Nivel 29

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Un pequeño mosquito, zumbando de un lado a otro. Su aleteo, a comparación del pesado silencio que se cernía en la habitación, era cuál motor de un avión. De un fuerte manotazo, Luzu acabó con el diminuto insecto que había acabado con su paciencia. Su seraa mirada pasó de un costado a otro, terminando en el único que no le devolvía la mirada.

— ¿No piensas decir nada?

Samuel, apoyado en la pared tras Luzu, apretó su mandíbula. Apenas abrió la página y se dio cuenta de las imágenes que habían posteado y lo que su amigo estaba haciendo, se levantó de la cama para vestirse y ordenarle a Rubén que se alistara. El rubio no puso queja alguna ante la orden, no dijo ni siquiera un comentario al respecto de lo que había visto en el móvil de Samuel, ni sobre nada en lo absoluto. El moreno estaba tan de mal humor que tampoco le busco conversación, mucho menos sabiendo la situación en la que se encontraba y terminaría atacándole muy directamente.

— No es lo que están pensando — Susurró bajo.

Willy gruñó entre dientes y Luzu bufó con mucha fuerza.

— ¿No es lo que estamos pensando? ¿En serio? ¿Qué vas a decirnos entonces? — Atacó el castaño, conteniéndose en alzar la voz — ¿Lo que tenías en la nariz era talco de bebé?

— No quieras mentirnos — Advirtió Samuel.

— ¡No es eso! — Gruñó Fargan, hundiendo aún más hacia abajo su caída cabeza — Sí... Lo hice ¿De acuerdo? Metí la pata, la cagué, los decepcioné — Alzó su rostro, sin mirarles al rostro, perdiendo la vista en la nada — Pero os juro que solo fue esa vez, ninguna antes o después de eso.

— ¿Cómo podríamos creer, David? ¿Cómo? — Willy dio un paso hacia adelante, apretando la boca — Sabes muy bien toda la mierda que pasamos en esos días, la mierda que pasaste y lo difícil que fue sacarte de allí ¿O es que ya se te olvidó? ¿Quieres que te lo recuerde?

Fargan negó, apretando sus manos con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos. Nunca iba a olvidar esos días, jamás volverá a dormir sin que los recuerdos le atormenten en sueños. Era un adolescente tonto e ingenuo que se creía cool por juntarse con los más temidos de su barrio. Siempre pudo salir a fiestas desde que tenía memoria, nunca nadie le impidió hacer lo que quisiera y cuando quisiera. Bebiendo, fumando, bailando y viviendo la vida de un adulto con solo 17 años.

Que esos tres entraran a su vida fue solo casualidad, no habría pensado ni en sus más remotos sueños que terminaría siendo amigo de los ñoños del instituto, mucho menos que compartiría tantas cosas en común. Comenzó a entrar a clases aunque no hiciera las tareas, cambió los cigarrillos por las adictivas galletas que diariamente la madre de Willy le enviaba, cambió las noches de fiesta por pijamadas de estudios que terminaban en largas jornadas de videojuegos. Aún recordaba el primer paquete de cartas Pokémon que había comprado junto a Luzu. Había vuelto a ser un niño.

Muchos cambios a bien, todo cambió menos una cosa. Eso que no pudo cambiar por unas risas, por un paquete de cartas, por compañía afectiva o dulces. Eso a lo que se había vuelto dependiente para poder sentirse vivo, las malditas drogas. Ninguno de ellos sabía sobre su adicción, solo notando como su apariencia física iba en declive con forme el tiempo pasaba y pasaba. Aún se le apretaba el corazón y se le cerraba la garganta al recordar las cosas que hizo para poder conseguir las dosis diarias que necesitaba. Esa mirada en el rostro de Luzu, la decepción al darse cuenta que le había robado dinero, la misma mirada con la que ahora le acusaba y se negaba a observar.

Entonces lo supieron, una lastimera tarde que le vieron en un callejón junto a otros tontos cargando jeringas. El sermón no se hizo esperar y los problemas que siguieron a todo eso, aún hoy se pregunta cómo pudieron seguir hablándole después de todo eso. Fue tan patán y gilipollas al negarse en recibir ayuda, escupiendo en sus caras miles de insultos y recordándoles en repetidas ocasiones que no eran nadie para meterse en su vida. Qué graciosa y vergonzosa la imagen del recuerdo cuando Samuel le llevó arrastras hasta la clínica de rehabilitación. Sus gritos de ayuda, rogando porque lo sacarán de allí.

OtherLife [Rubegetta] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora