Está apoyado contra el mostrador y charla con Lea. ¡Ella le sonríe!
Bueno, he olvidado contarle que me he separado de él en circunstancias espantosas...
Ella está excusada, pero ¿él?... ¡No, desde luego que no! ¿Qué diablos hace aquí?
Tengo dos opciones: o hago que no le he visto y voy corriendo a los ascensores, o voy y le doy una patada en ese lugar.
No pierdo mi seguridad y me dirijo al mostrador de recepción. No pienso dejar que gobierne mi vida. Saludo a Lea todos los día, así que no voy a comportarme de otra manera hoy.
- Hola Lea, ¿Qué tal esta mañana?
Abraham se aposta a mi lado. Tiene una expresión lúgubre, ojeras y los ojos sombríos y tristes. Su cabello está más despeinado que de costumbre, parece haber dormido vestido. Cuando me mira, sus ojos avellana me parecen enrojecidos y apagados. Me mira de los pies a la cabeza.
- Hola, _______. - saluda Lea, nos observa y parece sorprendida. Pero tiene el detalle de no decir nada. Mi amiga siempre ha sido muy educada y sabe callarse cuando debe. Supongo que nota la electricidad entre Abraham y yo.
- Abraham, no tengo ninguna gana de verte, es mejor que te vayas, estoy en el trabajo. - mi tono de voz es seco, trago duro.
- Lo sé, pero necesito verte... - murmura noto en su tono de voz la tristeza y desesperación.
- Yo no... Deberías avergonzarte por aparecer aquí. - Ignoro por completo la mirada triste de Abraham y doy media vuelta para ir a toda prisa a los ascensores.
Pero él no ha acabado conmigo. Me obstruya el paso, ignorando la expresión de perplejidad de Lea. Me prometo invitarla a comer, le debo algunas explicaciones. No ha debido entender nada de esta extraña escena.
- ¡________, por favor, dame dos minutos! - suplica, noto que su voz se empieza a entrecortar.
- Dos minutos ya es demasiado para ti. No me apetece nada escuchar tus mentiras ni dejar que me manipules, ya he tenido bastante. - trago duro.
- Déjame que te lo explique todo, te lo ruego. - intenta tomar mi mano pero se lo impido.
- Vete, Abraham o llamo a seguridad, y créeme, no será divertido.
Su mirada se vuelve aún más amarga, con mi amenaza. Pasa la mano por su cabello y da un paso atrás, como para calmarme. Luego mete las manos en sus bolsillos, asiente con la cabeza sombríamente, mientras que mi corazón amenaza con rendirse.
Es tan guapo, está tan triste, que mi maldito corazón parece acechar el momento en el que podrá traicionarme.
- ¡Joder, vete, Abraham!
Me tiembla la voz, al decir estas palabras. Me concentro en la puerta del ascensor, más que en él. Es duro verlo... demasiado duro.
- Vale, me voy, cariño, pero... - lo interrumpo.
- ¡Deja de llamarme así! ¡Deja de hacer como si yo te importara! - aprieto los labios para evitar llorar.
Veo de reojo que su mandíbula se crispa.
- Para mí, sigues siendo cariño, a pesar de todo. Te dejo, pero volveré, ______.
Me vuelco hacia él y clavo mis ojos en los suyos. Ante mi mirada, se echa un poco hacia atrás. Mi corazón tiembla.
- ¡No te atreverás! - murmuro y aprieto los puños.
- Verás como sí. - responde con un tono seguro y frunce el ceño.
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Ángel Mío | Abraham Mateo
Hayran KurguElla ha estado viviendo en la ciudad de Nueva York durante varios meses trabajando en uno de los pisos de un edificio enorme rascacielos de cristal con vistas a Manhattan. Su vida siempre ha ido muy bien, tiene un trabajo estable, sus amigos son lea...