CAPÍTULO 61

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En realidad, solo tengo una elección, no quiero que mi amor desaparezca de esta vida.

Cojo el pomo y abro la puerta a los dos hombres, Abraham está apoyado en la pared, con una expresión grave y seria. Derreck está apoyado en la pared opuesta, sus dedos golpeteando un pc portátil con destreza.

Al oír la puerta, los dos se precipitan al interior del parking.

Derreck, armado con su ordenador, se adentra entre los coches que quedan. Sus ojitos marrones brillan de alegría. ¡La situación parece divertirle!

- He desactivado las cámaras de video. Los vigilantes del edificio solo verán fuego. Tenemos una hora, no hay tiempo que perder. - comenta con una sonrisa entre sus labios.

Mi mirada se pierde un instante en la de Abraham. Está impenetrable, calmado, tranquilo, como si nada pudiera perturbarlo. Me gustaría ser capaz de alcanzar tanta serenidad... Pero la elección actúa sobre mí como una apisonadora. Mi sangre palpita en el interior de mis venas.

Me aprieto los labios, echo un vistazo por encima de mi hombro como si alguien pudiera sorprendernos. 

El parking está completamente desierto, solo estamos nosotros, prisioneros de una situación fuera de control.

- Las escaleras, no perdamos tiempo. ¡Hace una eternidad que no haces deporte, Derreck! - comenta Abraham con un tono burlón mirando a su amigo.

- ¡No hace falta que me lo recuerdes, pringado!

¿Cómo pueden bromear en un momento así...?

Los llevo sin esperar más hacia la escalera de servicio. No creo que nos encontremos con nadie, la mayoría de los empleados cogen el ascensor.

Abraham abre la puerta y entra en el hueco de la escalera. Los tres, levantamos los ojos en dirección a la vertiginosa altura de la torre.

- ¡Vale, voy a reventar! - exclama Derreck soltando un gran suspiro.

Abraham y yo nos miramos. Mi corazón late hasta mi carótida. ¡No lo conseguiremos!

Me quito los zapatos, antes de empezar la ascensión y subo mi falda hasta mis muslos. La mirada de Abraham cae en seguida sobre mis piernas.

- Ay, cariño, si tuviéramos tiempo...

- ¿Cómo puedes pensar eso en un momento así? - murmuro entre dientes negando con la cabeza.

- ¡Porque es un tío! - exclama Derreck en un tono irónico.

Los chicos logran arrancarme una sonrisa, mientras que empezamos la subida de lo que parece el Everest, en versión Nueva York. Suelo correr por Central Park, mis músculos están trabajados. Estoy acostumbrada a trabajar mi cuerpo y realizar esfuerzos. Pero aquí, a la altura del tercer piso, empiezo a sentir ya los límites de la resistencia. ¡Lo que me va a costar subir hasta allá arriba!

Entre Derreck, que parece escupir sus pulmones, y yo, que siento que mis músculos no funcionan bien, solo Abraham parece cómodo. Su cuerpo está estilizado, entrenado. Él es el hombre de acción, sin contar que el surf que práctica casi todos los fines de semana.

Todos sus músculos están esculpidos, ya lo he podido comprobar en muchas ocasiones. En su rostro, no se distingue ni una arruga de esfuerzo. Al contrario que él, Derreck parece agotado, jadea y tose sin parar:

- ¡Joder, voy a reventar!

- No, vas a conseguirlo, ya casi estamos. - trato de motivarlo con una pizca de burla en mis palabras.

- ¿Me tomas el pelo? ¡Falta muchísimo aún! - hace una mueca frunciendo el ceño, pasa su brazo por su frente limpiando algunas gotas de sudor que empezaban a notarse.

Abraham nos echa una mirada, desde unos escalones más arriba que los nuestros.

- ¡No malgastéis la respiración y subid! - ordena, con la voz tensa y la mirada cortante, tiene un lado excitante que, por espacio de un instante, atiza la llama que ahora escondida por el miedo.

Pero momentáneamente, lo hace desaparecer en tres segundos, mientras enciende con esa mirada autoritaria y concentrada. Descubro una nueva faceta de Abraham que hasta ahora me había ocultado.

A decir verdad ¡Me encanta! 

Vale, me estoy volviendo claramente loca, porque este nuevo aspecto de Abraham me parece realmente sexy. Tengo que concentrarme en la misión, es primordial. Pero miro su trasero, mientras sube las escaleras ... ¡Es una manera de relajarme!

Abraham es un hombre de múltiples facetas. Cuanto más conozco, más lo admiro y más lo quiero. ¡Estoy realmente acabada! 

Al llegar al 25° piso, Dereck está hecho polvo. Se encoge a la barandilla, sin aliento. Un hilo de sudor cae por sus sienes y suelta:

- ¡Joder, tendría que haber saboteado lo ascensores! ¿Por qué tiene que estar tan alto el despacho de Alan?

- Porque es muy bueno, y no se relaciona con los fracasados. - responde Abraham encogiéndose de hombros y sonriendo orgulloso.

- Eh ... ¡Qué estoy aquí! - exclamó frunciendo el ceño fulminándolo con la mirada.

- No hablaba de ti, cariño. ¡No seas tonta! - muerde su labio inferior incómodo rascando su nuca con nervosismo.

Mis músculos están doloridos y parecen tan tensos como cables de alta tensión. Sin embargo, Abraham, tiene un pequeño velo de sudor, resiste bien. 

Estamos realizando un verdadero maratón. Cuando llegamos al 30° piso, Derreck se para delante de la puerta:

- Yo me quedo aquí.

- ¿Por qué aquí? - arqueo una ceja mirándolo con confusión.

- Aquí, grandes servidores, dominio mío. - se golpea el pecho como un hombre de las cavernas, gruñendo. No puedo evitar levantar los ojos la techo. Le lanza a Abraham un pen drive que este coge al vuelo metiéndolo después en su bolsillo. - Lo conectas en el puesto de Alan. No le va a gustar, puedo garantizarlo. Venga, largaos; a mi señal, os vais en modo comando.

 Abraham asiente y me coge de la mano para llevarme con él. Solo escucho la puerta cerrarse detrás de Derreck.

- ¿Estará bien solo? - cuestione preocupada mirando de reojo a Abraham. Él me mira y sonríe con ternura al notar mi tono de voz preocupado, acaricia el dorso de mi mano con sus dedos.

- Sí, tranquila, ya lo has oído: entra en su territorio. Nos encontraremos abajo. Hay que darse prisa.

Seguimos nuestra carrera hacia el despacho de Alan. Es igual que la cumbre del Everest: tengo la impresión de que podría morir en cada paso que doy.

Cuando por fin llegamos a nuestro destino, mis pulmones amenazan con salírseme de la caja torácica. Hasta Abraham jadea con el esfuerzo, se apoya contra la pared con las palmas de las manos, y recupera el aliento.

Se repone antes que yo, me coge de la mano y me lleva por el pasillo. A pesar de mi avanzado estado de fatiga, intento mantenerme atenta a todo lo que nos rodea. Un paso en falso y tendremos que justificar nuestra presencia aquí. ¡Estaríamos en un enorme lío!

Abraham examina la situación y se asegura de que todo el mundo se ha ido. Caminamos rápidamente bordeando los despachos y los múltiples servidores del departamento. 

Abraham se para enseguida delante de la puerta cerrada del despecho de Alan. Pega su oreja a la puerta, no oye ruido y abre sin esperar más.

Ángel Mío | Abraham MateoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora