Ojo por ojo, diente por diente

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Tami

—Todavía está vivo — aseguró Tomás, quitándose los guantes de sus manos.

—Que aguante el de este hijo de perra. Estoy por creer que tiene pacto con el diablo — comenté.

—¿Qué vamos a hacerle? Por mi parte, no pienso ensuciar mis manos con la mierda. Déjalo morir, o bien podría encargarme con mi bebé de él — Tao se encogió de hombros, acariciando suavemente la ametralladora que se encuentra colgada en su hombro.

—Dale uno de esos remedios mágicos para despertarlo, Tomi.

Tomás me miró como si me hubieran salido tres cabezas.

—No son remedios, y no está dormido. De hecho, está bastante despierto, pero la perdida de sangre y el maltrato en el culo lo tiene así de ido.

—Bueno, entonces métele potencia para que reciba mis cariños a lo grande — sonreí ladeado, golpeando sus mejillas con fuerza—. Quiero que sienta muy a gusto lo que mis bellas manos son capaces de hacer.

—Abigail... — murmuró entre quejidos, tratando de llevar sus manos al trasero—. Maldita perra, me la vas a pagar.

—Te destornillaron bien rico, no sé por qué te quejas tanto. Mi palomita salió tremenda  excavadora. Esa mirada tan perversa todavía me tiene con los vellos de punta — me estremecí recordando la oscuridad de su mirada.

Lo chicos rieron mientras Tomás preparó la dosis exacta de adrenalina y se la inyectó de un solo golpe en el muslo, por lo que nos aseguramos en dejarlo bien amarrado al mesón donde realizo cada uno de mis procedimientos fructuosos.

—¿Necesitas un asistente?

—Faltaba más, recuerda que tener espíritu de cirujana es una de mis pasiones — tomé el bisturí entre mis dedos y reí—. Estos cuchillitos son de juguete.

—Contigo no se puede hacer nada con seriedad — bufó un indignado Tomás—. Deberías tener cuidado, si te cortas el dedo, se te cae enseguida.

—Tu mal chiste me causó gracia — reí escandaloso, bajo la mirada de todos los hombres que me acompañan—. Sabes que soy el alma divertida de tu amargada vida, Tomi. Ahora, relaja los músculos de tu trasero y observa cómo trabaja un verdadero profesional.

Una vez la adrenalina estalló en su sistema y lo despertó de ese sueño en el que se encontraba, Royce abrió los ojos de par en par, desesperado por encontrar una salida de las ataduras. Verlo así; acabado, reventando, lleno de miedo y a escasos segundos de morir, se siente un fresco bien maravilloso acariciando el alma.

Con total calma mientras hablaba de todo y nada con los chicos, me dediqué a hacerle cortes muy finos y superficiales en el piel, a penas haciendo las marcaciones por dónde voy a trazarlo por completo. Seguidamente, tomé otro bisturí y empecé a hacer los cortes poco profundos, escuchando entre las risas de todos esos gritos desesperados que no dejaban de salir de su boca.

Su cuerpo no dejaba de temblar, se veía tan miserable. Alguien que no vale nada. La satisfacción y el regocijo que bailaba en mi pecho me tiene muy emocionada descubriendo nuevos cortes en su asquerosa piel.

Los gritos pasaron a ser suaves quejidos. Supe que estaba yéndose para el más allá por la poca capacidad en la que podía mantenerse despierto y en los leves temblores de su cuerpo. A medida que cortaba, no podía apartar las pocas expresiones que hacía, más cuando sus ojos buscaban con desespero un poco de ayuda.

—Ya sabes, hijo de perra, debías irte a lo grande a disfrutar del infierno — terminé por hundir el cuchillo, abriendo por completo su carne y recordando la manera en la que Abigail murió en sus manos—. Ojo por ojo, diente por diente. Dulce estadía en el averno, maldito infeliz.

No fue hasta que dejó de respirar que todo el dolor que viví en su momento estando bajo su yugo se fue de mis hombros. Haber tenido la dicha de exterminar esa cucaracha que parecía casi inmortal, es lo mejor que he podido lograr a lo largo de mi vida. La libertad se percibe en el aire; con cada segundo que su cuerpo se enfría.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora