Nivel 35

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No midió su fuerza cegado por la rabia, el cuerpo de Rubén casi cae al suelo tras el fuerte empujón que le propició para sacarlo de encima. El rubio, aturdido y desorientado por el movimiento agresivo, apenas logró incorporarse de la cama para ver cómo el mayor arrojaba todo lo que estaba dentro de su bolso al suelo, rebuscando en cada uno de los bolsillos.

— ¡¿Dónde están?! — Exclamó, sacudiendo el bolso.

— ¿Qué? - Susurró, observando sus cosas regadas en el suelo, confundido - No entiendo.

Samuel detuvo sus movimientos y volteó hacia Rubén, su mirada tan afilada que el rubio aguantó la respiración cuando levantó su dedo para apuntarlo pensando que terminaría arrojándole un objeto.

— No te hagas el imbécil conmigo, Rubén  — Masticó entre dientes, arrojando el bolso vacío hacia el suelo — ¡Hablo de las malditas pastillas que tomaste! ¡O sea lo que sea la mierda que te has metido!

El antes paralizado cuerpo del artista comenzó a temblar sin control, de nuevo esa mirada juzgante y decepcionada. Agachó su cabeza, no podía aguantar verlo e imaginar todo lo que podía estar pasando por sus pensamientos.

— Yo no... — Boqueó — No traje nada, lo juro.

— Como si fuera a creer una sola palabra de lo que di... — Los ojos de Samuel se abrieron, la rabia en su rostro entremezclandose con la incredulidad.

Corrió hacia el baño, Rubén intentó levantarse para ir tras de él en vano, colocándose de pie cuando ya Samuel había regresado, luego de haber azotado el cajón con fuerza suficiente para romperlo, el blíster de pastillas con un par faltante sostenido en su diestra. Se quedó en silencio, observando al rubio mientras diversas expresiones iban y venían en su rostro, demasiadas emociones como para solo poder expresar una de ellas.

Estaba perdido, lo había descubierto. Rápido, Rubén ¡Piensa en una salida! Tenía que escapar.

— Vete — Sin soltar el blíster de pastillas señaló hacia la puerta de la habitación, hablando con un tono de voz bajo y lujubre que envolvió el cuerpo del aturdido rubio — Quiero que te vayas de mi casa.

Rubén sintió pánico, esa petición tan contundente se veía magníficada junto a su dura expresión. Una bomba en cuenta regresiva ¿Qué quería decir con que se fuera? Era la primera vez que le echaba de esa forma, y podía saber que no era solo de la propiedad lo que pedía que dejara.

— No, Sam. Mira, yo puedo explicarlo.

— Te traje a mi casa, te extendí mi ayuda ¿Para qué? Para que apenas me diera la vuelta traicionaras mi confianza y te drogaras con mis propios medicamentos — Tocó su pecho, indignado, decepcionado — ¿Qué me vas a explicar? ¡Dime! ¿Que me vas a decir? ¿Que te dolía la espalda y por eso las tomaste? ¿Que caiste y accidentalmente cayeron en tu boca? No sé que pensé que pasaría, trayendo a un drogadicto a mi casa.

— ¡No me llames así! — Exclamó exaltado por la acusación, sin levantar la mirada del suelo. Sus manos fueron hasta sus oídos, haciendo presión con sus palmas para evitar escuchar una sola palabra más — No me llames así.

Samuel soltó una risa sin humor — ¡Ah! ¿Entonces cómo más te llamo? Si eso es lo que eres, Rubén. Un adicto, un drogadicto que piensa que tiene el control solo para hacerse sentir mejor.

Rubén sacudió su cabeza en negativa, apretándose con más fuerza los oídos, si es que eso era posible. Samuel tomó entre sus dedos el blíster de pastillas, sacando una a una las píldoras que quedaban, sosteniéndolas en la palma de su mano. Extendió la palma abierta hacia el otro, caminando más cerca para casi restregarlas en su rostro.

OtherLife [Rubegetta] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora