CAPÍTULO 55

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GRAN MARÁTON 7/10

El señor Mateo levanta los ojos hacia nosotros, observa nuestras manos juntas y nos invita a sentarnos. Siento que Abraham toma una inspiración antes de llevarme al diván, frente a su padre. Vienen a preguntarnos qué queremos tomar, como si estuviéramos en un restaurante.

Sin ningún miramiento, alisando con su mano la tela del pantalón, el padre de Abraham declara en tono seco y seguro de si mismo:

- Aprovecho que tu madre no esté aquí para que tengamos una pequeña charla. - se vuelve hacía mí. Su mirada incisiva penetra en el fondo de la mía y hace que me sienta profundamente incómoda. - Si lo desea, puede disfrutar de nuestra piscina mientras tanto.

¡Una manera muy elegante de echarme del salón!

- Si tienes algo que decirme, puedes hacerlo delante de ella. Estar en tu presencia ya es bastante penoso.

Me tenso de la cabeza a los pies con ese tono glacial. Sin embargo, no es solo su timbre de voz: todo su rostro está helado. A mi me gusta el lado despreocupado y rebelde de Abraham. Descubrirle una faceta tan glacial me sorprende.

No es que encuentre este aspecto odioso, al contrario, le aporta un encanto increíble. Asisto con interés al cara a cara entre los dos hombres. El padre suelta un ligero gruñido de garganta, dejando notar seguramente su desacuerdo.

- Si quieres, puedo ir a dar una vuelta. - murmuro mirando a Abraham.

- ¡Ya he dicho que no es necesario! - mira a su padre y acepta la copa que le sirven. Da un trago rápido y posa su tobillo derecho sobre su rodilla izquierda, sin dejar de mirar a su padre. - Bien, te escucho. ¿A qué viene todo este circo? ¿Por qué acosas a mi novia en su trabajo?

- Pues seguramente porque tú no querías hablar conmigo más de unos segundos por teléfono, o porque no querías ver a tu pobre madre.

Abraham frunce el ceño.

- No metas a mamá en este asunto, no tiene nada que ver.

Adivino la tensión que le recorre, y cojo su mano con la mía, pasándola sobre mí rodilla. Abraham no intenta soltarse, eso es bueno.

- Tu comportamiento es pueril, Abraham. ¡Actúas como un niño mimado!

- Me fui de casa, no espero nada de ti ni de tu asqueroso dinero. Me las arreglo solo. Así que, ¿Dónde está el niño mimado? Tu problema es que no puedes controlarme.

La mandíbula de su padre está tan tensa que si me concentrará lo suficiente, estoy segura de poder oír sus dientes chocar unos contra otros.

Doy un sorbo a mi bebida. Es demasiado ligera. ¡Un whisky! ¿Puedo pedir un whisky? ¿En qué me he metido? Abraham está tenso como la cuerda de un arco, preparado para estallar. No tengo ninguna gana de que me explote entre mis dedos.

- ¡Dime lo que quieres!

- Que vengas al consejo de administración de nuestra empresa y que cumplas la función que te corresponde.

Abro los ojos como platos, ¿La función que le corresponde? ¡Nada más y nada menos! Creo que nunca me acostumbraria a esa faceta de Abraham, el heredero multimillonario.

- Esa función no me corresponde. No me interesa. ¡No tengo nada que ver con tu trabajo! ¿Quieres mis acciones? ¡Pues lo siento por ti, pero no las tendrás!

- Abraham, no me obligues a emplear métodos que...

Abraham arquea una ceja desafiante.

- ¿Métodos que...? ¿Qué me decepcionarán, por tu parte?... Eso ya lo has hecho, no te preocupes. En cuanto al resto, adelante, no te cortes. - se incorpora en su asiento y mira a su padre serio. - Pero voy a ser claro, esas acciones son mías, y seguirán siéndolo.

Ángel Mío | Abraham MateoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora