Nivel 57

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«Da un pase corto, mantiene el balón. Mantiene el balón. Chuta y... ¡Da con el poste! Que pena...»

— ¡IMBÉCIL! ¡¿DÓNDE COJONES TIENES LOS OJOS?! ¡GILIPOLLAS!

La patada resonó por toda la casa y mandó el pequeño sofá unos centímetros más atrás, las botellas amontonadas en el suelo cayeron vertiendo lo poco que quedaba en su interior. Asomó la cabeza por entre los barrotes de la escalera, buscó con la mirada en los alrededores hasta encontrar el arma bien sujeta por la mano del borracho hombre que con molestia seguía profiriendo groserías hacia el televisor. Regresó con sigilo hacia arriba de las escaleras aún con el fastidioso gruñido proviniendo del interior de su estómago, ya esperaría en su habitación a que se quedara dormido.












Paso a paso bajó las escaleras, apenas haciendo ruido al andar aún cuando la madera fuera hueca. En cuanto llego al suelo su pie descalzo dio con una de las tantas botellas que hacía regadas en la sala de estar, como las bandejas vacias de comida rápida. Pasó de largo con cuidado de no pisar nada, ya sin preocuparse de hacer ruido al darse cuenta que estaba solo. Llegó hasta la alacena en la que introdujo medio cuerpo, revisando los envases vacíos antes de ir hacia el refrigerador que se encontraba casi el mismo estado.

Sacó una bolsa con lechuga y un pan un tanto congelado que abrió con un cuchillo, metiendo en su interior algunas de las hojas de lechuga que estuvieran en mejor estado. El primer mordisco no fue el mejor pero su estómago agradeció no estar lleno de jugos gástricos únicamente, mordisco tras mordisco continuó con el emparedado improvisado mientras iba recogiendo las botellas del suelo una a una y las colocaba sobre la mesa. Tomó la escoba para limpiar el suelo lo mejor que podía, observando cada tanto el reloj en la pared.

En cuanto sintió que todo estuvo lo suficientemente limpio corrió hasta su habitación para colocarse un par de zapatos y cambiarse la pijama, peinando sus cabellos con algo de agua y cepillando sus dientes. Escuchó el timbre sonar y se apresuró a regresar abajo, más la puerta no cedió en cuanto giró la perilla. Lo intentó un par de veces pero esta no parecía que iba a abrirse por las buenas, dándose por vencido se acercó hacia la ventana subiéndose por el sofá, dando un par de golpecitos en el cristal para llamar la atención del niño parado frente a la puerta. Quitó el seguro y usó todas sus fuerzas para levantarla.

— ¿Encerrado de nuevo? — Cuestionó el menor, quitándose el bolso de la espalda para dárselo al de la ventana.

— Olvidé decirle que venías , Willy— Se disculpó, estirando su brazo para tomar la mano de su amigo y así ayudarlo a trepar por la ventana.

Fue un gran esfuerzo pero al final el menor logró entrar por la ventana, sacudiéndose la ropa llena de polvo.

— Recuérdame traer una escalera la próxima, mi mamá se molestará si vuelvo a romper una camisa — Chasqueó la lengua, sacudiendo su mano para restarle importancia al ver la expresión de pena en los ojos del moreno — Da igual — Tomó su bolso del suelo, dándole un par de palmadas — Traje el desayuno, mamá hizo tostadas y revoltillo de huevo.

— Ya desayuné — Tranquilizó.

El de ojos rasgados se encogió de hombros — No le vas a negar la comida a mi mamá, sabes cómo se pone, Sam — Movió su cabeza hacia las escaleras — Comamos y después hacemos la tarea ¿Va? Mi estómago está que se sale por mi boca.

Samuel hizo una mueca pero no se negó a su petición, siguiendo a su amigo escaleras arriba esbozando una media sonrisa ante su exagerada forma de caminar mientras subía los escalones.


























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