Nivel 25

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Ir a la universidad en fin de semana era completamente diferente que en días comunes, el ambiente estaba apenas interrumpido por el sonido de los árboles de las plazas comunes que bailaban con las fuertes brisas. Unos pocos estudiantes yendo y viniendo entre risas, con ropas cómodas como si estuviesen en el patio trasero de sus casas. Es que, después de todo, para aquellos que hacían vida en los dormitorios de la universidad; ésta se había convertido en su hogar. Rara vez había ido en fin de semana, todo con intención de visitar por algún motivo a Luzu, Fargan o Willy. Pero la mayoría de las veces eran estos quienes preferían ir a su casa a pasar el rato, lejos de las aulas y el resto de los alumnos.

Desbloqueó la pantalla de su móvil mientras echaba a su espalda la mochila que había llevado consigo, Rubén aún no había respondido su último mensaje. Efectivamente, había ido a la universidad un domingo a las 2 de la tarde sólo para entregarle a Rubén su ropa que había olvidado luego de la vergonzosa y penosa noche que pasó en su casa. Al menos esa era la idea pero el rubio no se dignó ni a contestar la llamada que le había marcado minutos antes, solo le informó que estaba en el taller y desapareció por completo. No tenía de otra, tendría que ir hasta los talleres y más le valía que estuviese allí. Y le importaba tres huevos que no le gustase recibir visitas en el taller ¿Por qué entonces no contesta el móvil? Era muy su culpa.

El camino hacia los talleres ya le era bastante conocido, sentía haber estado allí más de las veces que realmente había estado. Igual de silencioso, igual de desolado. Uno no podía saber si estaban todos vacíos o si estaban todos repletos de estudiantes concentrados. Con su nudillo tocó un par de veces la puerta antes de deslizarla, asomándose dentro del taller. Rubén estaba allí como lo supuso, sentado frente al taburete y el lienzo con una seria expresión. No pintaba, solo le observaba mientras su pie se movía apenas al ritmo de la canción que a todo volumen llegaba hasta los oídos de Samuel desde los audífonos que este portaba. Iba a quedar sordo. Su concentración no impidió que notara la presencia extra en el lugar, asombrándose de verle derrepente allí.

— Joder, tío. Perdón — Se disculpó de inmediato, arrancando los auriculares de sus oídos mientras se levantaba — Se me fue el tiempo ¿Esperaste mucho?

— No demasiado — Negó, restando importancia — Supuse que seguirías aquí, no tenía problemas en traerte la ropa.

Tomó el bolso a su espalda y de el sacó la ropa bien doblada que extendió hasta Rubén, el que agradeció con una asentida. Un vago olor molesto llego hasta la nariz de Samuel, el que se intensificó cuando dio una rápida y honda respiración cerca de Rubén. Su ceja se alzó de forma acusatoria y los labios de Rubén se apretaron en una fina línea.

— ¿Se te "fue el tiempo"? ¿Mm?

El rubio sonó su garganta y le dio la espalda, buscando su propio bolso para guardar la ropa.

— Es medicinal, deja de ser tan Flanders — Comentó, más bajo de lo que hubiese preferido. Tener que ir a dar explicaciones como si tuviese que darlas, sintiéndose como un crío atrapado haciendo una travesura.

— No pensarás lo mismo cuando te mate un cáncer de pulmón — Refutó serio.

— Ojalá.

Samuel volteó sus ojos ante su infantil respuesta, regresando el bolso a su hombro. Con curiosidad observó hacia el lienzo que antes el otro estaba detallando con suma concentración, en el suelo tras de él podía ver el basurero lleno de hojas arrugadas y arrancadas mientras que el lienzo apenas contaba con un horizonte y unas pocas líneas guía.

— ¿Ya sabes qué dibujar?

— Pintar — Corrigió, observando de igual forma al lienzo — Tengo una idea de lo que podría hacer, pero cuando siento que voy por un buen camino termino saliéndome de los parámetros asignados. Es un dolor de culo, la verdad.

OtherLife [Rubegetta] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora