CAPÍTULO 63

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La cara de Abraham está tensa y su mirada concentrada. Tiene la mandíbula contraída, su mano en la mía se vuelve sudorosa y eso me asustada cada vez más.

- Joder... - masculla pasando su mano sobre su cabello despeinando este con el ceño fruncido.

Cuando nuestras esperanzas empiezan a desaparecer, y el pánico me domina por completo, la luz azul se desvanece de pronto. Una calavera aparece en la pantalla riéndose, con los huesos de la mandíbula salientes y moviéndose al ritmo de una risa frenética.

Abraham se echa a reír también, observando la calavera. La señal de carga aparece justo por debajo de los huesos y la descarga se pone en marcha. Mis ojos pueden apartarse de las pantallas. En cada una, la calavera parece burlase del que descubra la masacre del virus. La mano de Abraham se posa en mi nuca, caliente y súbitamente reconfortante.

- ¡Empezaba a asustarme! - suelta un suspiro de alivio y mordisquea su labio con nerviosismo.

- ¡Y yo también! - le echo un vistazo a Abraham y a su rostro bien definido, y luego a las pantallas. Apenas ha empezado a cargar. - ¿Cuánto tiempo necesita? 

Se encoge de hombros, indefenso. - No lo sé, no tengo ni idea. Hay que esperar, eso es todo. - echa un vistazo en dirección a la puerta mordiéndose el labio, lo que me parece de lo más sexy, a pesar de las circunstancias. Su mirada se desvía en dirección a la mía. Miro sus labios, siento su quemadura en mi piel. Una sonrisa divertida estira en su boca. - Cariño, no me dirás que estás pensando en algo poco apropiado ... ¿Ahora?

Pillada infraganti me sonrojo. - Te...te has mordido el labio - tartamudeo tratando de calmar mi calor corporal. Abraham suelta una risita coqueta.

- ¿Y?... ¡No es la primera vez que lo hago!

Siento mi rostro caliente de la vergüenza. - ¡Es sexy!... ¡Y, además, qué pasa! ¡Estoy muerta de miedo, y mi cerebro hace barbaridades! - justifico encogiéndome de brazos como una niña pequeña.

Abraham me coge por la cintura y me atrae hacia él. Como es más alto que yo, mi cabeza queda bajo su mentón. Sus potentes brazos me rodean y me mantienen contra el escritorio de Alan. Así, mantiene la mirada sobre las pantallas, mientras que yo pongo la nariz en su camiseta.

- Estoy aquí, cariño. No dejaré que te ocurra nada. - murmura con una voz ronca sobre mi oreja. Aspiro su olor para darme ánimos, huele un poco a sudor y a ese algo masculino y viril que me embriaga.

Mi mano pasa bajo su camiseta, incapaz de resistir el deseo súbito de contacto. Siento esa necesidad, el miedo palpita en mí, se enrolla a mis músculos. Tengo que concentrarme en algo estable. Y él, lo es totalmente.

Aquí, en el despacho de Alan, donde todo realmente empezó. Aquí me besó, me traicionó, me devoro y me amó. Todo al mismo tiempo, es una sensación extraña encontrarnos de nuevo aquí solos los dos.

La mano de Abraham se desliza de pronto bajo mi mentón, me obliga a levantar la cabeza hacia él. Analiza mi mirada de pánico y su boca viene a rozar la mía con suavidad, su mirada está clavada en la mía, estudiando mis gestos.

A lo largo de las paredes, las sombras de la calavera oscilan y se extienden, en un juego de claroscuro.

- Shhh, tranquila, cariño... - su boca viene hacia la mía, como para alejar todos mis pensamientos de cárcel y de salas de interrogatorios. Me obliga a separar los labios y su lengua toma posesión de mí, exhalo breves gemidos que se pierden entre sus labios.

Sus manos suben mi blusa sobre mi vientre, y levantan suavemente mi falda a lo largo de mis muslos. No tengo fuerza para frenarlo; estoy dominada por la angustia. Abraham consigue quitármela durante unos instantes.

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⏰ Última actualización: Apr 19 ⏰

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Ángel Mío | Abraham MateoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora