Náuseas

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Ha pasado una semana desde que volví a ver a Tami y desde que Royce se marchó de la mansión por cuestiones de trabajo. Sabiendo que no tengo ese pegostre encima todo el tiempo, me he dedicado a estudiar cada uno de los puntos ciegos de la casa con el fin de poder encontrar algún vacío y escapar. Hace días tengo en mente irme de aquí a como dé lugar, pues Wesley ha sido mi mayor empuje para liberarme de esas cadenas que ese infeliz puso en mi mente.

La casa es enorme, sin contar que está en el medio de la nada. Hay bastantes hombres de seguridad a los alrededores, sobretodo en aquellas zonas donde no transita absolutamente nadie, pero debe haber algún lugar que no esté custodiado. Me aventuré a ir un poco más allá de la parte trasera de la casa, tomando un largo y angosto camino que lleva a un pequeño lago. Al otro lado del lago hay más bosque, no creo que haya una carretera cerca por este lado de la casa. 

—No puede estar por aquí, señorita — maldije para mis adentros al ser vista por uno de sus hombres—. Regrese a la casa.

—No creo que esté prohibido dar un corto paseo, ¿o sí?

—El jefe ordenó no dejarla salir de la casa bajo ningún concepto, y si quiere pasear, tendrá que hacerlo con uno de los guardaespaldas. Es mejor que vuelva ahora mismo a la casa.

Mierda.

—Es absurdo que no pueda tener un poco de privacidad — me quejé, volviendo a la casa con el hombre pisando mis talones—. ¿A dónde diablos voy a irme? Está maldita casa queda lejos de todo.

El hombre no dijo nada, solo se dedicó a seguirme el paso hasta que regresé a la casa. Me encerré en la habitación, saqué el celular y, sin pensarlo dos veces, le envié un corto mensaje a Tami. Tengo un desespero irritante y sofocante por irme de este lugar ahora mismo. No soporto estar un segundo más aquí.

—¿Estás segura que no está? — me respondió casi de inmediato.

—Hace una semana que se marchó y no ha regresado. No tengo nia menor idea de cuando vuelva.

—Activa el GPS, palomita, hoy mismo volverás a mis brazos.

Me levanté de la cama de un saltó y, a pesar de sentir un leve mareo, la emoción fue mucho mayor. Me cambié de ropa por algo más cómodo en un abrir y cerrar de ojos, guardé el teléfono en mi bolsillo y el arma en la cintura de mi pantalón. Son varios hombres, no sé cuántos son con exactitud, por lo que no puedo darme el lujo de desperdiciar una sola bala.

Salí sin prisa y sin levantar sospechas por el corredor. Tan solo en el interior de la casa, hay diez hombres armados hasta los dientes. Lo veo difícil salir de acá, más no imposible. Ante sus atentas miradas, bajé a la primera planta y me encaminé al comedor. Tomé asiento en la mesa, haciendo una muñeca de desagrado al percibir el olor a la comida.

Desde hace un tiempo he estado muy sensible a los olores, pero hoy parece que la comida estuviera infestada, pues, aunque siento un hambre voraz, también siento muchas ganas de vomitar.

—¿Ocurre algo, Srta. Natalie? — inquirió la mujer de avanzada edad encargada de la comida—. Se ve muy pálida.

—De momento no tengo ganas de comer nada — contuve la respiración para no vomitar encima del plato, pero fue muy tarde, tras el olor golpear todos mis sentidos e impregnarse en mi paladar, no tuve tiempo ni de salir corriendo.

A un lado de la mesa vomité todo lo que no había comida en el día, y de igual forma aún sentía esas náuseas crecer cada vez más.

—Lo siento — musité, recomponiendome tan solo un poco, pues aun tengo muchas ganas de vomitar.

—No se preocupe, señorita, en un momento limpian todo — me pasó un vaso de agua, viéndome con ojos brillantes y una gran sonrisa—. Es normal que le suceda en su estado.

—¿Cuál estado? ¿A qué se refiere? — fruncí el ceño, bebiendo pausadamente del vaso de agua, es que, incluso el agua me sabe a horrible.

—A sus malestares, desde luego. Un embarazo trae muchas náuseas, sobretodo en los primeros meses de gestación.

—No estoy embarazada... — palidecí un poco más, con el corazón bombeando fuerte en el pecho.

—Dejándome llevar por lo que acabo de presenciar, estoy segura que sí pueda estarlo. El Sr. Ford se pondrá muy feliz con la noticia, él siempre ha soñado con ser padre, pero ya un médico dirá si es así o no. No nos precipitemos aún. Una vez el señor vuelva, apartaré una cita con el doctor de la familia para que venga a  hacerte un par de chequeos...

Desvié la mirada, entrando en pánico y con una fuerte punzada en el pecho que me hacía cada ve más difícil respirar adecuadamente. No puede ser cierto, esto debe ser una mala broma del destino. ¡No puedo estar embarazada! ¡No puedo tener un hijo de ese maldito bastardo! Con solo imaginar tener un hijo de ese infeliz, termina por clavarse una filosa daga en una herida llena de veneno y odio.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora