CAPÍTULO 53

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GRAN MARATÓN 5/10

Nos sentamos alrededor de la mesa, el sol ilumina la terraza y la calienta. Veo sus rayos reflejarse en la superficie de la piscina. Abraham está tenso, apenas ha movido la boca para saludar a su padre. Su madre parece apenada y me lanza miradas afligidas. Un empleado doméstico viene a llenarnos las copas.

Me siento incómoda, odio que me sirvan así, tengo la sensación de ser una inútil incapaz de ocuparse de sus necesidades. Abraham esta sentado a mi lado pero mira en dirección a la piscina. Su padre me mira por encima del hombro, exactamente eso, parece juzgarme para saber en qué casilla colocarme.

Desvío la mirada, no me atrevo a enfrentarme a su mirada. No tengo miedo de que me haga daño, sino de herir a Abraham. No quiero provocar una crisis. Al contrario, me gustaría que las cosas fueran bien este fin de semana... ¡Para todo el mundo!

- No pensaba que aceptarías.

La frase del padre de Abraham cae en el silencio, la mandíbula de Abraham se crispa. Ha estirado las piernas bajo la mesa, y tiene las manos en los bolsillos, en una postura desenfadada. Intenta parecer despreocupado y poco afectado por la situación, pero adivino por el pliegue de sus labios y el destello de su mirada que solo es una fachada. Parece cansado ya, y lleno de amargura.

No sé por qué su padre le provoca este efecto. ¿Es solo porque es el jefe de una gran firma que choca con sus ideales? Me cuesta creer que sea solo por ese motivo, aunque es respetable.

- Has sabido encontrar un formidable abogado. - responde Abraham algo incómodo.

Hemos hecho un trato, no soy la única responsable. Le pellizco discretamente el trasero, lo que apenas provoca una breve mirada en mi dirección. Abraham está tenso como la cuerda de un arco a punto de romper. Estoy mal por él.

- Hay que decir que es una abogada muy guapa. - dice el padre de Abraham mirándome de reojo.

- Al menos, tienes buen gusto. - responde Abraham serio.

¿Por qué suena su frase como un insulto? Los dos se fulminan con la mirada. La madre de Abraham intenta entonces distender el ambiente explosivo:

- Os propongo que brindemos por la vuelta de mi hijo al que no veía desde hace tanto tiempo... ¡Abraham, me hace muy feliz volver a verte! Y le deseo la bienvenida a tu encantadora novia.

Le sonrío, esta mujer me parece muy agradable. Y por la mirada que le echa a su hijo, no creo que me equivoque.

- Les agradezco su buen recibimiento, estaba impaciente por conocerlos. 

La madre de Abraham me devuelve una amplia sonrisa, su marido se limita a hacer una mueca despectiva. Veo que las cejas de Abraham se fruncen y su mirada choca violentamente con la de su padre.

Con un movimiento instintivo de protección, cojo su mano con la mía. Está sudorosa y tensa. Discretamente, bajo la mesa, le masajeo la palma con suavidad, por lo que desvía la mirada de su padre y me mira a mí.

Leo en sus ojos una profunda ternura que me llena de felicidad. Se esfuerza en mostrar en sus labios carnosos una sonrisa, esos labios que tantas ganas tengo de besar.

- Bueno, contadme cómo os habéis conocido los dos. - cuestiona la madre de Abraham mirándome con una sonrisa entre los labios, pero su marido interviene con una voz seria y golpeada.

- ¡Seguro que en una de esas ridículas manifestaciones!

Vale, el combate ha empezado.

Abraham frunce el ceño.

Ángel Mío | Abraham MateoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora