Sinceridad

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—¿Vengarte? Verdaderamente crees que me voy a tragar tus mentiras. Tuviste que ver con la muerte de mi hermana y ahora pretendes lavarte las manos y hacer de buen pastor, ¿no es así?

—En parte sí tengo muchas culpa, pero nunca he matado a una buena persona — su comentario me provocó escalofríos, más no le demostraré debilidad—. Piénsalo, no tienes que responder nada. De igual manera, si no quieres unirte a mí, lo entenderé. Pero si te voy a exigir que no te cruces en mi camino. He pasado años esperando mi momento, por lo que no planeo detenerme a pensar por nada ni por nadie. Tenerte en medio sería un gran problema. Te dejaré un número donde puedas localizarme. Si cambias de opinión, llámame.

—¿Quién demonios te crees para amenazarme? — levanté la voz inconscientemente.

—No te estoy amenazando, Natalie. Quiero prevenir más muertes — la seriedad con la que habla estaba por convencerme—. Estoy cansado de vivir una vida que no es mía. He presenciado muertes muy injustas; como la de tu hermana, y me he visto en la obligación de solo sentarme a mirar mientras mujeres, niños y hombres mueren en manos de ese maldito bastardo.

Se formó un silencio entre nosotros bastante cargado. Sus palabras me dejaron muda. No supe qué responderle, pues se oye muy sincero y seguro. Además de que tiene mucha razón; es lamentable caer en la red de ese desgraciado. Debo pensar con cabeza fría lo que tengo que hacer, no puedo tomar una decisión como estas tan a la ligera. Pero de algo sí estoy segura, si entro al juego, tengo que convencerme a mí misma de que si gano o pierdo, debo darlo todo.

—Quiero pedirte una excusa formal por haberte tocado de esa manera la otra noche — carraspeó, visiblemente incómodo—. Sé que estuvo muy mal, pero Royce no podía verte. Perdóname...

—Eso quedó en el olvido — mentí, desviando la mirada.

—Muy bien. Si decides unirte a mí, no dudes ni un segundo en llamarme — lo vi caminar hacia la puerta y lo detuve.

—¿Luego no pasarías la noche aquí? — me vi preguntándole, sin saber realmente por qué lo hacía—. Digo, es lo que dijiste, ¿no?

—¿No te incómoda...?

Varios golpes en la puerta me hicieron fruncir el ceño. ¿Quién demonios hace una visita a esta hora de la madrugada?

—¿Esperas a alguien?

—No.

—Quédate ahí donde estás — sacó de la parte de atrás de su pantalón una arma, caminó precavido hasta la puerta y miró por la mirilla por breves instantes.

Mi corazón se encontraba acelerado, más no sabía qué hacer en una situación de estas. Verlo cargar esa arma tan intimidante me puso a temblar.¿Realmente seré capaz de unirme a él? En mi vida había visto un arma, no sé ni siquiera cómo se usan. Si decido aceptar, tendré que aprender mucho de él. No pienso convertirme en la doncella que siempre deben ir a su rescate. Supongo que no es tan complicado aprender a usar un arma de fuego.

—Interesante coincidencia — guardó su arma y se hizo a un lado—. Eres muy cercana del abogado, ¿no?

—¿Abogado?

No había conectado nada, pues me encontraba sumida en mis pensamientos, cuando abrió la puerta y el Sr. Avellaneda apareció frente a nosotros, con un ramo de rosas amarillas un poco maltratadas, la corbata desecha y una cara de haber bebido más de lo establecido.

—¿Llegué en un mal momento? — alternó una mirada extraña entre Wesley y mi persona.

—No, para nada — le respondió Wesley, cruzando la sala y tomando asiento en el único sofá que decora mi apartamento.

—¿Ocurre algo, Sr. Avellaneda?

—No. Bueno, sí.

—¿De qué se trata? — me acerqué a él, y comprobé lo ebrio que se encontraba—. ¿Se encuentra bien?

—Eran para ti... son para ti — me extendió el ramo de rosas, haciendo que mi corazón se acelerara estrepitosamente—. Están algo feas, pero lo que cuenta es el detalle, ¿no? Natalie... — cortó la distancia que nos separaba y acarició suavemente mi mejilla—. Quiero decirte tantas cosas, pero hay algo que no me permite soltar las palabras adecuadas.

—Una confesión de amor, ¿eh? — escuché decir a Wesley, pero mi atención estaba centrada en el hombre frente a mí.

—Se está equivocando de nuevo, Sr. Avellaneda. Abigail... mi hermana está muerta.

El alcohol que había bebido, las palabras de Wesley y todo lo que está pasando en mi vida me hizo caer en un hueco sin salida. Me siento asfixiada, más cuando él trata de convencerse de que soy Abigail.

—No, no estoy equivocado. En lo que llevo de conocerte me has empezado a gustar muchísimo, Natalie. No puedo sacar de mi cabeza la suavidad de tus labios.

—¿Cómo puedo gustarle? Estás confundido, tratando de recrear a mi hermana en mí. Aunque tengamos la misma cara, somos muy diferentes.

Sentí lastima por él, pues se encuentra en un estado muy deprimente. No creo que haya nacido un sentimiento por mí de la noche a la mañana, ya que era a mi hermana a quien quería. Además, llevamos muy poco de tratarnos. Es imposible que algo así suceda.

—En un principio sí la recreaba en ti, pero últimamente has sido tu, Naty — sus lágrimas me conmovieron, por lo que lo abracé fuertemente contra mi pecho—. Te lo demostraré...

—Yo salgo sobrando aquí — le dimos una mirada a Wesley—. Llámame, no habrá nada más placentero que seamos uno solo. Ten en cuenta lo que te dije, Natalie —dejó una tarjeta entre el medio de las rosas y salió del apartamento con una sonrisa tranquila en los labios.

—¿Quién es él y a qué se estaba refiriendo? — preguntó Pablo una vez Wesley se marchó.

—Un amigo de Santiago, y no se refería a nada — di un paso atrás—. Voy a preparar el sofá para que puedas dormir. Estás bastante ebrio. Mañana ya tendremos oportunidad de hablar sobre este asunto.

—No te estoy mintiendo, soy sincero en decir que me gustas mucho — dejó un suave beso en mi mejilla, despertando esos calambres inquietantes en mi estómago.

Por el momento no es conveniente decirle lo que realmente pienso, pues no se encuentra en sus cinco sentidos. Lo que me molesta es que haga este tipo de cosas, tratando de conseguir un momento con mi hermana a través de mí. Tengo mucho que pensar sobre la propuesta de Wesley, como para ponerme a matarme la cabeza con este hombre. Por ahora, lo que menos me interesa es buscar un amorío ya sea pasajero o duradero. Lo único que tengo en mente es acabar con esa maldita lacra que asesinó a mi hermana.

Venganza[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora