Fragilidad

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...Natalie...

Luego de que Wesley me explicara un par de cosas sobre lo que debía cambiar de mi aspecto físico, me llevó con Tami, supongo yo que es su novia, pues en la posición tan comprometedora en la que los encontramos su guardaespaldas y yo, fue muy evidente. Me sentí tan culpable de que él me hubiera tocado de esa manera, aún sabiendo que tiene que guardar respeto por ella, que ni siquiera fui capaz de mirarla a la cara.

Dejando mis pensamientos de lado, presté total atención a la mujer frente a mí. Una tremenda morena de cuerpo y cara divinos, de ojos tan negros como su cabello y un par de labios extremadamente rojos. Es una mujer muy bella, pero a simple vista se ve lo peligrosa que es.

—Dame lo que tienes, palomita — dijo ella, haciendo tronar sus dedos y sonriendo ladeado.

¿Palomita? ¿Por qué carajo me tiene que decir de esa forma? Me estaba empezando a fastidiar con su forma de dirigirse a mí.

—¿Qué se supone que te tengo que dar? — no entendí, hasta que su puño derecho se estampó contra mi boca tan velozmente que solo pude asimilar el jodido dolor en mi cara.

El sabor metálico de la sangre se deslizó por mi paladar. Incluso sentí que me había desencajado los dientes de su lugar con ese golpe. La cara se me adormeció y palpitó al instante.

—Quiero saber lo que tienes, para así mismo poder trabajar en cada uno de tus fuertes.

Seguía sin entender de lo que hablaba, pero sus puños me dejaban en claro a lo que había venido a este lugar. Cada uno de ellos me hizo ver el infierno. ¿Cómo puede una mujer tener tanta fuerza retenida en sus manos?

Pensé que todo sería mucho más sencillo, pues nunca se cruzó por mi mente que el entrenamiento del que hablaba debía ser una lucha cuerpo a cuerpo contra otra persona para poder defenderme. Me había hecho una idea errónea a lo que ahora realmente estoy viviendo.

La mujer con la que se encontraba Wesley cuando llegué a su gigantesca casa en medio de la nada; la tal Tami, tomó mi cuerpo como saco de boxeo. Tiene una fuerza brutal. Sus puños aún los siento quemándome cada centímetro de la piel, y no ha hecho más que empezar con una parte de su "calentamiento".

Me toqué el vientre con ambas manos y escuché una risa descabellada de su parte. ¿Acaso planea matarme a la primera? ¿No se da cuenta que sé una mierda de peleas? No podía ni decir palabra alguna, pues no me dejó tomar ni un pequeño respiro.

—Eres una débil y linda palomita, Naty.

—No sé que esperaba de mí, pero es lógico que no sé pelear a su mismo nivel — gemí de dolor.

Quitó las vendas de sus manos y las envolvió en sus antebrazos.

—Tienes que ser rápida, casi como intuir el golpe de tu contrincante — siguió hablando sin prestarme ni la más mínima atención—. Te dejaré soltar los puños primero, luego veremos qué tan fuerte eres. Aunque con esos brazos tan rellenos de carne, se me hace que serán de gran potencia. Aprovecha ese punto a tu favor.

¿Me está llamando gorda indirectamente? Planeaba responderle como me hubiera gustado, pero Wesley llegó con un pequeño botiquín y procedió a curar mi herida en el labio, por lo que me mantuve en silencio. Además, tenerlo tan cerca me hace desviar los pensamientos a un lugar y un momento que no debería estar más en mi cabeza. La mente es tan sucia como poderosa.

—Es muy blandita, ¿no? — comentó ella, viendo con una sonrisa torcida a Wesley.

—Sí, mucho, cómo no tienes idea — él mordió su labio inferior, y aparté la mirada de su boca, tras recordar lo suave de sus labios.

—Esto será más que interesante... — murmuró Tami de nuevo, ganándose una mirada de Wesley que me pareció advertencia—. Solo decía...

Estallaron en una carcajada potente y al compás, dejándome como pendeja y sin saber por qué razón se reían. ¿Que mierda les sucede a estos dos?

—Es suficiente por hoy. Desde mañana soltarás los puños para ganar agilidad y fuerza. Descansa lo más que puedas, y trata de comer muy bien, linda palomita.

—Puede dejar de decirme así — me levanté de golpe del suelo, sintiéndome irritada y enojada con los dos—. Espero se hayan divertido lo suficiente conmigo —me dirigí hacia el exterior de la casa, sin importarme lo golpeada que me encontraba ni mucho menos los gritos de Wesley a mi espalda.

Necesitaba aire, poder respirar y serenar mi mente. Además de que la piel la sentía adormecida de tanto dolor. He cometido un grave error al confiar en Wesley, pues, ¿que necesidad hay de llegar a golpearme de esta manera tan brutal?

«Si quieres venganza por la muerte de Abigail, tienes que aprender a no sentir, a no amar, a no llorar por lo que fue y por lo que será; pero, sobre todo, a asesinar sin corazón y a sangre fría a quien sea que tengas frente tuyo». Sus palabras me llegaron de golpe, recordándome que esto hace parte de este tipo de vida para no sufrir ni lamentarse; aprender que, por más dolor que se lleve marcado en la piel, en la mente y en el alma, la empatía no será nunca una salida.

Asesinar el corazón y enterrarlo junto al dolor, es la mejor que puedo hacer. La fragilidad es un pase directo a la muerte.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora