Llevo trabajando en este caso por muchos años, pero no fue hasta entablar un acuerdo con Wesley que hemos quebrado varios de los puntos de Royce. Conocí a tu hermana de cerca...

—No es lugar para hablar sobre eso, Agt. Macías. 

—Tienes razón — sonrió—. Dime Ernesto, no hay necesidad de tanto formalismo, ¿o sí?

—No.

Me sorprendió muchísimo, pues en la noche estaba actuando como un verdadero hijo de puta. Ahora es un hombre muy diferente, serio, centrado y muy formal para dirigirse a una persona. Es un perfecto actor, sabe cómo desenvolverse en el papel designado.

Tami y Ernesto se llevaron a las niñas a una casa hogar especial para este tipo de casos y brindarles una mejor protección y cuidado a todas ellas. No puedo negar que terminó por gustarme un poquito más la labor de Wesley. Lo he juzgado tan mal todo este tiempo, cuando en realidad hace un buen trabajo salvando de la muerte a todas esas personas.

—En vista que nos hemos quedado solos, ¿podemos hablar?

—Claro. ¿De qué quieres hablar?

—Ven, hazte un poco más cerca — sonrió ladeado.

—Aquí estoy bien, a menos que lo que tengas que decirme sea un secreto...

Se levantó de la silla y se acercó hasta donde me encontraba. Levanté la mirada, de repente se me hizo que era bastante alto. El corazón volvió a acelerarse de un tirón y las manos las sentí sudorosas. Si no estuviera sentada, estoy segurísima que ya habría caído al suelo. No sé qué demonios me está pasando hoy con este hombre.

—Tenemos que entrenar.

—Ah, es eso — murmuré para mí, pero me alcanzó a escuchar perfectamente porque soltó una risita y se inclinó a mi oído.

—¿Qué esperabas que te dijera?

—Nada. ¿Qué iba a estar esperando que me dijeras?

—No lo sé, dímelo tú.

Me levanté de la silla con toda la intención de irme y dejar de sentirme de esa forma tan acelerada, pero quedar estampada contra su pecho me recordó que anoche estábamos a punto de besarnos.

—Voy a cambiarme. En cinco minutos regreso — evadí a toda costa su mirada.

—Aquí te espero — no borró esa sonrisa de sus labios en ningún momento, arrebatando esa calma que pretendía demostrar.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora