CAPÍTULO 54

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GRAN MARÁTON 6/10

La comida ha sido tan glacial como un banco de hielo. Su madre ha intentado animar un poco el ambiente pero Abraham y su padre no ha hecho ningún esfuerzo. Tanto que he acabado por hablar con ella. Es una mujer muy agradable y culta. Me cuenta anécdotas de su hijo que me hacen sonreír.

- Cuando era pequeño, estaba ya locamente enamorado del mar. Al llevarlo a la playa, se quedaba todo el día en el agua, aunque estuviera fría. - sonríe. - Le fascinaba, siempre pensaba que él veía algo que yo no podía entender. - tiene los ojos brillantes, al hablar de su hijo. Sonrío tontamente imaginando una cabecita pelinegra fascinada por las olas.

- No ha cambiado tanto, finalmente. - Abraham me dirige una sonrisa de lado, mientras picotea en su plato. - Por favor, cuénteme otra historia sobre Abraham.

- Cuando era pequeño, se escapó de la niñera cuando le estaba cuidando. Ella estaba asustadísima. ¿Sabe dónde acabamos por encontrarle? - suelta una risita y mira de reojo a su hijo. - ¡En nuestro criadero de caballos! ¡Los había soltado a todos! Aunque no fueron muy lejos, porque están amaestrados, claro, ¡Pero al cuidador no le hizo mucha gracia! Cuando le preguntamos por qué había hecho eso, nos respondió que solo quería que fueran libres.

Sonrío porque no me sorprende que la libertad tenga tanta importancia para Abraham. Solo hay que ver lo que ha vivido. En esta familia, en la que el padre lo controla todo y parece absorber el oxígeno, no me extraña que se sienta atraído por el mar y los espacios abiertos.

- ¿Y usted, querida? Háblenos un poco de usted.

Esta mujer da confianza realmente. Siento que quiere conocerme, no solo porque estoy con su hijo.

- Bueno, pues vengo de una pequeña ciudad del Middle West. Mi padre es un empresario agrícola y mi madre le ayuda en la granja. No somos muy ricos, pero no nos falta de nada.

Siento la mirada de Abraham caer sobre mí, no se pierde ni una palabra. Es verdad que, a pesar de todas nuestras conversaciones, siempre me he arreglado para evitar este tema.

- ¿Cómo ha llegado a Nueva York? - cuestiona la mujer mientras me mira atentamente.

- Un desacuerdo con mi familia me obligó a distanciarme un poco. Encontré un puesto en Harper's que me ofrecía magníficas posibilidades.

- ¡Oh, lo siento! Espero que se haya arreglado todo con su familia... Conocemos bien a Harper's, mi marido trabaja a menudo con esta empresa. Sebastián Harper es un hombre formidable.

Me quedo alucinada. ¿El señor Mateo conoce a Sebastián Harper?

Mi mirada se desvía de inmediato de la Sra. Mateo y se posa en su hijo rebelde. Este no me mira ya, pero adivino en sus labios la sombra de una sonrisa. Sabe que lo he entendido: ¡No ha pirateado Harper's por casualidad!... ¡Oh, no! ¡Tiene que ver con su padre!

- Solo me he encontrado con el Sr. Harper en raras ocasiones, pero en efecto es un hombre formidable.

Mi tono arranca a Abraham de la contemplación de su plato. Entorna los ojos bruscamente mosqueado. Le saco discretamente la lengua, de lado, para pincharle un poco. Parece celoso, es divertido, sobre todo porque no tiene ningún motivo.

- Parece que su trabajo le gusta.

- Si, lo que hago es apasionante y tengo la suerte de tener compañeros que se han convertido para mí en valiosos amigos.

- Ya conoces a Matt, mamá.

¿Cómo es eso?

Abraham responde a mi pregunta muda, mientras que los observo a los dos:

Ángel Mío | Abraham MateoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora