Nivel 31

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Empuñó la palanca de mano, situando la manecilla en 'pare'. Dejó de hacer presión en el freno cuando el motor dejó de ronronear al girar la llave, apagándolo. Su espalda se dejó caer en el asiento, resoplando el aire que segundos antes había aspirado con fuerza. 4 de la mañana, la calle vacía y sin una sola alma rondando por allí. Todos en sus casas dormían, justo como él debía estar haciendo en ese preciso momento y no, allí estaba. Tras una estúpida y absurda situación.

La música alta se podía escuchar a lo lejos, a un par de calles se encontraba la casa que indicaba el GPS que recibió en su mensajería. No iba a acercarse más, sería muy imprudente con todo lo que llevan encima hasta ahora. El mismo Rubén, en su poca cordura, le pidió que le esperara lejos de la casa y que él se acercaría hasta el auto sin ser notado.

Era imposible no ver ese cuerpo solitario y bailante que se acercaba desde la lejanía, su paso firme se veía truncado por su nula línea al caminar. Parecía que la brisa nocturna movía su cuerpo de un lado a otro, impidiéndole mantenerse firme o centrado. Tan absurda vista, nada para sentirse realmente orgullo, ni siquiera para jactarse de ello entre bromas.

Retiró el seguro de la puerta cuando estuvo junto a su auto, Rubén abrió la puerta del copiloto y se arrojó literalmente al asiento, procurando un suspiro satisfactorio por lo cómodo que estaba.

— Buenas noches, caballero — Saludó en el tono más elocuente y jovial que podía tener, esbozando una divertida sonrisa.

Samuel no tomó en cuenta el saludo ni su intento de buscar una conversación amistosa, apretando sus labios finos a la par que encendía el auto de nuevo para arrancar hacia la carretera. No había conducido hasta allí para hablar, mucho menos para animar su estado deplorable con bromas estúpidas. Estaba molesto y pretendía hacerlo notar.

La carretera estaba desolada y silenciosa, apenas habían un par de autos que pasaban junto a ellos o se detenían en los semáforos. Hacía un frío increíble afuera pero nada se comparaba al estado en el interior del automóvil, no precisamente porque estuviera el aire encendido. Rubén supo en cuanto su saludo no fue respondido ni siquiera por una mala cara, que la molestia del contrario era mayor de la que podía pensar. No esperaba menos que un regaño o un sermón cuando le viera, sobretodo luego de haberlo despertado y contando su estado no tan sobrio. Sin regaño, sin sermones, sin una simple mirada de ira o en advertencia a que se callara o le iba a golpear. No había nada y eso se sentía aún peor que si estuviese riñéndole como en anteriores ocasiones.

Daba miedo, a decir verdad.

— ¿No vas a regañarme? — Cuestionó, sin poder mantener más el ahogado silencio.

El protector de goma que recubría el volante crujió bajo el agarre del conductor, Rubén se vio tentado a sujetar su propio cuello, sintiendo dicha acción inconsciente como una amenaza directa a su vida.

— ¿Haría una diferencia si lo hiciera? Mis palabras son vacías para ti, así que no perderé mi tiempo en hablar con una pared — Respondió tajante.

Sí, estaba molesto.

— Se que estás furioso y lo entiendo. Pero te aseguro que solo tomé cerveza — Prometió, poniéndose la mano en el pecho — Solo estoy un poquito alcoholizado, pero solo un poquito — Acercó su índice y su pulgar — Y estoy bien, me encuentro bien. Así que no te rayes, ya verás como mañana te vas a estar riendo de esto.

Samuel apretó su mandíbula y le observó de reojo furioso, Rubén cerró su boca ante la intimidante mirada y giró su rostro para observar hacia la ventana.

— ¿Cuántas veces hemos pasado por esta situación, Rubén? — Cuestionó, regresando su mirada hacia la carretera — ¿Cuántas veces he tenido que salir en tu ayuda porque no tienes tan siquiera un poco de auto control? ¿Cuántas veces más crees que tendré que hacerlo? — Lo miró por unos segundos y volvió el rostro hacia adelante.

OtherLife [Rubegetta] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora