Venganza

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Advertencia: Contenido sensible.

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La humanidad se pierde en el momento en el que dejas de sentir empatía por el otro y empiezas a desearle el mal. El odio, el rencor y las ganas de querer hacer sentir lo que el otro nos hizo, son deseos que corroen el alma poco a poco hasta destruirla por completo. He sido enemigo de mí mismo durante muchos años a causa de este pensamiento y sentimiento de hacer pagar con la misma moneda a Royce. No quiero que Natalie se vea afectada de esa manera, no cuando tiene que ser fuerte para la llegada de nuestro hijo.

Si bien le aseguré su participación, más no contaba con la llegada de un ángel que me hizo cuestionar cada uno de los pasos que he dado hasta ahora. Soy el hombre menos indicado para decirle cómo no debe ser su vida, si en la mía hecho cosas de las que hasta el día de hoy me arrepiento; entre ellas, no tener el valor suficiente de enfrentar un camino lejos de la maldad de Royce. En lugar de irme y vivir mi vida, me quedé a verlo destruir el mundo de muchas mujeres inocentes. Sé que no seré un padre ejemplar, por eso mismo no puedo permitir que la única pizca de inocencia y bondad se vea manchada con la sangre del diablo.

Sin embargo, mi pensamiento por Natalie está muy errado. Sigo creyendo que en ella habita humanidad y bondad cuando no es de ese modo. No tengo en cuenta que fue a ella a la que más destruyeron y perjudicaron entre todos los presentes; pues le arrancaron su única familia de la manera más vil y descarada, dejaron su pureza tirada por los suelos, haciendo alarde de que la maldad va en aumento, y convirtieron sus sueños en pensamientos suicidas con cada una de las desgracias que vivió en sus manos. Ella, mejor que nosotros, conoció el infierno y lo palpó con su piel por días enteros en los que se sometió a ser condenada cuando era un ángel inocente y lleno de pureza.

—No voy a dejar que tú me vengas con sermones de lo que es correcto y de lo que no, cuando tú no tienes ni puta idea de todo lo que viví en manos de este bastardo — volvió a aparecer con una expresión sosegada.

—No es momento, Natalie.

—Cállate — me ordenó sin perder de vista a Royce—. Le hice una promesa a mi hermana, me hice una promesa a mí misma ese día en el que terminó por destruir lo que me quedaba de vida. Que contigo sea diferente, no quiere decir que no sienta desprecio, asco y sed de venganza por ese hijo de perra.

—No subestimes a mi gatita, ella tiene más pantalones que tú, Wes.

El fuerte azote de un palo en su rostro hizo que su boca estallara en sangre. La mujer buena, tierna y que se sonrojaba con una fija mirada de mi parte no está frente a mis ojos, ahora veo a una mujer consumida por el odio y el dolor de todo aquello vivió.

—Nadie te dio la palabra, imbécil — presionó el palo en su mejilla, viéndolo con una sonrisa torcida en los labios—. En definitiva, el rojo te queda mucho mejor.

—Natalie...

—Deja que ella cumpla con su promesa, Wes — me detuvo Tami—. Deja que descargue todo su dolor y su sufrimiento, de ese modo, puede estar en paz consigo misma.

No muy convencido y sin dejar de estar atento a lo siguiente que estaba por hacer, asentí y suspiré. No estoy de acuerdo en que ella ensucie sus manos, pero tampoco puedo ser un obstáculo, después de todo, ella ha esperado meses para que llegue este día

—Esto estorba y las palabras sobran... — dijo ella, antes de desgarrar su ropa por completo y trazar cada parte de su cuerpo con la punta del palo—. Es asqueroso que tengas una erección aún sabiendo que vas a morir.

—Te lo he dicho muchas veces, gatita, me pone la maldad que sé que llevas por dentro.

El corazón se me aceleró de golpe al saber las claras intenciones de Natalie. Ella solo sonrió, descansando el objeto en su espalda baja.

—Sé que vas a disfrutar un poco de tu propio infierno...

De un solo golpe y sin pensar, enterró el palo en su an*, adentrándolo todo lo que más pudo en el interior de su cuerpo. Jamás había visto a Royce sufrir y chillar como ahora. Lágrimas de sangre brotaron a la misma velocidad que las de sus ojos, por primera vez, mostrando ser un hombre que siente dolor como cualquier otro.

Mientras él gritaba y se removía en busca de liberarse, no pude apartar mis ojos de la expresión satisfactoria en el rostro de Natalie. Entre más gritaba y se sacudía, con mayor rudeza lo p*netraba. Lo hacía sin delicadeza, ni ternura, ni con la intensión de disfrutar; ella lo hacía con la clara intensión de acabarlo con esos rudos golpes que dejaba uno tras otro y sin descansar.

Estaba tan fuera de sí, deleitándose con sus quejidos y con toda la sangre que salía de sí, que entendí que esto era lo que necesitaba para sonreir de aquella manera. Incluso podía leer sus pensamientos a medida que procedía con su venganza. A este paso, con esa fuerza con la que lo empala, va a morir desangrado en cualquier momento.

Pensaba intervenir, pero una vez más Tami me detuvo. No quería que mi mujer se perdiera, más no pude hacer nada, sabiendo que la estaba dejando fundirse en el infierno junto con su alma.

—Ni te atrevas a morir tan pronto, hasta ahora estamos empezando el juego. Tao, dale lo que me dijiste.

—Sí señora.

Lo vi inyectar alguna sustancia en su cuello, y bastó la reacción, para que Royce empezara a desesperarse con cada segundo. Su cuerpo se sacudía con violencia al tiempo que Natalie lograba mantener el palo en su lugar, pero era difícil que le ganara en fuerza.

Tami y Tao inmovilizaron el cuerpo de Royce, permitiendo que Natalie siguiera con sus planes de acabarlo.

Mientras Royce sufría; entre cada quejido veía a mi chica brillar con mayor intensidad, pero ardiendo en el infierno de una persona sin alma ni corazón.

Al tiempo que chillaba desesperadamente por frenar el dolor que mi chica experimentó en sus manos, la veía sonreír y susurrarle palabras que no escuchaba.

No sabía si sentirme complacido o frustrado, sin lugar a dudas, verla transformada en otro ser, es algo que nunca me había detenido a pensar. Tenía bastante claro que la estaba perdiendo de mis manos, porque su mirada y su sonrisa, delataban lo mucho que se estaba encantando de un mundo dónde ella es un verdugo más.

Con una punzada extraña en el pecho, la abracé por la espalda y deposité un suave beso en su cuello, tratando de sentir que la Natalie que conocí y de la cuál me enamoré aún sigue estando ahí.

—Ya es más que suficiente, mi vida — susurré en su oído.

—Todavía tengo que abrirlo del mismo modo en el que lo hizo con mi hermana...

—Ya está muerto — dije sin saber si era cierto o no—. Ya disfrutaste lo que tenías que disfrutar, ahora ven conmigo a quitarte toda esa sangre de encima.

Me miró por encima de su hombro y me sonrió cálidamente, de esa manera en la que mi corazón se alborota y mi vellos se ponen de gallina.

—Por fin podemos ser felices, amor — soltó el palo y me envolvió en un fuerte abrazo al tiempo que sus lágrimas salían de sus ojos—. Ahora podemos empezar una nueva vida juntos; tú, nuestro bebé y yo...

—Seremos muy felices, mi reina preciosa — besé su mejilla, acariciando con suavidad su espalda—. Ya saben qué hacer — Tami y Tao asintieron antes de llevarme a Natalie envuelta entre mis brazos muy lejos de este lugar.

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